miércoles, 2 de abril de 2025

Mi primera vez con un matrimonio liberal

¡Muy buenas amig@s!

Hoy toca relato, y siguiendo la idea que ya os comenté al contaros cómo fue mi primer trío, voy a seguir contándoos otra de mis primeras veces: mi primer matrimonio.

Por esa época yo tendría aproximadamente veinte años, y aún seguía deseando cumplir una gran fantasía: hacer un trío con un matrimonio.

Como persona inquieta que soy, me puse manos a la obra. Me di de alta en multitud de páginas de contactos de tipo liberal, y contacté con algunos miembros, pero el tiempo pasaba y no concretaba ninguna cita, hasta que un buen día, al entrar en mi perfil de una de estas páginas, me encontré con un mensaje que me dio buena espina.

Me había escrito un usuario llamado MoniJose, una pareja de una ciudad cercana a la mía, y decía algo así:

“Hola! Nos ha gustado tu perfil, ¿podemos hablar?”

Sin dudarlo un solo momento, contesté a su mensaje diciendo que por supuesto que sí y les dejé mi número de teléfono para contactar más fácilmente.

Pasé varios días entrando frecuentemente a esa página, esperando ansioso la respuesta de este usuario, pero no tenía ninguna noticia. Al parecer, aquello había terminado antes de empezar.

Pero un día sonó el teléfono. La llamada era de un número que no conocía, y tras responder y escuchar solamente ruido, se oyó una voz de mujer:

-        ¡Hola! ¿Eres R?-

-        Sí, soy yo…y tú… ¿quién eres?

-        Yo soy Mónica…te escribimos en una página…

-        ¡Ah sí! ¡Claro! - Mi corazón se había puesto a palpitar a mil revoluciones - ¿Qué tal?

-        ¡Muy bien! -la escuché reír- Te llamaba por si te apetecería quedar esta semana… ¿Qué tal el martes?

-        ¡Perfecto! – no tenía ni idea de si me venía bien o no, pero no pensaba dejar pasar esa oportunidad- ¿A qué hora y dónde queréis que nos veamos?

-        ¡Qué bien! ¡Tenemos muchas ganas de conocerte! – me respondió con gran efusividad- Podemos quedar por la mañana…tenemos que trabajar por la tarde…y tendrías que venir tú aquí, porque después tenemos que ir a buscar a los niños… ¿te importa?

-        No, no…para nada, no os preocupéis que voy yo a visitaros- una vez más respondí sin ni siquiera pensar que tendría que desplazarme a su ciudad.

-        ¡Genial! Por lo demás no te preocupes, nos ocupamos nosotros de todo, tenemos sitio para conocernos…Te tengo que dejar…nos avisas el martes y te vamos a buscar, ¿vale?

-        ¡Perfecto! ¡Hasta el martes!

Tenía el corazón tan acelerado por los nervios que pensaba que me iba a explotar el pecho, pero… ¡Por fin tenía una cita!

Esta realmente exultante, por fin iba a hacer mi sueño realidad, pero con el paso de los días, mi estado de ánimo fue cambiando, empecé a pensar en lo que me encontraría, en cómo serían físicamente, reflexionaba sobre el hecho de haber quedado con gente de la que no sabía nada, que me podría pasar algo malo, que el sueño podría convertirse en pesadilla…intentaba no darlo vueltas, autoconvencerme de que todo iba a salir bien, pero era imposible, las dudas no hacían más que crecer.

Y por fin llegó el martes. Llegó el gran día.

Aún no había abierto los ojos y ya empecé a darle vueltas a todo aquello, lo pensé tanto que llegué a decidir anular la cita, pero cambié de idea cuando encendí mi móvil y me encontré un mensaje de Mónica:

“Hola! Sigue en pie vernos hoy?”

“Por supuesto, en cuanto coja el autobús os aviso”

“Genial! Tenemos muchas ganas de conocerte. Avísanos para irte a recoger”

A día de hoy todavía no sé explicarme a mí mismo por qué respondí así a Moni, hubiera sido muy fácil no contestar, poner cualquier excusa, incluso no acudir, pero acababa de hacer todo lo contrario de lo que había decidido, supongo que por la demostración de interés que había mostrado esa desconocida mujer al escribirme, o por parecer buena gente, no lo sé, pero tras esa breve conversación a través de SMS, me sentí con una seguridad en mí mismo que no había tenido en toda la semana, así que me levanté de la cama, me vestí para causarles una buena primera impresión, desayuné y con una piadosa mentira, me despedí de mi madre dirección a la estación, donde cogí el autobús con destino a la aventura.

El trayecto era corto, pero nada más subir empezaron de nuevo a rondar por mi cabeza los oscuros presagios en los que llevaba pensando durante toda la semana, mi recién estrenada seguridad se había hecho añicos y buscaba desesperadamente una salida honrosa al problema en el que me había metido, pero, por otro lado, me decía a mí mismo que ese era un sueño en el que llevaba mucho tiempo trabajando y ahora no podía echarme atrás, porque de hacerlo, me arrepentiría para toda mi vida, y justo cuando parecía prevalecer esta última idea, me llegó un sms.

-        Hola! Ya estás en el autobús? Besos.

Era Moni. Eso era justo lo que necesitaba para tomar una decisión.

-        Sí! Perdona, se me pasó avisaros. Llegaré en 20 min más o menos.

La suerte estaba echada, ya no había ninguna posibilidad de volverse atrás, y para confirmarlo, Moni me volvió a escribir.

-        Qué bien! Pensábamos que te había ocurrido algo. Ya salgo con Jose a buscarte. Te esperamos en la cafetería de la estación.

Ese último mensaje fue como tomarme un Valium, fue el hecho que me hizo ver que la suerte estaba echada, que no había ninguna posibilidad de echarse atrás, y que lo único que podía hacer es disfrutar a tope de lo que fuera que pasara, y fue cuando por fin llegué a la localidad de mis anfitriones y me bajé del autobús para dirigirme directamente a la cafetería, cuando empecé a sentir algo diferente a lo que venía sintiendo durante toda la semana: nervios.

Sentía mi estómago revuelto, incluso temblores, y con cada paso, los latidos de mi corazón se aceleraban, tanto que al abrir la puerta de la cafetería ya se habían convertido en terribles mazazos en mi interior, ya estaba dentro y el local estaba semivacío, eché una ojeada a las mesas, que estaban ocupadas por personas solas o acompañadas, pero todas cargadas con alguna maleta, y descartadas las mesas, me fijé en la barra, donde una pareja con ropa deportiva estaba sentada en las banquetas, una pareja que encajaba en la descripción que me había dado Moni y que en ese momento me estaba mirando.

Tenían que ser ellos.

-        ¡Hola! – les saludé con una extraña seguridad cuando llegué a ellos.

-        ¡Hola! ¡Eres R! ¡Yo soy Moni! – me respondió una rubita con cara sonriente, dándome dos besos y abrazándome.

-        Hola, yo soy Jose – fue el lacónico saludo del hombre que estaba junto a ella, dándome la mano de una forma mucho más seria y mucho menos efusiva.

-        ¿Qué tal el viaje? ¿Todo bien? ¿Quieres tomar algo? – me empezó a preguntar a bocajarro la mujer que acababa de conocer.

-        No, no te preocupes, de verdad, estoy bien – respondí, sin saber cómo continuar.

-        Pues entonces vámonos, tenemos el coche aquí al lado – propuso el hombre.

 

 

 

 

 

 

No pensé en las posibles consecuencias que podría haber tenido rechazar su invitación a montar en su coche, pero tampoco me dieron tiempo a pensármelo, ya que inmediatamente se pusieron en pie y salimos de la cafetería, en cuya puerta se encontraba aparcado el coche.

Me senté en el asiento trasero junto a Moni, y ya iniciado el viaje me dio por pensar a donde me llevarían, entrándome de repente un gran desasosiego por lo que pudiera pasar, pero esa terrible sensación no tardó en desaparecer, ya que Moni se mostró enormemente extrovertida y resultó ser un derroche de simpatía, no dejaba de hablar y de interesarse por mí, lo que me transmitió una gran tranquilidad, y empecé a pensar en lo que había ido a hacer allí y a observarla fijamente.

Tenía algo más de 40 años, medía cerca de 1,70 y su complexión era normal. Llevaba una media melena morena mechada de rubio y poseía un aspecto alegre y amigable, gracias a una perenne sonrisa compuesta por unos dientes pequeños y unos labios finos, una expresión que se acrecentaba por su nariz chata y sus ojos castaños claros, todo ello enmarcado en un rostro redondeado y potenciado por sus prominentes pómulos.

Vamos, que no estaba nada mal.

Durante el trayecto, también Jose se fue abriendo un poco más, participando en la conversación, empezándome a parecer mucho más simpático de lo que me había parecido al principio.

Gracias a la atmósfera que se había ido generando durante el viaje, me sentí seguro y tranquilo, y por fin llegamos a nuestro destino, un piso a las afueras de la ciudad.

Era una vivienda con una decoración actual, pero lo que más me llamó la atención fue el absoluto desorden que reinaba allí.

-        Ven, vamos al dormitorio – propuso Moni, iniciando el camino.

Mansamente, la seguí. Sin lugar a dudas, ese era el rincón más ordenado de la casa.

-        Espéranos un minuto, ¿vale? – dijo Moni – Ponte cómodo.

Ambos desaparecieron en el baño de su cuarto y me dejaron solo en el lugar más íntimo de su casa.

No sabía muy bien qué hacer ni cómo comportarme, así que mientras escuchaba correr el agua de la ducha, y rumores de conversación entre Jose y Moni que no llegaba a comprender, me dediqué a observar la habitación y a mirar por la ventana, hasta que por fin escuché abrirse la puerta del baño.

Por esa puerta apareció Moni con un salto de cama negro trasparente, dejando vislumbrar sus pechos y sus bragas negras, y esa visión me supuso una erección prácticamente instantánea.

- ¿Aún estás vestido? – susurró Moni, acercándose a mí saltando por encima de la cama – Quítate la ropa anda… - añadió, aunque no me dejó hacerlo, ya que al terminar la frase, ya se encontraba frente a mí, y ella misma me quitó la camiseta, tras lo cual, empezó a besarme el torso.

-          Qué fuerte estás…no tienes nada de barriga…me gustas mucho… - susurraba.

De momento la estaba dejando hacer, me gustaba por donde iba y no tardé en comprobar donde quería terminar, porque a renglón seguido, me desabrochó el cinturón y los botones del pantalón con una enorme maestría.

A la vista de la rapidez con la que se desarrollaban los acontecimientos, pasé a la acción y mi mano se coló por debajo de su salto de cama, acariciando una de sus tetas.

Moni no paró ahí. Tras desabrochar todos los botones de mi pantalón, me los bajó, y sin ningún tipo de cortesía, me bajó los calzoncillos ajustados que llevaba, saltando mi polla totalmente dura al exterior como si se tratara de algún juguete de resorte.

-        Vaya polla…me gusta mucho…- comentó Moni sonriente, agarrándomela con fuerza, como si se la fuera a escapar, tras lo cual, echó para atrás toda la pielecilla de mi pene y empezó a pegarle lametazos al capullo, hasta que por fin se la metió en la boca, empezando a mamármela colocada a cuatro patas sobre la cama.

-        Bueno, si ya habéis empezado…-

Era José, que en ese momento salía del baño totalmente desnudo, y lo primero que vio fue a su mujer chupándomela, y a mí, sobándola las tetas.

No soy muy dado a ofrecer cumplidos a los órganos genitales masculinos, pero tuve que reconocer que Jose tenía una buena tranca, y a la vista de su erección, parecía estar dispuesto a usarla.

Y no me equivocaba, porque sin decir ninguna palabra más, se colocó tras Moni y empezó a acariciarla el coño observando cómo su mujer me la chupaba.

-        Joder cómo estás ya…- comentó al poco de empezar a tocarla.

A modo de respuesta, Moni se giró sonriente sin soltar mi polla, y tras este pequeño descanso, se la volvió a meter en la boca para seguir chupándomela.

Moni me estaba haciendo una maravillosa mamada bajo la atenta mirada de su marido, acoplaba sus labios perfectamente a mi polla, pasando de vez en cuando su lengua por todo el tronco de mi polla y utilizando su mano como forma de apoyo a su labor, y en ocasiones, como sustituto de su boca, me estaba haciendo disfrutar tanto que casi sin darme cuenta, estuve casi a punto de correrme, por eso, sin decir nada, se la saqué de la boca y me senté en la cama para darme un pequeño descanso y aprovechar para desnudarme por completo.

No quería hacer el ridículo.

Al apartarme de Moni, ella se acercó para darme un rudo y salvaje beso en la boca, metiéndome la lengua hasta dentro con auténtico deseo, al cual respondí de la misma forma, pero no tardó en descubrir que su boca iba a ser rellenada por algo de mayores dimensiones que mi lengua, y es que Jose había dado la vuelta a la cama y se había colocado delante de nosotros, tras lo que, sin ningún pudor, dirigió la cabeza de su mujer hacia su órgano falo, y mansamente, empezó a chupársela como antes había hecho conmigo.

En ese momento me estaba sintiendo como si estuviera dentro de una película porno, a medio metro de mí tenía a mi compañero en este viaje sujetando la cabeza de su mujer, quien se la chupaba con auténtica devoción.

-        La chupa muy bien, ¿verdad? – preguntó Jose dirigiéndose a mí.

-        Ufffff…- respondí sonriendo pícaramente y alargando mi mano para sobar sus tetas – la chupa genial…

Aquel cumplido gustó a Moni, quien me miró sonriente, y estiró su mano para agarrar mi polla con firmeza, masturbándome mientras se la chupaba a su marido, aunque no tardaron en intercambiarse los papeles, chupándomela a mí, y cascándosela a Jose, que al parecer no quedó satisfecho con el cambio, ya que un momento después, abrió las piernas de su mujer con la clara intención de penetrarla.

Moni adivinó su intención, y abandonándome por completo, se tumbó mansamente en la cama, con las piernas abiertas y dejando el paso franco a su marido, quien no se hizo de rogar, ya que, tras introducirla dos dedos en la vagina sin ninguna contemplación, pareció quedar satisfecho con el grado de lubricación de su mujer, e inmediatamente se agarró el pene y la penetró exhalando un sonido similar al que podríamos hacer cualquiera de nosotros al tumbarnos en el sofá tras un duro día,

Moni recibió este primer pollazo entrecerrando los ojos y colocando los labios en forma de “o”, haciendo pinza con sus piernas alrededor del cuerpo de Jose, quien poco a poco iba horadando el coño de su mujer, hasta que una vez que tuvo acoplada su polla a la vagina de Moni, aceleró el ritmo.

Ver a una pareja follando delante de mí sin ningún pudor me estaba resultando tan novedoso y excitante, que me había olvidado por completo de que había ido hasta allí para algo más que mirar, así que me tumbé al lado de Moni, quien en ese momento se encontraba con la cara girada, los ojos cerrados y la boca semiabierta, y me puse a comerla las tetas.

Al sentir Moni mi lengua recorriendo sus pechos, y mis labios lamiendo sus pezones, su respiración se hizo más pesada y audible, y agarró mi cabeza como queriendo asegurarse de que no la retirara.

-        Chúpala las tetas, eso la pone mucho – me aconsejó Jose como portavoz de su mujer, que seguía follándola.

Siguiendo el consejo de su marido, agarré ambas tetas y me las llevé a la boca, lamiendo y absorbiendo sus bonitos y oscuros pezones, haciéndolos crecer a medida que mi lengua jugueteaba con ellos.

En un momento dado, Jose cogió las piernas de su mujer y las apoyó en su torso, una maniobra que seguí con atención, y una vez que la volvió a penetrar, el cuerpo de Moni se puso en tensión y lanzó un primer gemido.

Jose aceleró su ritmo haciendo que Moni votara en la cama, disfrutando de mis caricias y de las envestidas de su marido con ojos y boca cerrada hasta que pareció descubrir que yo me encontraba junto a ellos, y tras mirarme fijamente, alargó su mano en busca de mi polla, una labor que facilité al colocarme de rodillas a su lado, y una vez conseguido su objetivo, empezó a cascármela con gran brusquedad. 

Jose se cansó pronto de esta postura, y apartándose de su mujer, la ordenó que se colocara a cuatro patas.

Lentamente, Moni se colocó como la ordenó su marido, apoyando los codos en el colchón a la espera de la llegada de Jose, quien, tras propinarla un sonoro azote en el trasero, agarró sus caderas y la penetró, arrancando un largo y audible gemido a su mujer.

Tumbado en la cama, me dediqué a observar a Moni recibir las potentes envestidas de su marido con los ojos cerrados, la boca medio abierta y el pelo cayéndola en la cara, notando como su respiración se hacía mucho más pesada, deteniéndome en la forma en la que su pequeña barriga se agitaba, al igual que sus pequeñas tetas, las cuales pasé a sobar como lo estaba haciendo anteriormente, acercándome a la pareja que estaba follando ante mí.

Pero allí había ido a jugar y no solo a toquetear, así que no tardé en colocarme de rodillas frente a Moni, que en cuanto vio mi polla a su alcance, la agarró con la boca y empezó a chupármela con ansia, acoplando sus labios al tronco de mi pene y utilizando tan solo la fuerza de su cuello para darme placer.

-        Joder que puta eres, cómo te gusta comer pollas… - declamó Jose dirigiéndose a su mujer, tras lo cual la dio otro par de azotes en el trasero y redobló sus esfuerzos penetrándola, aumentando la velocidad.

El efecto fue instantáneo.

Moni empezó a gemir primero de una forma casi inaudible, interrumpiéndose para mamármela, pero pronto fue como si abrieran las compuertas de una presa, sus gemidos pasaron a ser de corta duración y en un tono agudo, uniéndose a ella su marido con unos extraños sonidos más animales que humanos, aumentando la intensidad de sus penetraciones.

-        Te vas a correr, ¿eh?, te vas a correr ya, ¿eh, putón?, te vas a correr… - la animaba su marido.

Pero esos ánimos no la hacían ninguna falta a Moni.

Estiró el cuerpo como un gato, tratando de sentir la polla de Jose lo más dentro posible, y sus cortos gemidos fueron sustituidos por uno extremadamente largo y sugerente gemido, repetido por otro similar una vez recuperó el aliento.

-        Ya estabas tardando en correrte, zorrón… - comentó su marido, quien había parado sus acometidas para que Moni disfrutara de su primer orgasmo con su polla bien dentro, culminando su intervención con un nuevo azote en su culo y sacándosela una vez comprobó que se había terminado de correr.

En cuanto a mí, había presenciado en primera persona cómo se había corrido Moni, colaborando con mis caricias en sus pechos, e igualmente fui testigo de cómo se fue recuperando.

Mirándome con los ojos medio cerrados, parecía que se estaba despertando de la siesta, pero de repente pareció darse cuenta de que mi pene se encontraba cerca de ella, y se abalanzó sobre mi polla, mamándola salvajemente, como si hubiera hecho una apuesta para hacerme correr lo más rápido posible.

-        Toma, ponte un condón y fóllatela, que lo está pidiendo a gritos, ¿A que sí? – intervino Jose lanzándome un condón, mirando sonriente a su mujer.

Moni no abrió la boca, simplemente me miró sonriente, agitando su cabeza de arriba abajo en un sentido afirmativo, y no me hice de rogar.

Tras alrededor de veinte minutos de caricias y folleteo de otros, por fin llegaba mi turno.

Abrí rápidamente el condón, me lo coloqué ante la mirada expectante de Moni, que observaba el proceso de rodillas delante de mí, y una vez terminé mi tarea, la mujer que compartíamos se colocó sobre mí, haciendo que me tumbara en la cama, y con gran habilidad, agarró mi pene, se lo colocó en su coño, y se lo colocó en la entrada de su vagina.

Moni se penetró lentamente, sus ojos y boca entrecerrados se fueron abriendo a medida que mi polla resbalaba por su extraordinariamente lubricada vagina, en la cual, a pesar del “abrigo” de mi pene, sentí el extraordinario calor que emanaba de su interior, hasta que finalmente, viéndose totalmente cubierta de polla, lanzó un sonoro gemido que pareció hacerla despertar, ya que sentada sobre mí, se me quedó mirando fijamente y con cara de sorpresa.

-        Ya no vas a parar… - escuché la voz de Jose.

Me había centrado tanto en Moni, que me había olvidado por completo de su marido, quien tras volver al dormitorio, nos observaba follar secándose el sudor con una toalla y su amenazante polla totalmente erecta.

Su mujer no hizo ningún comentario, simplemente empezó a cabalgarme, primero lentamente, utilizando suaves movimientos de cadera, y poco después más rápido, apoyando sus manos sobre mi torso, jadeante por el esfuerzo y el placer.

Estaba disfrutando enormemente, mis manos iban alternativamente de su cadera a sus tetas, no tardando en unirse a los toqueteos Jose, que con una mano agarraba una de sus tetas y con la otra acariciaba su culo, intercalando algún azote.

En esos momentos, cabalgándome y con cuatro manos sobando cada rincón de su cuerpo, Moni empezó a jadear de una forma más intensa, y justo cuando ya salían de su boca algunos gemidos de placer, Jose se subió a la cama, poniéndose de pie sobre la cama, con un pie a cada lado de mi cabeza, y obligó a su mujer a alojar su pene en su boca, interrumpiendo así los sonidos de Moni.

Ahora podía disfrutar del tacto de las tetas y del culo de Moni para mí solo, la imagen del cuerpo de Moni botando sobre mi polla, y encima de mi cabeza, la de la entrepierna de Jose con la boca de su mujer alrededor de su pene, lo que podría parecer una situación ideal, pero lo cierto es que mi situación era bastante precaria, ya que los briosos botes de Moni provocaban cierta inestabilidad en su marido, y en mí, pánico a que se me cayera encima.

Por suerte, Jose debió de darse cuenta del peligro, ya que retirando su pene de la boca de su mujer, se colocó de rodillas a mis pies, y ante la indecisión de Moni, le explicó lo que quería.

-        Fóllatelo al revés y chúpamela.

En silencio, se dio la vuelta y se colocó en esta nueva postura, introduciéndose otra vez mi polla en la vagina lentamente, y disfrutando de la sensación de sentirse así penetrada tanto como yo de hacerlo, y tras emitir un sensual gemido, cogió la polla de su marido para metérsela en la boca e iniciar su mamada, moviéndose simultáneamente sobre mí.

Ahora era Jose quien sobaba las tetas de su mujer, mirándonos a ella y a mí alternativamente, observando a Moni chupársela mientras me cabalgaba con unos suaves y medidos movimientos de cadera, y yo, tumbado en la cama, agarraba con fuerza su precioso culo, disfrutando a ver cómo las paredes de su vagina acompañaban los movimientos de mi polla y cómo su flujo vaginal, mezclado con los componentes del condón, formaban una espuma brillante por el contacto de nuestros miembros, pero sobre todo, mis ojos se fijaron en su tentador ojete, el cual se abría y se cerraba con sus movimientos cada vez más rápidos, y cuyas vistas eran mejoradas gracias a que mis hábiles manos, estiraban sus glúteos.

Así que me lancé a él.

Cuidadosamente, empecé a frotarlo con el dedo, jugando con él, haciéndolo encogerse y estirarse, y provocando en Moni un pequeño estremecimiento tras el cual se echó aún más hacia adelante, facilitándome el trabajo y acelerando su ritmo de cabalgada.

Jose había empezado a gemir gracias a la habilidad feladora de su mujer, y justo en el momento en el que mi dedo se introdujo en el ano de Moni, se quedó parada emitiendo un largo gemido de placer, redoblando posteriormente su ritmo.

A partir de ahí, se empleó a fondo en la polla de su marido, quien volvía a emitir esos extraños gruñidos, e hizo que sus movimientos de cadera se volviera vertiginosos, el excitante chocar de su carne sobre la mía y el sensual sonido líquido de nuestros fluidos, me condujeron inconscientemente a gemir de placer, uniéndose a mí la propia Moni, que dejando a un lado a su marido, se había abandonado al placer de su segundo orgasmo con sus pequeños grititos, cortos y agudos, que culminaron con ella totalmente echada hacia adelante, un largo gemido de placer, y una pequeña sacudida de su cuerpo, que aún se mantenía anclado en mi polla.

Esa última actividad de Moni casi había provocado que me corriera, y debo decir que agradecía que ella se hubiera corrido antes para tomarme un pequeño descanso, porque quería que aquello durase todo lo posible.

Y aún iba a durar un poco más.

Tras este segundo orgasmo, Moni cayó junto a mí como si la faltaran las fuerzas, quedando en un estado de total relajación, un estado que nada tenía que ver con el mío, ya que estaba en un estado de excitación cercano al éxtasis, así que, aprovechando su cercanía, rodé sobre la cama y me puse a besarla, a acariciar su cuerpo, su culo, sus tetas…e hice bajar mi mano, palpando su vello púbico y llegando a su chorreante coño, por el que resbalaron mis dedos a lo largo de su raja y acabar introduciéndose fácilmente en su vagina, provocándola un fuerte suspiro.

Eso hizo revivir a Moni, y con la respiración agitada, una vez más me introdujo su lengua en la boca violentamente nada más sentir mis dos dedos agitándose en el interior de su vagina con la sana intención de masturbarla, pero no pude hacerlo durante mucho tiempo, ya que su marido volvió a entrar en acción.

Estaba disfrutando tanto del cuerpo de Moni que me había olvidado por completo de Jose, cuya presencia volví a sentir cuando se tumbó en la cama detrás de ella, y la noté cuando enlazó una de sus piernas con las de su mujer, haciendo que dejara abierto su pozo de placer, el cual fue inmediatamente ocupado violentamente por la polla de su marido, quien la penetró en un duro movimiento de cadera al que acompañó con uno de sus gruñidos, y que hizo que Moni lanzará un extremadamente sensual gemido y que su cuerpo se torsionara.

Ante este cambio de circunstancias, me centré de nuevo en acariciar sus tetas con firmeza y en lamer sus orejas y cuello, pero Moni parecía ausente, con su cuerpo tenso, recibía las terribles penetraciones de su marido gimiendo de una forma constante, formando una orquesta perfecta junto con los gruñidos de Jose y el golpeteo de su vientre chocando con el culo de su mujer.

Estaba disfrutando tanto de aquello que llegué a estar totalmente absorto y abandonado al placer, en esos momentos mi único fin en la vida era dar a Moni todo el placer del que era capaz, cuando sin esperarlo, sentí la mano de Jose acariciándome los genitales.

Esas caricias me hicieron volver a la realidad, nunca me había tocado un hombre de esa forma y me estaba haciendo sentir extraño, aunque preferí callarme y no decir nada, pero Jose no tardó en ir a más y me la empezó a cascar con una gran rudeza.

Me quedé cortado, incapaz de reaccionar, nunca me había masturbado un hombre y a esas alturas del polvo, tampoco esperaba que algo así fuera a pasar. Siempre he tenido muy clara mi orientación sexual y sabía que los hombres no eran lo mío, pero con Jose penetrando salvajemente a su mujer a unos centímetros de mí, sus gruñidos, los gemidos descontrolados de Moni, los ruidos de cuerpos entrechocando, el olor a sexo…todo ello había creado en mí un estado de excitación tal, que no solo no me importó este toqueteo homosexual, sino que me dispuse a disfrutarlo y así lo hice, aunque no por mucho tiempo.

Estábamos los tres dándonos placer mutuamente, cuando Jose emitió un gruñido aún más extraño de lo normal, sacó su pene de las interioridades de su mujer, y sin ningún protocolo, colocó a Moni a alcance de mi órgano falo, él mismo agarró mi polla, y me la colocó en la entrada de la vagina de su mujer para que tan solo tuviera que mover mi cadera.

Fue como entrar en el cielo.

Sujeté su culo, y con un simple movimiento de mi cintura, mi polla penetró por completo en la vagina de Moni, ayudada por la acumulación de flujo vaginal en su agujero de placer, uniéndose al sonido acuoso de mi pene entrando sin ninguna dificultad en su interior, un ahogado gemido de placer de Moni y el mío propio.

Sujeté su pierna y empecé a follarla de lado, cara a cara, observando como el rostro de Moni se transfiguraba en el retrato del placer, ojos cerrados, boca abierta y un gemido lago y sensual saliendo de ella. Me empecé a mover rápidamente, penetrándola sin piedad, yo intentaba besarla, pero Moni era ajena a todo, ajena a los rítmicos azotes de su marido, a las firmes caricias de éste en sus pechos, a las mías propias, solamente gemía centrada totalmente en su placer.

-        Córrete, puta, estás deseándolo, puta…- gritaba su marido sin soltar sus preciosas tetas.

Yo no hacía más que gemir, sintiendo cerca mi propio final, pero Moni estaba como loca, totalmente fuera de sí, y por fin llegó su momento.

Sus gemidos aumentaron en volumen y disminuyeron progresivamente en duración, hasta que en un momento dado, su cuerpo se estremeció, y por unos segundos solamente se escucharon en el dormitorio los golpes de mi vientre contra el suyo, mis gemidos y los improperios que la dedicaba su marido, unos segundos de ausencia de Moni tras los cuales de su boca salió un sensual grito de placer, tan largo que pensé que nunca acabaría.

-        Ya está corriéndose, ya… - me indicó Jose, como si no supiera lo que estaba ocurriendo.

A ese grito le siguieron un par de sacudidas de su cuerpo y otro par de gritos del mismo volumen pero mucho más cortos, y una vez hubo acabado, Moni quedó ausente, mirando al infinito, y yo mirándola fijamente, sin tener muy claro si debería de seguir follándola o no, pero la mujer que compartíamos no tardó en reaccionar abalanzándose sobre mí y metiendo su lengua bruscamente, como si pretendiera violar mi boca.

Su marido, espectador privilegiado del orgasmo que acababa de tener su esposa conmigo, pasó a la acción, y tras sacar mi polla del agujero de su mujer con cierta violencia, y ante la mirada expectante de Moni, la levantó una pierna, y manteniéndola tumbada de lado sobre el colchón de la cama, se agarró la pene y se lo metió hasta dentro sin ninguna contemplación, emitiendo uno de sus gruñidos y provocando un audible grito en su pareja,

Yo permanecía tumbado al lado de Moni, disfrutando de lo que estaba viendo, su rostro desfigurado por el placer seguía a un palmo de mi cara, respirando fuertemente, y agarrando mi mano tiernamente, apretándola con fuerza a medida que su marido la penetraba cada vez más rápido y cada vez más profundamente.

Los gruñidos de Jose se iban haciendo cada vez más potentes, y de pronto, Moni empezó a emitir el sonido “u” de una forma continuada, presionando mi mano con más fuerza, aunque no tardó en jadear como si estuviera ahogándose en un extraño estado de nervios y tensión, agarrándome simultáneamente la polla.

-        Córrete, córrete… - articuló Moni en un entrecortado susurro, quitándome el condón y masturbándome rápida y violentamente.

No quería correrme de esa forma, así que a la vista de su propósito y de mi extraordinario estado de excitación, me tomé la libertad de ponerme de rodillas junto a Moni, que en ese momento jadeaba sin parar, con el propósito de que me la chupara, y no se hizo de rogar, porque en cuanto se dio cuenta de mi intención, me agarró la polla y se la metió en la boca, mamándomela a trompicones, ya que en su estado de locura placentera, tan pronto gemía como se metía mi polla en su húmeda cavidad para chupármela de forma desesperada, eso sí, sin descuidarme en ningún momento, ya que sus manos hacían una labor igualmente placentera.

Pero Jose, tras dar dos tremendos azotes a su mujer, la hizo colocarse con la espalda pegada a la cama, y tras colocar sus piernas estiradas sobre su torso, la penetró nuevamente, exhalando Jose un indescifrable sonido, y arrancando a Moni un grito de placer, que a medida que su marido la follaba salvajemente, se transformó en pequeños gemidos.

-        Córrete en mis tetas, en mis tetas…- me gritó entrecortadamente Moni agarrando otra vez mi polla y cascándomela rudamente.

Me pareció una opción más que aceptable, así que me coloqué a horcajadas sobre Moni, agarré sus preciosas tetas, y yo mismo me puse a meneármela con ellas.

Su suave tacto sobre el tronco de mi pene me pareció maravilloso y no tardé en sentir cómo mi semen se iba reagrupando, los descontrolados gemidos de Moni y los extraños ruidos de Jose follándose a su mujer tras de mí, me transportaron directamente al éxtasis, tanto que, sin darme cuenta, yo mismo me había unido al coro que me rodeaba, sintiendo que llegaba mi momento.

-        Córrete, córrete… - me pareció escuchar a Moni entre gemido y gemido.

Y eso hice.

Me sorprendí a mí mismo lanzando un grito de placer al sentir cómo salía al exterior una primera y abundante ráfaga de semen, seguida de otras dos, igual de placenteras pero más escasas, y una última eyaculación que prácticamente me dejó sin fuerzas.

Tras unos segundos en los que fui ajeno a todo lo que pasaba alrededor, volví en mí para encontrarme a Moni totalmente fuera de sí, agarrándome el culo con una fuerza inusitada, y tras un momento de silencio, sentí cómo su cuerpo se encrespaba, y de su boca salió un sensual gemido “in crescendo”, en un principio casi inaudible, que terminó convirtiéndose en un terrible grito ahogado de placer.

-        Joder… - la escuché decir con anterioridad a un par de breves sacudidas de su cuerpo.

-        Ahora yo, me voy a correr, me voy a correr – empezó a decir tensamente Jose.

Yo ya me había corrido, Moni se había corrido otra vez, y ahora le tocaba el turno a él, y decidí apartarme de su mujer para dejarle todo el espacio posible a su disposición.

-        Me voy a correr, me voy a correr – siguió diciendo.

Y por fin se corrió.

Cerró los ojos en una mueca de tensión emitiendo un gruñido más cercano a lo animal que a lo humano, corriéndose en el interior de la vagina de su mujer, que recibió su semen con un ahogado gemido, y una apariencia gestual y corporal de extrema relajación, como si ya estuviera satisfecha sexualmente y no fuera capaz de seguir follando.

Por fin los tres habíamos satisfecho nuestras necesidades sexuales, y yo, tumbado en la cama observando al matrimonio que me había acogido, no sabía muy bien cómo actuar.

Jose se apartó de su mujer y se puso en pie, no así Moni, que se mantenía inerte sobre la cama con mi corrida esparcida por su cuello y por sus tetas, y estirándose su brillante coño con una mano, dónde se podía observar el semen de su marido resbalando procedente de su vagina.

-        ¿Qué tal? ¿Te ha gustado? – preguntó Jose a su mujer, secándose el sudor con una pequeña toalla.

-        Sí… - contestó en un susurro Moni, mirándome sonriente – muchísimo… - continuó riendo abiertamente.

-        Pues por mí…repetimos cuando queráis… - me aventuré a proponer sonriente y envalentonado por la evaluación de Moni.

-        Entonces, seguro que quedamos… - zanjó Jose.

Y después de ese día repetimos innumerables veces…