¡Muy buenas amig@s!
Hoy toca relato, y
siguiendo la idea que ya os comenté al contaros cómo fue mi
primer trío, voy a seguir contándoos otra de mis primeras veces: mi
primer matrimonio.
Por esa época yo tendría
aproximadamente veinte años, y aún seguía deseando cumplir una gran fantasía: hacer
un trío con un matrimonio.
Como persona inquieta que
soy, me puse manos a la obra. Me di de alta en multitud de páginas de contactos
de tipo liberal, y contacté con algunos miembros, pero el tiempo pasaba y no
concretaba ninguna cita, hasta que un buen día, al entrar en mi perfil de una
de estas páginas, me encontré con un mensaje que me dio buena espina.
Me había escrito un
usuario llamado MoniJose, una pareja de una ciudad cercana a la mía, y decía
algo así:
“Hola! Nos ha gustado tu
perfil, ¿podemos hablar?”
Sin dudarlo un solo
momento, contesté a su mensaje diciendo que por supuesto que sí y les dejé mi
número de teléfono para contactar más fácilmente.
Pasé varios días entrando
frecuentemente a esa página, esperando ansioso la respuesta de este usuario,
pero no tenía ninguna noticia. Al parecer, aquello había terminado antes de
empezar.
Pero un día sonó el teléfono.
La llamada era de un número que no conocía, y tras responder y escuchar
solamente ruido, se oyó una voz de mujer:
-
¡Hola! ¿Eres R?-
-
Sí, soy yo…y tú… ¿quién eres?
-
Yo soy Mónica…te escribimos en una página…
-
¡Ah sí! ¡Claro! - Mi corazón se había
puesto a palpitar a mil revoluciones - ¿Qué tal?
-
¡Muy bien! -la escuché reír- Te llamaba
por si te apetecería quedar esta semana… ¿Qué tal el martes?
-
¡Perfecto! – no tenía ni idea de si me
venía bien o no, pero no pensaba dejar pasar esa oportunidad- ¿A qué hora y
dónde queréis que nos veamos?
-
¡Qué bien! ¡Tenemos muchas ganas de
conocerte! – me respondió con gran efusividad- Podemos quedar por la
mañana…tenemos que trabajar por la tarde…y tendrías que venir tú aquí, porque
después tenemos que ir a buscar a los niños… ¿te importa?
-
No, no…para nada, no os preocupéis que voy
yo a visitaros- una vez más respondí sin ni siquiera pensar que tendría que
desplazarme a su ciudad.
-
¡Genial! Por lo demás no te preocupes, nos
ocupamos nosotros de todo, tenemos sitio para conocernos…Te tengo que dejar…nos
avisas el martes y te vamos a buscar, ¿vale?
-
¡Perfecto! ¡Hasta el martes!
Tenía el corazón tan
acelerado por los nervios que pensaba que me iba a explotar el pecho, pero…
¡Por fin tenía una cita!
Esta realmente exultante,
por fin iba a hacer mi sueño realidad, pero con el paso de los días, mi estado
de ánimo fue cambiando, empecé a pensar en lo que me encontraría, en cómo serían
físicamente, reflexionaba sobre el hecho de haber quedado con gente de la que
no sabía nada, que me podría pasar algo malo, que el sueño podría convertirse
en pesadilla…intentaba no darlo vueltas, autoconvencerme de que todo iba a
salir bien, pero era imposible, las dudas no hacían más que crecer.
Y por fin llegó el
martes. Llegó el gran día.
Aún no había abierto los
ojos y ya empecé a darle vueltas a todo aquello, lo pensé tanto que llegué a
decidir anular la cita, pero cambié de idea cuando encendí mi móvil y me
encontré un mensaje de Mónica:
“Hola!
Sigue en pie vernos hoy?”
“Por
supuesto, en cuanto coja el autobús os aviso”
“Genial!
Tenemos muchas ganas de conocerte. Avísanos para irte a recoger”
A día de hoy todavía no
sé explicarme a mí mismo por qué respondí así a Moni, hubiera sido muy fácil no
contestar, poner cualquier excusa, incluso no acudir, pero acababa de hacer
todo lo contrario de lo que había decidido, supongo que por la demostración de
interés que había mostrado esa desconocida mujer al escribirme, o por parecer
buena gente, no lo sé, pero tras esa breve conversación a través de SMS, me
sentí con una seguridad en mí mismo que no había tenido en toda la semana, así
que me levanté de la cama, me vestí para causarles una buena primera impresión,
desayuné y con una piadosa mentira, me despedí de mi madre dirección a la
estación, donde cogí el autobús con destino a la aventura.
El trayecto era corto,
pero nada más subir empezaron de nuevo a rondar por mi cabeza los oscuros
presagios en los que llevaba pensando durante toda la semana, mi recién
estrenada seguridad se había hecho añicos y buscaba desesperadamente una salida
honrosa al problema en el que me había metido, pero, por otro lado, me decía a
mí mismo que ese era un sueño en el que llevaba mucho tiempo trabajando y ahora
no podía echarme atrás, porque de hacerlo, me arrepentiría para toda mi vida, y
justo cuando parecía prevalecer esta última idea, me llegó un sms.
-
Hola! Ya estás en el autobús? Besos.
Era Moni. Eso era justo
lo que necesitaba para tomar una decisión.
-
Sí! Perdona, se me pasó avisaros. Llegaré
en 20 min más o menos.
La suerte estaba echada,
ya no había ninguna posibilidad de volverse atrás, y para confirmarlo, Moni me
volvió a escribir.
-
Qué bien! Pensábamos que te había ocurrido
algo. Ya salgo con Jose a buscarte. Te esperamos en la cafetería de la
estación.
Ese último mensaje fue
como tomarme un Valium, fue el hecho que me hizo ver que la suerte estaba
echada, que no había ninguna posibilidad de echarse atrás, y que lo único que
podía hacer es disfrutar a tope de lo que fuera que pasara, y fue cuando por
fin llegué a la localidad de mis anfitriones y me bajé del autobús para dirigirme
directamente a la cafetería, cuando empecé a sentir algo diferente a lo que
venía sintiendo durante toda la semana: nervios.
Sentía mi estómago
revuelto, incluso temblores, y con cada paso, los latidos de mi corazón se
aceleraban, tanto que al abrir la puerta de la cafetería ya se habían convertido
en terribles mazazos en mi interior, ya estaba dentro y el local estaba
semivacío, eché una ojeada a las mesas, que estaban ocupadas por personas solas
o acompañadas, pero todas cargadas con alguna maleta, y descartadas las mesas,
me fijé en la barra, donde una pareja con ropa deportiva estaba sentada en las
banquetas, una pareja que encajaba en la descripción que me había dado Moni y
que en ese momento me estaba mirando.
Tenían que ser ellos.
-
¡Hola! – les saludé con una extraña
seguridad cuando llegué a ellos.
-
¡Hola! ¡Eres R! ¡Yo soy Moni! – me
respondió una rubita con cara sonriente, dándome dos besos y abrazándome.
-
Hola, yo soy Jose – fue el lacónico saludo
del hombre que estaba junto a ella, dándome la mano de una forma mucho más
seria y mucho menos efusiva.
-
¿Qué tal el viaje? ¿Todo bien? ¿Quieres
tomar algo? – me empezó a preguntar a bocajarro la mujer que acababa de
conocer.
-
No, no te preocupes, de verdad, estoy bien
– respondí, sin saber cómo continuar.
-
Pues entonces vámonos, tenemos el coche aquí
al lado – propuso el hombre.
No pensé en las posibles
consecuencias que podría haber tenido rechazar su invitación a montar en su
coche, pero tampoco me dieron tiempo a pensármelo, ya que inmediatamente se
pusieron en pie y salimos de la cafetería, en cuya puerta se encontraba
aparcado el coche.
Me senté en el asiento
trasero junto a Moni, y ya iniciado el viaje me dio por pensar a donde me llevarían,
entrándome de repente un gran desasosiego por lo que pudiera pasar, pero esa
terrible sensación no tardó en desaparecer, ya que Moni se mostró enormemente
extrovertida y resultó ser un derroche de simpatía, no dejaba de hablar y de
interesarse por mí, lo que me transmitió una gran tranquilidad, y empecé a
pensar en lo que había ido a hacer allí y a observarla fijamente.
Tenía algo más de 40
años, medía cerca de 1,70 y su complexión era normal. Llevaba una media melena
morena mechada de rubio y poseía un aspecto alegre y amigable, gracias a una
perenne sonrisa compuesta por unos dientes pequeños y unos labios finos, una
expresión que se acrecentaba por su nariz chata y sus ojos castaños claros,
todo ello enmarcado en un rostro redondeado y potenciado por sus prominentes
pómulos.
Vamos, que no estaba nada
mal.
Durante el trayecto,
también Jose se fue abriendo un poco más, participando en la conversación,
empezándome a parecer mucho más simpático de lo que me había parecido al
principio.
Gracias a la atmósfera
que se había ido generando durante el viaje, me sentí seguro y tranquilo, y por
fin llegamos a nuestro destino, un piso a las afueras de la ciudad.
Era una vivienda con una
decoración actual, pero lo que más me llamó la atención fue el absoluto
desorden que reinaba allí.
-
Ven, vamos al dormitorio – propuso Moni,
iniciando el camino.
Mansamente, la seguí. Sin
lugar a dudas, ese era el rincón más ordenado de la casa.
-
Espéranos un minuto, ¿vale? – dijo Moni –
Ponte cómodo.
Ambos desaparecieron en
el baño de su cuarto y me dejaron solo en el lugar más íntimo de su casa.
No sabía muy bien qué
hacer ni cómo comportarme, así que mientras escuchaba correr el agua de la
ducha, y rumores de conversación entre Jose y Moni que no llegaba a comprender,
me dediqué a observar la habitación y a mirar por la ventana, hasta que por fin
escuché abrirse la puerta del baño.
Por esa puerta apareció
Moni con un salto de cama negro trasparente, dejando vislumbrar sus pechos y
sus bragas negras, y esa visión me supuso una erección prácticamente
instantánea.
- ¿Aún estás vestido? –
susurró Moni, acercándose a mí saltando por encima de la cama – Quítate la ropa
anda… - añadió, aunque no me dejó hacerlo, ya que al terminar la frase, ya se
encontraba frente a mí, y ella misma me quitó la camiseta, tras lo cual, empezó
a besarme el torso.
- Qué fuerte estás…no tienes nada de barriga…me gustas mucho…
- susurraba.
De momento la estaba
dejando hacer, me gustaba por donde iba y no tardé en comprobar donde quería
terminar, porque a renglón seguido, me desabrochó el cinturón y los botones del
pantalón con una enorme maestría.
A la vista de la rapidez
con la que se desarrollaban los acontecimientos, pasé a la acción y mi mano se
coló por debajo de su salto de cama, acariciando una de sus tetas.
Moni no paró ahí. Tras
desabrochar todos los botones de mi pantalón, me los bajó, y sin ningún tipo de
cortesía, me bajó los calzoncillos ajustados que llevaba, saltando mi polla
totalmente dura al exterior como si se tratara de algún juguete de resorte.
-
Vaya polla…me gusta mucho…- comentó Moni
sonriente, agarrándomela con fuerza, como si se la fuera a escapar, tras lo
cual, echó para atrás toda la pielecilla de mi pene y empezó a pegarle
lametazos al capullo, hasta que por fin se la metió en la boca, empezando a
mamármela colocada a cuatro patas sobre la cama.
-
Bueno, si ya habéis empezado…-
Era José, que en ese
momento salía del baño totalmente desnudo, y lo primero que vio fue a su mujer
chupándomela, y a mí, sobándola las tetas.
No soy muy dado a ofrecer
cumplidos a los órganos genitales masculinos, pero tuve que reconocer que Jose
tenía una buena tranca, y a la vista de su erección, parecía estar dispuesto a
usarla.
Y no me equivocaba,
porque sin decir ninguna palabra más, se colocó tras Moni y empezó a
acariciarla el coño observando cómo su mujer me la chupaba.
-
Joder cómo estás ya…- comentó al poco de
empezar a tocarla.
A modo de respuesta, Moni
se giró sonriente sin soltar mi polla, y tras este pequeño descanso, se la
volvió a meter en la boca para seguir chupándomela.
Moni me estaba haciendo
una maravillosa mamada bajo la atenta mirada de su marido, acoplaba sus labios
perfectamente a mi polla, pasando de vez en cuando su lengua por todo el tronco
de mi polla y utilizando su mano como forma de apoyo a su labor, y en
ocasiones, como sustituto de su boca, me estaba haciendo disfrutar tanto que
casi sin darme cuenta, estuve casi a punto de correrme, por eso, sin decir nada,
se la saqué de la boca y me senté en la cama para darme un pequeño descanso y
aprovechar para desnudarme por completo.
No quería hacer el
ridículo.
Al apartarme de Moni,
ella se acercó para darme un rudo y salvaje beso en la boca, metiéndome la
lengua hasta dentro con auténtico deseo, al cual respondí de la misma forma,
pero no tardó en descubrir que su boca iba a ser rellenada por algo de mayores
dimensiones que mi lengua, y es que Jose había dado la vuelta a la cama y se
había colocado delante de nosotros, tras lo que, sin ningún pudor, dirigió la
cabeza de su mujer hacia su órgano falo, y mansamente, empezó a chupársela como
antes había hecho conmigo.
En ese momento me estaba
sintiendo como si estuviera dentro de una película porno, a medio metro de mí tenía
a mi compañero en este viaje sujetando la cabeza de su mujer, quien se la
chupaba con auténtica devoción.
-
La chupa muy bien, ¿verdad? – preguntó
Jose dirigiéndose a mí.
-
Ufffff…- respondí sonriendo pícaramente y
alargando mi mano para sobar sus tetas – la chupa genial…
Aquel cumplido gustó a
Moni, quien me miró sonriente, y estiró su mano para agarrar mi polla con
firmeza, masturbándome mientras se la chupaba a su marido, aunque no tardaron
en intercambiarse los papeles, chupándomela a mí, y cascándosela a Jose, que al
parecer no quedó satisfecho con el cambio, ya que un momento después, abrió las
piernas de su mujer con la clara intención de penetrarla.
Moni adivinó su intención,
y abandonándome por completo, se tumbó mansamente en la cama, con las piernas
abiertas y dejando el paso franco a su marido, quien no se hizo de rogar, ya
que, tras introducirla dos dedos en la vagina sin ninguna contemplación,
pareció quedar satisfecho con el grado de lubricación de su mujer, e inmediatamente
se agarró el pene y la penetró exhalando un sonido similar al que podríamos
hacer cualquiera de nosotros al tumbarnos en el sofá tras un duro día,
Moni recibió este primer
pollazo entrecerrando los ojos y colocando los labios en forma de “o”, haciendo
pinza con sus piernas alrededor del cuerpo de Jose, quien poco a poco iba
horadando el coño de su mujer, hasta que una vez que tuvo acoplada su polla a
la vagina de Moni, aceleró el ritmo.
Ver a una pareja follando
delante de mí sin ningún pudor me estaba resultando tan novedoso y excitante,
que me había olvidado por completo de que había ido hasta allí para algo más
que mirar, así que me tumbé al lado de Moni, quien en ese momento se encontraba
con la cara girada, los ojos cerrados y la boca semiabierta, y me puse a
comerla las tetas.
Al sentir Moni mi lengua
recorriendo sus pechos, y mis labios lamiendo sus pezones, su respiración se
hizo más pesada y audible, y agarró mi cabeza como queriendo asegurarse de que
no la retirara.
-
Chúpala las tetas, eso la pone mucho – me
aconsejó Jose como portavoz de su mujer, que seguía follándola.
Siguiendo el consejo de
su marido, agarré ambas tetas y me las llevé a la boca, lamiendo y absorbiendo
sus bonitos y oscuros pezones, haciéndolos crecer a medida que mi lengua
jugueteaba con ellos.
En un momento dado, Jose
cogió las piernas de su mujer y las apoyó en su torso, una maniobra que seguí
con atención, y una vez que la volvió a penetrar, el cuerpo de Moni se puso en
tensión y lanzó un primer gemido.
Jose aceleró su ritmo
haciendo que Moni votara en la cama, disfrutando de mis caricias y de las
envestidas de su marido con ojos y boca cerrada hasta que pareció descubrir que
yo me encontraba junto a ellos, y tras mirarme fijamente, alargó su mano en busca
de mi polla, una labor que facilité al colocarme de rodillas a su lado, y una
vez conseguido su objetivo, empezó a cascármela con gran brusquedad.
Jose se cansó pronto de
esta postura, y apartándose de su mujer, la ordenó que se colocara a cuatro
patas.
Lentamente, Moni se
colocó como la ordenó su marido, apoyando los codos en el colchón a la espera
de la llegada de Jose, quien, tras propinarla un sonoro azote en el trasero,
agarró sus caderas y la penetró, arrancando un largo y audible gemido a su
mujer.
Tumbado en la cama, me
dediqué a observar a Moni recibir las potentes envestidas de su marido con los
ojos cerrados, la boca medio abierta y el pelo cayéndola en la cara, notando
como su respiración se hacía mucho más pesada, deteniéndome en la forma en la
que su pequeña barriga se agitaba, al igual que sus pequeñas tetas, las cuales pasé
a sobar como lo estaba haciendo anteriormente, acercándome a la pareja que
estaba follando ante mí.
Pero allí había ido a
jugar y no solo a toquetear, así que no tardé en colocarme de rodillas frente a
Moni, que en cuanto vio mi polla a su alcance, la agarró con la boca y empezó a
chupármela con ansia, acoplando sus labios al tronco de mi pene y utilizando
tan solo la fuerza de su cuello para darme placer.
-
Joder que puta eres, cómo te gusta comer
pollas… - declamó Jose dirigiéndose a su mujer, tras lo cual la dio otro par de
azotes en el trasero y redobló sus esfuerzos penetrándola, aumentando la
velocidad.
El efecto fue instantáneo.
Moni empezó a gemir
primero de una forma casi inaudible, interrumpiéndose para mamármela, pero
pronto fue como si abrieran las compuertas de una presa, sus gemidos pasaron a
ser de corta duración y en un tono agudo, uniéndose a ella su marido con unos
extraños sonidos más animales que humanos, aumentando la intensidad de sus
penetraciones.
-
Te vas a correr, ¿eh?, te vas a correr ya,
¿eh, putón?, te vas a correr… - la animaba su marido.
Pero esos ánimos no la
hacían ninguna falta a Moni.
Estiró el cuerpo como un
gato, tratando de sentir la polla de Jose lo más dentro posible, y sus cortos
gemidos fueron sustituidos por uno extremadamente largo y sugerente gemido,
repetido por otro similar una vez recuperó el aliento.
-
Ya estabas tardando en correrte, zorrón… -
comentó su marido, quien había parado sus acometidas para que Moni disfrutara
de su primer orgasmo con su polla bien dentro, culminando su intervención con
un nuevo azote en su culo y sacándosela una vez comprobó que se había terminado
de correr.
En cuanto a mí, había
presenciado en primera persona cómo se había corrido Moni, colaborando con mis
caricias en sus pechos, e igualmente fui testigo de cómo se fue recuperando.
Mirándome con los ojos
medio cerrados, parecía que se estaba despertando de la siesta, pero de repente
pareció darse cuenta de que mi pene se encontraba cerca de ella, y se abalanzó
sobre mi polla, mamándola salvajemente, como si hubiera hecho una apuesta para
hacerme correr lo más rápido posible.
-
Toma, ponte un condón y fóllatela, que lo
está pidiendo a gritos, ¿A que sí? – intervino Jose lanzándome un condón,
mirando sonriente a su mujer.
Moni no abrió la boca,
simplemente me miró sonriente, agitando su cabeza de arriba abajo en un sentido
afirmativo, y no me hice de rogar.
Tras alrededor de veinte
minutos de caricias y folleteo de otros, por fin llegaba mi turno.
Abrí rápidamente el
condón, me lo coloqué ante la mirada expectante de Moni, que observaba el
proceso de rodillas delante de mí, y una vez terminé mi tarea, la mujer que
compartíamos se colocó sobre mí, haciendo que me tumbara en la cama, y con gran
habilidad, agarró mi pene, se lo colocó en su coño, y se lo colocó en la
entrada de su vagina.
Moni se penetró
lentamente, sus ojos y boca entrecerrados se fueron abriendo a medida que mi
polla resbalaba por su extraordinariamente lubricada vagina, en la cual, a
pesar del “abrigo” de mi pene, sentí el extraordinario calor que emanaba de su
interior, hasta que finalmente, viéndose totalmente cubierta de polla, lanzó un
sonoro gemido que pareció hacerla despertar, ya que sentada sobre mí, se me
quedó mirando fijamente y con cara de sorpresa.
-
Ya no vas a parar… - escuché la voz de
Jose.
Me había centrado tanto
en Moni, que me había olvidado por completo de su marido, quien tras volver al
dormitorio, nos observaba follar secándose el sudor con una toalla y su
amenazante polla totalmente erecta.
Su mujer no hizo ningún
comentario, simplemente empezó a cabalgarme, primero lentamente, utilizando
suaves movimientos de cadera, y poco después más rápido, apoyando sus manos
sobre mi torso, jadeante por el esfuerzo y el placer.
Estaba disfrutando
enormemente, mis manos iban alternativamente de su cadera a sus tetas, no
tardando en unirse a los toqueteos Jose, que con una mano agarraba una de sus
tetas y con la otra acariciaba su culo, intercalando algún azote.
En esos momentos,
cabalgándome y con cuatro manos sobando cada rincón de su cuerpo, Moni empezó a
jadear de una forma más intensa, y justo cuando ya salían de su boca algunos
gemidos de placer, Jose se subió a la cama, poniéndose de pie sobre la cama,
con un pie a cada lado de mi cabeza, y obligó a su mujer a alojar su pene en su
boca, interrumpiendo así los sonidos de Moni.
Ahora podía disfrutar del
tacto de las tetas y del culo de Moni para mí solo, la imagen del cuerpo de
Moni botando sobre mi polla, y encima de mi cabeza, la de la entrepierna de
Jose con la boca de su mujer alrededor de su pene, lo que podría parecer una
situación ideal, pero lo cierto es que mi situación era bastante precaria, ya
que los briosos botes de Moni provocaban cierta inestabilidad en su marido, y
en mí, pánico a que se me cayera encima.
Por suerte, Jose debió de
darse cuenta del peligro, ya que retirando su pene de la boca de su mujer, se
colocó de rodillas a mis pies, y ante la indecisión de Moni, le explicó lo que
quería.
-
Fóllatelo al revés y chúpamela.
En silencio, se dio la
vuelta y se colocó en esta nueva postura, introduciéndose otra vez mi polla en
la vagina lentamente, y disfrutando de la sensación de sentirse así penetrada
tanto como yo de hacerlo, y tras emitir un sensual gemido, cogió la polla de su
marido para metérsela en la boca e iniciar su mamada, moviéndose
simultáneamente sobre mí.
Ahora era Jose quien
sobaba las tetas de su mujer, mirándonos a ella y a mí alternativamente,
observando a Moni chupársela mientras me cabalgaba con unos suaves y medidos
movimientos de cadera, y yo, tumbado en la cama, agarraba con fuerza su
precioso culo, disfrutando a ver cómo las paredes de su vagina acompañaban los
movimientos de mi polla y cómo su flujo vaginal, mezclado con los componentes
del condón, formaban una espuma brillante por el contacto de nuestros miembros,
pero sobre todo, mis ojos se fijaron en su tentador ojete, el cual se abría y
se cerraba con sus movimientos cada vez más rápidos, y cuyas vistas eran
mejoradas gracias a que mis hábiles manos, estiraban sus glúteos.
Así que me lancé a él.
Cuidadosamente, empecé a
frotarlo con el dedo, jugando con él, haciéndolo encogerse y estirarse, y
provocando en Moni un pequeño estremecimiento tras el cual se echó aún más
hacia adelante, facilitándome el trabajo y acelerando su ritmo de cabalgada.
Jose había empezado a
gemir gracias a la habilidad feladora de su mujer, y justo en el momento en el
que mi dedo se introdujo en el ano de Moni, se quedó parada emitiendo un largo
gemido de placer, redoblando posteriormente su ritmo.
A partir de ahí, se
empleó a fondo en la polla de su marido, quien volvía a emitir esos extraños
gruñidos, e hizo que sus movimientos de cadera se volviera vertiginosos, el
excitante chocar de su carne sobre la mía y el sensual sonido líquido de
nuestros fluidos, me condujeron inconscientemente a gemir de placer, uniéndose
a mí la propia Moni, que dejando a un lado a su marido, se había abandonado al
placer de su segundo orgasmo con sus pequeños grititos, cortos y agudos, que
culminaron con ella totalmente echada hacia adelante, un largo gemido de placer,
y una pequeña sacudida de su cuerpo, que aún se mantenía anclado en mi polla.
Esa última actividad de
Moni casi había provocado que me corriera, y debo decir que agradecía que ella
se hubiera corrido antes para tomarme un pequeño descanso, porque quería que
aquello durase todo lo posible.
Y aún iba a durar un poco
más.
Tras este segundo
orgasmo, Moni cayó junto a mí como si la faltaran las fuerzas, quedando en un
estado de total relajación, un estado que nada tenía que ver con el mío, ya que
estaba en un estado de excitación cercano al éxtasis, así que, aprovechando su
cercanía, rodé sobre la cama y me puse a besarla, a acariciar su cuerpo, su
culo, sus tetas…e hice bajar mi mano, palpando su vello púbico y llegando a su
chorreante coño, por el que resbalaron mis dedos a lo largo de su raja y acabar
introduciéndose fácilmente en su vagina, provocándola un fuerte suspiro.
Eso hizo revivir a Moni,
y con la respiración agitada, una vez más me introdujo su lengua en la boca
violentamente nada más sentir mis dos dedos agitándose en el interior de su vagina
con la sana intención de masturbarla, pero no pude hacerlo durante mucho
tiempo, ya que su marido volvió a entrar en acción.
Estaba disfrutando tanto
del cuerpo de Moni que me había olvidado por completo de Jose, cuya presencia
volví a sentir cuando se tumbó en la cama detrás de ella, y la noté cuando enlazó
una de sus piernas con las de su mujer, haciendo que dejara abierto su pozo de
placer, el cual fue inmediatamente ocupado violentamente por la polla de su
marido, quien la penetró en un duro movimiento de cadera al que acompañó con
uno de sus gruñidos, y que hizo que Moni lanzará un extremadamente sensual
gemido y que su cuerpo se torsionara.
Ante este cambio de
circunstancias, me centré de nuevo en acariciar sus tetas con firmeza y en
lamer sus orejas y cuello, pero Moni parecía ausente, con su cuerpo tenso,
recibía las terribles penetraciones de su marido gimiendo de una forma
constante, formando una orquesta perfecta junto con los gruñidos de Jose y el
golpeteo de su vientre chocando con el culo de su mujer.
Estaba disfrutando tanto
de aquello que llegué a estar totalmente absorto y abandonado al placer, en
esos momentos mi único fin en la vida era dar a Moni todo el placer del que era
capaz, cuando sin esperarlo, sentí la mano de Jose acariciándome los genitales.
Esas caricias me hicieron
volver a la realidad, nunca me había tocado un hombre de esa forma y me estaba
haciendo sentir extraño, aunque preferí callarme y no decir nada, pero Jose no
tardó en ir a más y me la empezó a cascar con una gran rudeza.
Me quedé cortado, incapaz
de reaccionar, nunca me había masturbado un hombre y a esas alturas del polvo,
tampoco esperaba que algo así fuera a pasar. Siempre he tenido muy clara mi
orientación sexual y sabía que los hombres no eran lo mío, pero con Jose
penetrando salvajemente a su mujer a unos centímetros de mí, sus gruñidos, los
gemidos descontrolados de Moni, los ruidos de cuerpos entrechocando, el olor a
sexo…todo ello había creado en mí un estado de excitación tal, que no solo no
me importó este toqueteo homosexual, sino que me dispuse a disfrutarlo y así lo
hice, aunque no por mucho tiempo.
Estábamos los tres
dándonos placer mutuamente, cuando Jose emitió un gruñido aún más extraño de lo
normal, sacó su pene de las interioridades de su mujer, y sin ningún protocolo,
colocó a Moni a alcance de mi órgano falo, él mismo agarró mi polla, y me la
colocó en la entrada de la vagina de su mujer para que tan solo tuviera que
mover mi cadera.
Fue como entrar en el
cielo.
Sujeté su culo, y con un
simple movimiento de mi cintura, mi polla penetró por completo en la vagina de
Moni, ayudada por la acumulación de flujo vaginal en su agujero de placer,
uniéndose al sonido acuoso de mi pene entrando sin ninguna dificultad en su
interior, un ahogado gemido de placer de Moni y el mío propio.
Sujeté su pierna y empecé
a follarla de lado, cara a cara, observando como el rostro de Moni se
transfiguraba en el retrato del placer, ojos cerrados, boca abierta y un gemido
lago y sensual saliendo de ella. Me empecé a mover rápidamente, penetrándola
sin piedad, yo intentaba besarla, pero Moni era ajena a todo, ajena a los
rítmicos azotes de su marido, a las firmes caricias de éste en sus pechos, a
las mías propias, solamente gemía centrada totalmente en su placer.
-
Córrete, puta, estás deseándolo, puta…-
gritaba su marido sin soltar sus preciosas tetas.
Yo no hacía más que
gemir, sintiendo cerca mi propio final, pero Moni estaba como loca, totalmente
fuera de sí, y por fin llegó su momento.
Sus gemidos aumentaron en
volumen y disminuyeron progresivamente en duración, hasta que en un momento
dado, su cuerpo se estremeció, y por unos segundos solamente se escucharon en
el dormitorio los golpes de mi vientre contra el suyo, mis gemidos y los improperios
que la dedicaba su marido, unos segundos de ausencia de Moni tras los cuales de
su boca salió un sensual grito de placer, tan largo que pensé que nunca
acabaría.
-
Ya está corriéndose, ya… - me indicó Jose,
como si no supiera lo que estaba ocurriendo.
A ese grito le siguieron
un par de sacudidas de su cuerpo y otro par de gritos del mismo volumen pero mucho
más cortos, y una vez hubo acabado, Moni quedó ausente, mirando al infinito, y
yo mirándola fijamente, sin tener muy claro si debería de seguir follándola o
no, pero la mujer que compartíamos no tardó en reaccionar abalanzándose sobre
mí y metiendo su lengua bruscamente, como si pretendiera violar mi boca.
Su marido, espectador
privilegiado del orgasmo que acababa de tener su esposa conmigo, pasó a la
acción, y tras sacar mi polla del agujero de su mujer con cierta violencia, y
ante la mirada expectante de Moni, la levantó una pierna, y manteniéndola
tumbada de lado sobre el colchón de la cama, se agarró la pene y se lo metió
hasta dentro sin ninguna contemplación, emitiendo uno de sus gruñidos y
provocando un audible grito en su pareja,
Yo permanecía tumbado al
lado de Moni, disfrutando de lo que estaba viendo, su rostro desfigurado por el
placer seguía a un palmo de mi cara, respirando fuertemente, y agarrando mi
mano tiernamente, apretándola con fuerza a medida que su marido la penetraba
cada vez más rápido y cada vez más profundamente.
Los gruñidos de Jose se
iban haciendo cada vez más potentes, y de pronto, Moni empezó a emitir el
sonido “u” de una forma continuada, presionando mi mano con más fuerza, aunque
no tardó en jadear como si estuviera ahogándose en un extraño estado de nervios
y tensión, agarrándome simultáneamente la polla.
-
Córrete, córrete… - articuló Moni en un
entrecortado susurro, quitándome el condón y masturbándome rápida y violentamente.
No quería correrme de esa
forma, así que a la vista de su propósito y de mi extraordinario estado de
excitación, me tomé la libertad de ponerme de rodillas junto a Moni, que en ese
momento jadeaba sin parar, con el propósito de que me la chupara, y no se hizo
de rogar, porque en cuanto se dio cuenta de mi intención, me agarró la polla y
se la metió en la boca, mamándomela a trompicones, ya que en su estado de
locura placentera, tan pronto gemía como se metía mi polla en su húmeda cavidad
para chupármela de forma desesperada, eso sí, sin descuidarme en ningún
momento, ya que sus manos hacían una labor igualmente placentera.
Pero Jose, tras dar dos
tremendos azotes a su mujer, la hizo colocarse con la espalda pegada a la cama,
y tras colocar sus piernas estiradas sobre su torso, la penetró nuevamente,
exhalando Jose un indescifrable sonido, y arrancando a Moni un grito de placer,
que a medida que su marido la follaba salvajemente, se transformó en pequeños
gemidos.
-
Córrete en mis tetas, en mis tetas…- me
gritó entrecortadamente Moni agarrando otra vez mi polla y cascándomela
rudamente.
Me pareció una opción más
que aceptable, así que me coloqué a horcajadas sobre Moni, agarré sus preciosas
tetas, y yo mismo me puse a meneármela con ellas.
Su suave tacto sobre el
tronco de mi pene me pareció maravilloso y no tardé en sentir cómo mi semen se
iba reagrupando, los descontrolados gemidos de Moni y los extraños ruidos de
Jose follándose a su mujer tras de mí, me transportaron directamente al
éxtasis, tanto que, sin darme cuenta, yo mismo me había unido al coro que me
rodeaba, sintiendo que llegaba mi momento.
-
Córrete, córrete… - me pareció escuchar a
Moni entre gemido y gemido.
Y eso hice.
Me sorprendí a mí mismo
lanzando un grito de placer al sentir cómo salía al exterior una primera y
abundante ráfaga de semen, seguida de otras dos, igual de placenteras pero más
escasas, y una última eyaculación que prácticamente me dejó sin fuerzas.
Tras unos segundos en los
que fui ajeno a todo lo que pasaba alrededor, volví en mí para encontrarme a
Moni totalmente fuera de sí, agarrándome el culo con una fuerza inusitada, y
tras un momento de silencio, sentí cómo su cuerpo se encrespaba, y de su boca
salió un sensual gemido “in crescendo”, en un principio casi inaudible, que
terminó convirtiéndose en un terrible grito ahogado de placer.
-
Joder… - la escuché decir con anterioridad
a un par de breves sacudidas de su cuerpo.
-
Ahora yo, me voy a correr, me voy a correr
– empezó a decir tensamente Jose.
Yo ya me había corrido,
Moni se había corrido otra vez, y ahora le tocaba el turno a él, y decidí
apartarme de su mujer para dejarle todo el espacio posible a su disposición.
-
Me voy a correr, me voy a correr – siguió
diciendo.
Y por fin se corrió.
Cerró los ojos en una
mueca de tensión emitiendo un gruñido más cercano a lo animal que a lo humano,
corriéndose en el interior de la vagina de su mujer, que recibió su semen con
un ahogado gemido, y una apariencia gestual y corporal de extrema relajación,
como si ya estuviera satisfecha sexualmente y no fuera capaz de seguir
follando.
Por fin los tres habíamos
satisfecho nuestras necesidades sexuales, y yo, tumbado en la cama observando
al matrimonio que me había acogido, no sabía muy bien cómo actuar.
Jose se apartó de su
mujer y se puso en pie, no así Moni, que se mantenía inerte sobre la cama con
mi corrida esparcida por su cuello y por sus tetas, y estirándose su brillante
coño con una mano, dónde se podía observar el semen de su marido resbalando
procedente de su vagina.
-
¿Qué tal? ¿Te ha gustado? – preguntó Jose
a su mujer, secándose el sudor con una pequeña toalla.
-
Sí… - contestó en un susurro Moni,
mirándome sonriente – muchísimo… - continuó riendo abiertamente.
-
Pues por mí…repetimos cuando queráis… - me
aventuré a proponer sonriente y envalentonado por la evaluación de Moni.
-
Entonces, seguro que quedamos… - zanjó
Jose.
Y después de ese día
repetimos innumerables veces…