jueves, 23 de marzo de 2023

Fin de semana con mi tía (II)

Con una sonrisa de satisfacción de lado a lado, tras la extraordinaria mamada de Merche, me fui a la cama a descansar, pero seguía estando tan excitado por todo lo que acababa de ocurrir, que me resultaba imposible conciliar el sueño pensando en el día de mañana, mi tía volvía a las 11 de su trabajo y teníamos toda la mañana libre para disfrutar de nuestros cuerpos. Finalmente, creo que a las 3 de la mañana, conseguí quedarme dormido.

Clon

El sonido de la puerta de mis tíos fue lo que me despertó. Mi pene amanecía empalmado, lo que era una buena señal para lo que iba a pasar esa mañana, y aún adormilado, me vino a la cabeza lo que había vivido la noche anterior con mi tía como si fuera un sueño, pero no lo era, todo fue real, había masturbado a mi tía delante de su marido sin que éste se diera cuenta.

Desde mi habitación, escuchaba a Merche trasteando por la cocina, después en el pasillo, con la música a toda pastilla, aquello me pareció una señal o bien de poca cordialidad hacia mí, o bien un aviso para que saliera de una vez de mi madriguera. Evidentemente, me quedé con la segunda opción, me levanté de la cama en pijama y me fui a la cocina a prepararme el desayuno, pero fui interceptado por mi tía, que se encontraba en mallas de deporte pasando el aspirador:

-        ¡Ya era hora de que te levantaras! - me soltó bruscamente a modo de buenos días, apagando el aspirador.

-        Bueno…ayer me fui tarde a la cama…- respondí sonriéndola y entrando en la cocina.

El rostro y la expresión corporal de Merche eran de enfado, lo que me empezó a preocupar, principalmente porque no sabía a qué se debía su mal humor.

-        ¡Encima no te cachondees! – la escuché bramando detrás de mí.

-        Pero bueno, ¿se puede saber qué te pasa? – la acabé respondiendo, ya molesto por tanta hostilidad.

-        ¿Que qué me pasa? – se colocó delante de mí, con auténtica cara de enojo - ¿A ti te parece normal lo que hiciste ayer? –

-        Lo de ayer, ¿Qué? – pregunté a la defensiva, ya que sabía a lo que se refería, pero no entendía a qué se debía su enfado.

-        ¿Y encima te haces el tonto? ¿Te parece normal que te pusieras a meterme mano delante de tu tío?

¡Acabáramos! Un pequeño ataque de honradez…

-        Bueno, tampoco vi que te quejaras – La contesté tajante.

-        ¡Sí claro! Si quieres le digo a tu tío ¡Oye! ¡Que tu sobrino me está tocando el coño! ¿Te hubiera gustado que lo hiciera?

Estaba realmente enfadada, nunca me hubiera imaginado verla así conmigo, su rostro era un vivo reflejo de la ira, incluso estaba empezando a adquirir un tono rojizo en la cara. Probablemente debería de haber estado más conciliador, pero su actitud echándome la culpa de lo que había pasado la noche anterior como si fuera solo cosa mía, me estaba molestando mucho.

-        Pero vamos a ver, ¿Cuál es el problema? – la contesté ya cansado de su actitud.

-        ¿Y me preguntas cuál es el problema? – volvió a preguntarme retóricamente, con cara de indignación - ¿Te imaginas qué hubiera pasado si nos llega a pillar tu tío?

-        Pero no nos pilló, ¿No? – contesté ahora secamente.

-        Mira, déjalo, no voy a discutir más contigo, te pones a meterme mano delante de mi marido, que también es tu tío, nos podrían haber pillado y se habría montado un escándalo que no me puedo llegar a imaginar…- se puso a divagar metódicamente – déjalo, igual es mejor que lo dejemos así… – terminó con cara apenada.

-        Pues ya está, lo dejamos así– contesté decidido a cortar por lo sano.

-        Pues eso, ya está- contestó ella a su vez de mal humor y con todo el mal carácter del mundo, girando sobre sí misma, y marchándose de la cocina para seguir con sus labores.

Mientras me preparaba el desayuno, no dejaba de darle vueltas al asunto, no me podía creer que después de todo lo que había pasado entre nosotros, estuviéramos así, entendía perfectamente que lo que hicimos la noche anterior había sido muy arriesgado, pero eso era también parte de nuestro juego.

-        ¡Y ni se te ocurra pensar que hoy vamos a hacer nada! – me soltó a modo de remate Merche, gritando desde la otra punta de la casa.

Lo que me faltaba. Tenía unas ganas locas de follar con ella, pero esta tontería iba a dar con todo al traste, tenía claro que no iba a mendigar por un poco de sexo, no lo necesitaba, pero pensaba que Merche estaba llevando aquello demasiado lejos.

Por fin terminé de desayunar y no sabía qué hacer, no había hecho ningún plan porque daba por supuesto que esa mañana iba a estar follando con mi tía, pero una vez cerrada esa puerta, estaba libre, y si había algo que no quería, era pasarme la mañana a solas con ella ignorándome como si no existiera, y pensándolo bien, decidí ser malo.

Sabía que estaba pasando el polvo de los muebles del salón, así que en el más absoluto silencio fui hacia allí y me senté en el sofá. Yo no la dije nada, y ella menos todavía, porque ni siquiera me miró.

Me puse a observarla, a sus 55 años, tenía un aire entre juvenil y bizarro, con sus zapatillas de deporte, mallas negras ajustadísimas a sus rollizas piernas y a su gordo culo, y una camiseta rosa fosforito también ajustada, en la que se notaban los michelines que provocaban sus ceñidas mallas. Me puse cachondo casi al instante y me puse a palpar a “mi amiguito” por encima del pantalón del pijama, que parecía estar de acuerdo conmigo.

-        Voy a estar limpiando por aquí, así que si vas a ver la tele…- me advirtió Merche, que por fin me prestó atención, aunque de una forma totalmente indiferente.

-        Me da igual, así estoy bien- la respondí, con la mano en mis partes.

Con mi pene ya listo para funcionar, me bajé los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos, con total naturalidad, todo ello ante la mirada de mi tía, que al ver lo que hacía, se había quedado parada en su labor, con el plumero de la mano, observándome sorprendida y en silencio, como valorando qué decir, y cuando vio que me agarraba la polla, me dijo seriamente:

-        ¿No puedes irte a hacer eso al baño o a tu habitación?

Desde luego, no me esperaba un comentario de ese tipo.

-        ¿Te molesta que lo haga aquí? – la pregunté a modo de respuesta, tranquilamente, con la polla en la mano.

-        Mira, haz lo que quieras, yo voy a seguir limpiando- contestó decidida y volviendo a su tarea.

-        Es que tus mallas me están poniendo muchísimo…te hace un culazo que me la pone muy dura… ¿Ves?- la mostré agarrando mi polla, queriendo demostrar algo que era evidente.

-        Pues a tu tío no le gustan, dice que hago el ridículo…en fin – añadió sin dejar su tarea con el plumero.

-        No le hagas caso, mira mi polla, esta no miente…-

Con el plumero de la mano me volvió a observar detenidamente, meditando sobre si debería de hacer algo o seguir con su actitud distante.

-        ¿Me vas a dejar cascármela a mí solo? – la pregunté mientras me la pelaba lentamente.

Y por fin ablandé su postura, con una sonrisa que expresaba alegría, dejó el plumero, y se dirigió hacia mí, diciéndome:

-        No sé por qué, pero siempre me acabas liando…- se sentó a mi lado en el sofá, me agarró la polla y empezó a meneármela – pero no vuelvas a hacer nada ni parecido a lo que hiciste ayer, ¿vale? – me advirtió seriamente con su dedo en alto.

-        Vale…-

Ella ya había agarrado mi polla y ya me la estaba cascando, ¿Qué la iba a responder? Ella se dio por contenta y se puso a besarme por el cuello y a mordisquearme la oreja, acariciaba mis genitales y la longitud de mi verga, comprobando el material, hasta que una vez convencida ya empezó a masturbarme seriamente, arriba y abajo, con decisión. Lo estaba haciendo muy bien, pero decidí compensarla por nuestra anterior discusión, así que, desembarazándome de sus caricias, me terminé de desnudar, me puse de rodillas ante ella, y la saqué tanto las mallas como las bragas gracias a su inestimable ayuda, ya que como os decía, estaban exageradamente ceñidas a su cuerpo, tras lo cual, adivinando lo que iba a hacer, se abrió por completo de piernas.

Lo que escondían las mallas eran unas piernas gordas y fofas, además de un coño peludísimo, me parecía increíble que sabiendo que íbamos a estar solos, no se lo hubiera arreglado un poquito, así que, para poder encontrar el camino, empecé a masturbarla con mis dedos, abriendo su vulva y empezando a acariciar su clítoris entre toda la maleza de su entrepierna.

-        Entonces… ¿no follas con mi tío? – la pregunté.

-        No…muy poco…casi ni me toca…- respondió ella susurrante, centrada en lo que la estaba haciendo.

-        Pues es una pena…estás buenísima… - la animé - ¿Pero sí que te masturbas, verdad? – quise saber.

-        Sí…casi todos los días cuando llego de trabajar…- confesó – pienso mucho en ti…

Con ese comentario tan gratificante, me decidí a meter la cabeza en su entrepierna, y ayudándome de mis manos para apartar todo el pelazo, la di unos buenos lametones a su clítoris, momento en el que ella sujetó mi cabeza con suavidad para indicarme que siguiera, así que eso hice, seguí lamiendo su pepitilla, haciendo pequeñas incursiones en su vagina, lamiendo los bordes y penetrándola con la punta de la lengua, para volver a pasarla por su clítoris, moviéndolo en círculos, notándolo crecer y empezando a notar la humedad y el olor ocre del flujo vaginal, tomándome un pequeño respiro para acariciarla con mis dedos, penetrándola con un dedo lentamente y moviéndolo dentro de ella.

Sus manos abandonaron mi cabeza para palparse los pechos por encima de la camiseta, si bien, tras percatarse de que la estaba observando, decidió quitársela como buenamente pudo, y se empezó a acariciar por encima del sujetador, para inmediatamente sacarse su pecho derecho, y pellizcarse en el pezón, haciéndolo crecer enormemente.

Una vez que descansé y recuperé la respiración, volví a meter mi cabeza entre sus piernas decididamente y la di un par de lametazos propios de una vaca en toda la gran extensión de su raja, para después centrarme de nuevo en su clítoris, esta vez moviendo mi lengua rápidamente alrededor de él, añadiendo el trabajo de uno de mis dedos en su vagina.

Merche lanzó su primer suspiro, de nuevo una de sus manos acariciaba mi cabeza.

-        Así me gusta, así…así le gusta a tu tía que la comas el coño…- susurró para sí misma, interrumpiéndose con un nuevo suspiro.

Yo seguía haciendo lo que ella quería, hasta que me apartó, se puso en pie, y me obligó a sentarme en el sofá.

De pie frente a mí, se quitó el sujetador, la única prenda que la quedaba, y ante mí se descubría la figura completamente desnuda de mi tía, que más bien parecía una de esas modelos de Rubens: piernas gordas y abultadas, gran barriga y unas tetazas enormes, gordas, caídas y con unas aureolas rosadas de lo más curiosas, rematadas con unos pezones que ya sabía que se iban a poner enormes en cuanto jugara un poco con ellos. Las ganas de follarla, crecían.

Tras un pequeño instante en el que nuestras miradas se cruzaron, por fin se decidió, y con más bien poca habilidad, se subió encima de mí, agarró mi polla y se la introdujo en el coño hasta adentro.

Noté como giraba los ojos hacia atrás y se mordía el labio inferior al verse así de penetrada, agarré con fuerza sus enormes jamones, y no tardó en empezar a moverse poco a poco, cogiendo ritmo y soltando aire, tras lo cual,  miró hacia abajo, como percatándose de que seguía allí y que la polla que tenía dentro era la mía, se agarró ambas tetas con fuerza y aceleró aún más, cogiendo y soltando aire como si se estuviera preparando para un parto.

Viendo que mis manos iban a ser más útiles en otras zonas, asumí la responsabilidad de sobar sus gigantescas tetazas y me las llevé a la boca, lamiendo su pecho derecho y después el izquierdo, para después centrarme en sus pezones. Me encantaba notar como crecían en tamaño y se volvían gordos y enormes a mi tacto...

En un momento dado, se tomó un pequeño descanso encima de mí, haciendo simplemente un movimiento de cadera, que dado el volumen de su cuerpo resultaba casi grotesco, creando un movimiento pendular de carne.

-        Pufff…como me pones…estoy ya casi para correrme…- susurró de nuevo Merche.

Mi respuesta fue soltar sus pechos y llevar de nuevo mis manos a sus enormes caderas, siendo yo ahora el que la penetraba.

-        Oh…Oh…eso me gusta…Oh…me vas a hacer correr…Oh…-

Lentamente se estaba dejando hacer, pero volvió a la carga, aceleró el ritmo ahora gimiendo, hasta hacerlo vertiginoso e incluso increíble por la envergadura de mi tía, yo no hacía nada más que recibir golpes de sus enormes y contundentes tetas, permitiéndola que ella misma se diera placer.

-        Así, me corro, me corro, me corro…Ooooohhhhhh…-

Y efectivamente, se corrió, alargando ese último -oh- indefinidamente, dejando esa sílaba en el aire y dando un frenazo en su cabalgada, penetrándose lentamente, y notando el grosor de mi pene dentro de ella, tras lo cual me regaló un beso pasional, introduciendo su lengua en lo más hondo de mí.

-        No sabes cómo he echado de menos tu polla…- me susurró al oído.

Una vez que se había corrido, era mi turno, y la dije lo que quería, que era que se pusiera a cuatro patas.

Ambos nos levantamos del sofá, y ella se colocó mansamente como yo quería, apoyada en el sofá y con las rodillas en el suelo, desde donde la empecé a meter mano, palpando su vagina, pasando mis dedos por su raja, comprobando el húmedo camino que iba a seguir mi pene.

De esta forma la penetré por detrás sin ninguna dificultad, su vagina estaba extraordinariamente lubricada y a estas alturas, se adaptaba a la perfección a mi pene.

-        Oh…joder, qué gorda la tienes…- fue la recepción que le hizo mi tía a la visita que tenía dentro de ella.

-        Todavía no la tienes entera…- la susurré, y con un pequeño golpe de cadera, la penetré por completo.

-        ¡Joder! Qué animal…- comentó mi tía.

Así comencé a follarla poco a poco, notando como mi pene se acoplaba por completo a su vagina, durante un rato gemí al igual que ella, notaba como ella recibía mi polla plenamente y la disfrutaba tanto como yo penetrándola, para poco a poco ir acelerando mi ritmo.

Desde mi posición, podía ver su cabeza apoyada en el sofá, media girada y disfrutando con los ojos medio entornados, suspirando placenteramente con mis acometidas, sus magras carnes, su enorme culo, con abundante celulitis y estrías debido al tamaño del mismo, y en el centro de todo ello, su ojete. No lo perdía de vista, mientras sujetaba sus rebosantes jamones, y separándolos, aparecía su orificio trasero, dibujado en una fina línea de pelo que venía desde su vagina, y se marcaba en los alrededores del mismo como pretendiendo protegerlo.

Fue tal el deseo que despertó en mí, que no pude evitar acariciar el mismo sin dejar de follar a mi tía a cuatro patas como estaba, y cuando finalmente la penetré analmente con mi dedo, el mismo fue recibido con otro pequeño gemido de placer.

Con el dedo gordo en su culo, imprimí un ritmo mucho más fuerte, ahora Merche alzaba la cabeza recibiendo mis penetraciones con gemidos entrecortados, hasta que, para darme un pequeño descanso, la di un golpe de riñón con el que la penetré con toda la extensión de mi pene, lanzando ella un gemido terrible y prolongado en el tiempo al verse penetrada tan profundamente, tras lo que añadí ahora mi dedo anular a su ano, esta vez moviéndolo dentro de su recto, tratando de abrir hueco en él.

-        Le dejarás a tu sobrinito follarte este culito, ¿verdad? - la propuse, con mi polla bien dentro de ella, así como mi dedo, que se había colado en las profundidades de su ano.

-        Sigue así y te dejo hacerme lo que quieras…pero no pares…- la escuché susurrar.

Animado por mi tía, la pegué un par de meneos lentos, metiéndosela desde fuera hasta la totalidad de mi verga, notando su vagina adaptándose a mi apéndice, penetrando con total facilidad a través de ella, escuchando el sonido acuoso de su lubricado coño.

-        Joder…qué gorda está…cómo la noto…- se puso a susurrar.

Tras sus palabras, progresivamente fui acelerando mis penetraciones, sujetando y acariciando sus enormes cuartos traseros. A medida que el ritmo crecía, observaba la marea de carne fofa de su cuerpo meciéndose, sus suspiros se convirtieron en sordos gemidos para posteriormente pasar a ser pequeños grititos unidos a cada una de mis acometidas, hasta que la velocidad hizo imposible esta unión, y mi tía ya solo podía decir:

-        Ay, ay, ay, que me corro otra vez, qué bien, pero cómo estás hoy, joder, qué bestia, qué bien- no dejaba de repetir a voces- ¡Me corro, me corro!

Y efectivamente se volvió a correr, esta vez con el cuerpo encrespado, como si aquello la hubiera pillado por sorpresa, cuando en realidad llevaba un buen tiempo anunciándomelo, soltó un largo gemido, seguido de otro entrecortado, sin que yo dejara de penetrarla brutalmente como lo estaba haciendo, y una vez que su orgasmo terminó, con su cara apoyada en el cojín del sofá, respirando fuertemente y con la lengua fuera, decidí que era el momento, y sacando mi polla de su coño, embadurnada de su flujo vaginal, la di un fuerte azote en el culo, que hizo removerse sus carnes traseras, y la dije sin miramientos:

-        Ahora te voy a follar el culo –

-        Espera, espera…- me respondió aún jadeante, tapándose el ano con su mano –

Ahí estaba yo, con la polla tan dura que podría partir una madera como si fuera un karateka, esperando a que mi tía reaccionara, admirando el rollizo cuerpo de mi tía, colocado a cuatro patas, la barriga y sus enormes tetas cayendo hacia el suelo, con la mano impidiéndome el paso de su trasera, y su dulce cara apoyada en el cojín del sofá, de lado, recuperando el aire con aspecto de acabar de realizar un sobrehumano esfuerzo, se la veía totalmente indefensa y despertó incluso un cierto sentimiento de ternura, pero no quería que aquello parase, así que retirando con cierta rudeza su mano, introduje mi cabeza entre sus jamones y me puse a comerla el culo.

Al principio creo que se asustó, pero en cuanto adivinó mi intención, se tranquilizó y me puse a mi tarea, al principio con cierto repelús, porque como os decía, el culo de mi tía tenía algún pelo que otro en el ojete, pero como sabéis, cuando se está tan cachondo en mitad de un polvo, se termina haciendo lo que sea, así que me la empecé a trabajar bien, lamiéndola el culo de arriba abajo y restregando la lengua por su agujero trasero con fuerza, no dejando nada sin embadurnar en saliva.

Fue justo en el momento en el que más tenía introducida la lengua en su ojete, cuando mi tía se puso en pie, mirándome con esa cara de “zombie” que se la ponía cuando estaba sobrepasada por el placer, cuando me dijo con voz susurrante:

-        Ven conmigo…

Desde luego que la seguí, no dejando de observar ese enorme culo que se desplazaba delante de mí haciendo botar los michelines a cada paso que daba por el pasillo, hasta que llegamos a la cocina, la misma en la que tantas veces habíamos follado, abrió un armario, y sacó una botella de aceite de girasol.

Con ella de la mano, se puso nuevamente a cuatro patas ante mí y descubrí para qué era el aceite, ya que sin decir nada, se roció generosamente la raja de culo con este lubricante casero, y no dudó es aplicárselo con detenimiento en el agujero de su ano.

Creí bastante egoísta por mi parte dejar que lo hiciera ella sola, así que me coloqué a su lado, y fue yo el que la introdujo un dedo en el culo, y casi inmediatamente el segundo, que ya entró algo más forzado.

Y allí estábamos, yo moviendo los dedos dentro del culo de mi tía, no dejando de rociar su culo con algo más de aceite para mejorar su lubricación, y ella a cuatro patas, con dos de mis dedos metidos en su culo, los ojos cerrados y la boca abierta con cara de estar experimentando un nuevo tipo de placer:

-        Méteme otro…- me sugirió, en voz baja, y obedecí. El tercer dedo entró en su culo muy ajustado, pero cabía. Aún así, rocié un poco más de aceite.

-        Dame polla, a ver cómo la tienes- susurró, con los ojos medio cerrados, como un miope buscando sus gafas.

Yo no me hice de rogar y a pesar de que su primera intención era cascármela, se la metí en la boca y se puso a chupar, usando simplemente eso, sus labios y la fuerza de sus vértebras, consiguiendo casi de forma instantánea volverme a poner el pene en disposición de partir rocas, lo cual ella apreció:

-        Métemela un poco ahora…-

Y desde luego que eso hice, la separé ambos mofletes del culo y fijé mi diana en el agujerito rojo y brillante que ya aparecía bien dibujado entre los pelillos que lo recortaban, con un tamaño en el que podría empezar a penetrarla. Me puse cómodo y, tras servir un poquito más de aceite, me agarré el pene y se la metí en su ojete.

-        ¡Joder!- gritó inmediatamente- Para, para, para…deja a tu tía…así mejor…-

La concedí el capricho y ella misma se fue empalando poco a poco con mi polla, mientras que sujetando sus flácidos glúteos, observaba como aspiraba y expulsaba el aire de su interior, ganando terreno mi pene en su recto. Tenía ansia por introducirla toda dentro y la di un pequeño golpe de riñón.

-        Quieto, quieto…- respondió ella a mi gesto, cerrando su culo- déjame a mí…la última vez me destrozaste el culo, ¿sabes? – añadió a modo de acusación – ya verás como tu tiíta se la mete…- y acto seguido estiró su cuerpo, metiéndose mi polla aún más adentro, ya la tenía a medias, se mordió el labio y lanzó un bufido desde lo más profundo de ella.

-        Joder…qué gorda está…- reflexionó.

Acudí en su ayuda con un poquito más de aceite y ella se animó un poquito más, pero parecía que no daba más de sí, ahora se movía follándome a mí, pero no pudiendo recoger más de mi falo dentro de su ano, tenía media polla fuera, pero aquello estaba muy bien, parecía que Merche sabía lo que se hacía, y me gustaba follarla el culo, pero por pura curiosidad, la saqué la polla.

Se escuchó el sonido del aceite que usábamos como lubricante, seguido de un sonoro y acuoso pedo de mi tía al salir mi pene de su ano, tras el que se cerró su puerta trasera, si bien se apreciaba que esa puerta ya estaba abierta y se podía entrar en cualquier momento sin grandes problemas. Como último detalle, y la consecuencia de que mi tía no esperara tener sexo anal ese día: restos de heces en mi pene…

A pesar de todo, la metí de nuevo dos dedos en el culo, la apliqué otra vez su aceite de girasol, y fui yo el que se la metí hasta dentro aprovechando la lubricación renovada, llegando aún más al interior de mi tía.

Ella lo recibió con un pequeño grito, no esperaba que llegara tan adentro, y aprovechando que no puso objeciones, fui yo el que empezó a follarla, con más velocidad de la que ella lo venía haciendo. Aquello ya era otra cosa, gran parte de mi polla estaba dentro de ella y ella lo notaba, no tardó en volver a gemir, de nuevo los ojos entornados, dejándose llevar por el placer, incluso tratando de mejorar mi penetración, acompañando mis acometidas:

-        Joder tía, me encanta follarte el culo, casi la tienes entera- quise hacerla saber, dándola un par de azotes.

-        Folla…a … tu…tía…así…así…fóllame…- hablaba entrecortadamente, ya que ella misma se interrumpía con sus jadeos y decía palabras inconexas. Sabía que estaba a punto de correrse otra vez.

No obstante, antes de que se corriera por tercera vez, la saqué la polla, y tras darla un sonoro azote, la dije que se colocara contra la mesa de la cocina.

Ella obedeció mansamente, la notaba a punto de correrse, y se colocó como yo la dije, indiferente a lo que la fuera hacer, con el cuerpo extendido sobre la mesa y el culo en pompa, y ahí llegué yo, nuevamente esparcí aceite por su trasero y de nuevo se la metí por detrás, penetrándola sin muchas contemplaciones para follarla de esta manera.

Nuevamente lanzó un grito, esta vez más largo, que fue sustituido por gemidos descontrolados, estaba fuera de sí, la cogí los brazos y los sujeté entrecruzados a su espalda, la dejé totalmente indefensa, pero a ella eso la daba igual, estaba ya lejos de allí, perdida en su placer, con los ojos cerrados sobre la mesa, no entendía lo que decía, solamente terminé escuchando casi a gritos y en un tono como si estuviera sufriendo una pesadilla:

-        Ay otro, otro, que bien, me viene, me viene…-

Y este tercer orgasmo fue monumental. Se corrió con una serie de gritos ahogados, como si la faltara la respiración, y tras unas pequeñas convulsiones, se la empezaron a doblar las rodillas, por lo que tuve que soltar sus brazos para abrazarla por la cintura y evitar que se cayera al suelo, pero sin dejar de ensartarla en mi polla, era como estar follándose a un pelele de paja, aquello me encantaba, pero es que en esos momentos era yo el que ya estaba a punto de terminar, y no quería que nada me lo estropeara:

-        Joder, yo también me voy a correr Merche, me voy a correr…- la quise hacer saber.

Ella no podía articular palabra, recibía mis acometidas en su recto y seguía gimiendo ininterrumpidamente aun manteniendo su orgasmo, tenía mi semen a punto, pero como suele ocurrir algunas veces, parecía que no quisiese salir, al igual que ella había llegado a un punto de placer que estaba fuera de mí.

-        Me voy a correr en tu culo tía, me encanta tu culo…- la repetía entre mis propios gemidos.

Mis palabras parecía que habían devuelto a mi tía a la realidad, que no era otra que encontrarse en su cocina con su sobrino follándola el culo con ella tirada contra la mesa, y tras pasarse la mano derecha por su coño, como queriendo comprobar si seguía ahí, la pasó a mis genitales y se puso a acariciarlos.

-        Córrete donde quieras, tu tía te deja que te corras donde quieras…- volvía a susurrar.

El placer rebosaba en esa cocina, se escuchaban nuestros gemidos unidos el uno a los del otro, nuestras palabras casi carentes de sentido, el sonido de mi abdomen golpeando con sus grandes muslos en cada penetración, y el sonido acuoso del aceite de girasol utilizado como lubricante en su ano, y por fin llegó mi momento:

-        Me corro tía, me corro…- la anuncié.

-        Dale la leche a tú tía, dámela…- me interrumpió.

Y justo en el momento en el que solté dentro de su recto la primera rociada de semen, agarró con fuerza mis huevos, y lancé un gran grito de entre placer y dolor.

Fue una de esas corridas que te sacuden como si te recorriera una corriente eléctrica, desde la cabeza a los pies, dejándote rígido mientras tu semen sale de ti, fue una corrida genial, toda ella dentro de su culo.

Una vez que ya había soltado todo mi depósito, y aun tratando de recuperar una respiración normal, saqué la polla del recto de mi tía, y fue como destapar la caja de pandora. Esta vez su ano estaba rojo y completamente abierto, como si se hubiera dibujado en su culo un enorme signo de sorpresa, y una vez destapado el tapón, sonó un fuerte pedo de Merche de sonido líquido, causado tanto por el aceite de girasol como por el abundante semen que la había dejado dentro de su cavidad anal, no tardando en salir de su dilatadísimo ojete una mezcla de líquido aceitoso, semen y restos líquidos de heces, que resbalaban por sus muslos y sus piernas hasta el suelo.

El espectáculo era dantesco, producto de la pasión que habíamos puesto ambos en la sesión de sexo anal que me había regalado mi tía en la cocina. Yo tenía el pene manchado de los deshechos del culo de mi tía, y ella seguía echada en la mesa, sin dejar de tirarse pedos y expulsando los restos del interior de su ano, hasta que por fin reaccionó, se incorporó de la mesa pasándose la mano por el culo, intentándose limpiar como podía para poder recuperar algo de dignidad, y volviendo en sí, sonrió de compromiso:

-        Cómo me has puesto… y cómo hemos puesto todo…- observó, tras comprobar el estado de la cocina a su alrededor.

Yo no pude hacer más que besarla, orgulloso del polvazo que habíamos echado.

-        Vamos a la ducha, creo que a los dos nos va a hacer falta…-

Volvió a sonreír mi tía con orgullo, y ambos nos fuimos al baño, sin dejar de apreciar que ese voluminoso cuerpo que se encontraba junto a mí en la ducha, era el de mi tía Merche.

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