domingo, 29 de septiembre de 2024

Mi primer trío

¡Hola amig@s!

Hasta ahora os he ido contando mis aventuras sexuales sin seguir un orden cronológico, por eso he pensado que estaría bien que fuera publicando una serie de relatos que recogieran lo que se podrían llamar “mis primeras veces”, y como todo hay que empezarlo por el principio, hoy toca contaros cómo fue mi primer trío.

Tenía 19 años cuando todo pasó. En ese momento llevaba un par de meses saliendo con María Luisa, una chica de 18 años que, a pesar de no ser la mujer más atractiva del mundo, era una auténtica bomba sexual, siempre estaba dispuesta a follar y no solo eso, sino que lo hacía con auténtica pasión y, además, era una fabulosa feladora, todo era perfecto, pero nuestra relación tenía un gran problema.

Ese problema se llamaba Amor, su mejor amiga.

Las dos formaban una extraña pareja por su diferencia de edad, ya que Amor contaba con 23 años, cinco más que María Luisa, y eran tan inseparables como una pareja de siamesas, y ahí es donde radicaba el problema: era imposible tener intimidad.

Mis padres siempre me han ofrecido una gran libertad, y desde que tuve edad suficiente como para cuidar de mí mismo, no tuvieron problemas en dejarme solo en casa algún que otro fin de semana, unos días que como os podéis imaginar, siempre aprovechaba para follar, y ese no iba a ser una excepción, así que en cuanto la casa iba se quedó libre, escribí a María Luisa para comunicarla la noticia.

Su respuesta no tardó, pero no fue precisamente la que esperaba. Iba a venir con Amor.

Asimilé decepcionado que mi fin de semana se había ido al traste, y una vez que mi mal humor se fue disipando, bajé a hacer algunas compras acordes con el cambio de planes, pizzas, gusanitos y un abundante suministro de alcohol, tras lo cual me duché, me depilé mis partes íntimas, y rápidamente llegaron las ocho de la tarde, la hora a la que sonó el portero automático y llegaron a mi casa.

-        ¡Hola! Aquí estamos…- me saludó María Luisa sonriendo y dándome un beso en los labios.

-        ¡Hola guapo! - me saludó Amor, dándome dos besos en la mejilla como una buena amiga.

Ambas pasaron a mi casa y tras dejar los abrigos y los bolsos, se sentaron en los sofás, Amor en el que estaba a la izquierda, y María Luisa y yo en el de la derecha.

 

 

 

Puse un poco de música y abrimos las botellas, whisky para Amor, ron para María Luisa y para mí, y empezamos a charlar tranquilamente mientras íbamos dando cuenta de nuestra primera copa.

La conversación fluía y empezaron a aparecer las risas y la diversión, y contando anécdotas graciosas, terminamos la segunda ronda de copas y servimos la tercera, con un pequeño intermedio para comer una pizza, tras lo cual, con la intención de ir alegrándonos, saqué una botella de tequila para jugar a un pequeño juego de dados para beber.

Como todos sabéis, a esas edades somos capaces de bebernos hasta el agua de los floreros, y ese fue el mejor ejemplo…

El contenido de la botella desapareció rápidamente a consecuencia de este funesto juego, con el resultado de que Amor se bebió siete chupitos, María Luisa cuatro, y yo, no sé si afortunado o desafortunado, tan sólo uno. Y todo esto cuando ya habíamos terminado nuestra quinta copa…

Como consecuencia de ello, mis compañeras de juego estaban empezando a estar algo “pasaditas”, como denotaba el tono excepcionalmente alto en el que estaban hablando y la progresiva falta de vocalización, y debido a que entre las dos habían acaparado la conversación y no me dejaban entrar en ella, me puse a fijarme en María Luisa…y las ganas que tenía de follármela.

Ese día mi chica llevaba un vestido negro sin tirantes, conjuntado con botas altas del mismo color. Su ropa anunciaba lo que escondía: unas piernas rellenitas, caderas anchas pero firmes, una barriguita incipiente y unos pechos no excesivamente grandes, pero deliciosos. En cuanto a su físico, su pelo a escalas estaba teñido de negro azabache y en su rostro destacaba una boca grande de dientes blancos, rematada por unos labios en extremo carnosos.

Como os decía, mis compañeras estaban muy “animadas”, y las risas histéricas producto del alcohol se hicieron la nota dominante. En esas condiciones etílicas, rematamos la “cena” con un nuevo chupito y decidimos que era un buen momento para ir a alguna discoteca.

María Luisa y yo nos pusimos en pie, pero Amor, al intentar incorporarse, cayó de nuevo en sofá producto de su gran borrachera.

Su caída fue un número cómico para un público agradecido, ya que los tres empezamos a reír compulsivamente tras la caída y posterior petición de ayuda de Amor, que era incapaz de volver a levantarse por sí misma, hasta que finalmente, ante el ataque de risa de María Luisa, fui yo quien la recogió y ayudó a levantarse, agarrándola suavemente de la cintura.

Sé que suena raro e increíble, pero ese único contacto con su cuerpo me provocó una erección.

Y es que Amor no estaba nada mal. A pesar de ser algo gordita, apariencia reforzada por su baja estatura, tenía algo. Ese día llevaba un vestido gris de punto y de cuello alto que la llegaba a media pantorrilla, el cual esbozaba las redondeces de su cuerpo, aunque lo que de verdad tenía bonito era su rostro. Su cara era redonda, forma acentuada por su corte de pelo, melena a tazón justo por debajo de las orejas, y por unos graciosos mofletes que daban ganas de pellizcar, un aspecto redondo en general que completaban sus grandes ojos castaños y su boca de labios finos.

Una vez en pie, Amor se dirigió al baño haciendo unas tremendas “eses”, rozándose contra las paredes del pasillo…y yo puse mis ojos en su trasero, marcado por lo ajustado de su vestido.

Ese breve rato de intimidad lo aproveché para besar a María Luisa y magrearla un poco las tetas, pero ese momento de tranquilidad duró poco:

-        ¡¡¡Parejita!!! – gritaba balbuceante Amor, saliendo del baño - ¡¡¡Está lloviendo¡¡¡ - y ya en la habitación- ¿Qué hacemos? ¿A dónde vamos?

Tanto María Luisa como yo nos acercamos a la ventana para comprobar tristemente que efectivamente estaba lloviendo:

-        Vamos a esperar a que deje de llover…aunque tiene pinta de que va a estar así un buen rato…- observé.

-        Podríamos ver una película…- propuso María Luisa.

-        Vale, tengo un montón de DVDs ¿Qué queréis ver? - pregunté.

-        ¡¡¡Si son las doce!!! Como no veamos una peli porno, no sé qué vamos a ver…- bromeó Amor, riéndose ella misma su gracia.

-        Pues alguna hay…- contesté riéndome y siguiéndola la broma - ¿De qué la queréis ver? – añadí para saber hasta dónde llegaba la broma…

-        ¡De lo que sea! - contestó Amor verdaderamente animada- ¿De qué las tienes? –preguntó con vivo interés.

-        Ni lo sé – y nos echamos a reír tanto ella como yo- Si queréis ponemos el primer DVD que coja y a ver qué sale… - decidí, ansioso porque me dijeran sí.

-        ¡Venga vale! – saltó Amor realmente entusiasmada- Trae lo que tengas y yo la elijo-

Ante el total silencio de mi novia, que simplemente nos observaba a uno y a otra con la mirada achinada y una media sonrisa etílica, salí del salón casi corriendo, con miedo de que alguna de mis dos compañeras saliera de su sopor alcohólico y reflexionara dándose cuenta de que aquello era una locura, y a toda velocidad recogí mi estuche de películas porno y volví al salón.

Ambas seguían en pie donde las dejé, riendo nerviosamente.

-        ¿De qué la queréis ver? – pregunté a mi público, dándome cuenta al articular palabra de que yo también estaba afectado por el alcohol.

-        A mí me da igual…- respondió María Luisa riendo y con un tono de voz pastoso.

-        ¡Yo quiero ver negros! – contestó Amor riendo sin control y contagiándonos su risa a mi novia y a mí.

-        Pues alguna hay, pero no sé cuál… - traté de excusarme, abriendo el estuche y enseñándola los CDs que poseía- así que elige uno y a ver qué sale…

-        Pues este mismo… - dijo sacando uno de los discos- pero si no es de negros, que salgan rabos grandes, ¿eh? – añadió.

-        Aún no he visto una porno en la que salgan pollas pequeñas…- bromeé introduciendo el CD elegido en el aparato – a ver… ¡Pues tenemos una ganadora! ¿Te parece bien una orgía de negros y negras? – añadí malicioso, mirando a Amor.

-        ¡Sí, sí! ¡Pon esa! –contestó Amor totalmente exaltada.

No hubo nada más que discutir y me puse a colocar el CD en el reproductor mientras que Amor se dirigía a su sofá, tambaleándose y sujetándose a la mesa y al armario para evitar caerse de nuevo, visiblemente afectada por la gran cantidad de alcohol que habíamos tomado, y María Luisa se dirigió lentamente al otro, con una extraña sonrisa etílica en la cara.

Una vez finalizada mi labor, me senté al lado de mi novia, y apreté al play.

Empezó a sonar la típica musiquilla de este tipo de películas y apareció en pantalla un taller mecánico en el que trabajaban un grupo de negros.

-        ¡Vaya negrazos! – exclamó Amor.

María Luisa y yo nos reímos de su comentario, una risa mitad etílica y mitad nerviosa.

No tardaron en aparecer un poblado grupo de mujeres negras recriminándoles algo, no sé qué, mi inglés no era muy fluido en aquel tiempo y el argumento de este tipo de películas no me interesaba en exceso, y los negros, ofendidos por este ataque verbal, las llevaron dentro del taller.

En la siguiente escena empezó la acción.

Los negros, colocados en una ordenada fila, tenían a las chicas negras de rodillas chupándosela.

-        ¡Vaya pedazo de pollas! – volvió a exclamar Amor con la boca abierta ante lo que estaban viendo sus ojos.

Mi novia y yo nos volvimos a reír y continuamos haciendo bromas, creándose un ambiente muy distendido gracias al alcohol y la confianza que se estaba creando entre los tres, pero tras estos momentos de diversión, llegó el silencio.

En pantalla ya aparecían las primeras imágenes de las negras siendo folladas por sus compañeros y nadie decía nada. Amor miraba la película con total atención, como si estuviera viendo una obra maestra del cine contemporáneo, mientras que María Luisa veía esas escenas de sexo con un vaso en su regazo sujeto con ambas manos, y con aire divertido.

Parecía que yo era al único al que la película le empezaba a traer sin cuidado, estar con dos mujeres viendo porno a solas me estaba provocando una enorme excitación, vamos, que tenía la polla dura como una roca, a la espera de que esa situación de “stand by” que se había creado avanzara de alguna manera satisfactoria sexualmente.

-        ¡Pobre chica! La van a reventar entre los dos…-

El comentario de Amor sobre la escena que aparecía en pantalla, la de una mujer recibiendo una salvaje doble penetración, hizo que tanto María Luisa como yo nos riéramos nerviosamente, como con miedo a que pudiera decir algo que fuera más allá de los límites que implícitamente nos habíamos impuesto, y aquello me hizo pensar.

Nunca me había visto en una situación como aquella y por aquellos entonces tenía dudas de que pudiera volver a vivirla, así que empecé a pensar, una vez más me veía entre el convencionalismo social, esa idea abstracta que nos prescribe lo que estaba bien y lo que está mal, y mi desatada curiosidad sexual, esa fuerza de la naturaleza que me empujaba a disfrutar del sexo en todo momento, y si algo tenía claro era que ésta era una de esas oportunidades que si no la aprovechaba, me lamentaría durante toda mi vida, así que me decanté por la opción correcta, que era la de disfrutar del sexo sin complejos.

Tenía claro que ninguna de mis compañeras iba a tomar la iniciativa de romper ese extraño equilibrio que se había creado, como si ver una película porno con otras personas fuera lo más normal del mundo, así que iba a tener que ser yo el que de alguna forma agitara aquello.

Y lo primero que hice fue colocar mi mano derecha en la rodilla de mi novia.

Ese era un gesto neutro que no implicaba nada, y como tal lo recibió mi pareja, que simplemente giró su cabeza hacia mí, sonriendo alcoholizada, alagada por ese despliegue de cariño repentino.

Pero mi intención era mucho más lujuriosa.

Con mi mano en un lugar tan estratégico, empecé a acariciarla la rodilla, e inocentemente, aprovechando el pequeño vuelo de su vestido negro, extendí las caricias a su muslo, hasta que lentamente, y casi de forma imperceptible, llegué a la parte alta del mismo, en una zona cercana a su entrepierna.

Llevaba un rato acariciando esa misma zona, dudando sobre si continuar o no dada la pasividad de mi novia, pero, para mi sorpresa, ella respondió a mis caricias colocando su mano en mi muslo, muy cerca de mi bragueta.

Aquello pintaba bien…

A modo de comprobación, mi mano se aventuró a ir un poco más allá, y, demorándome por un momento acariciando la cara interna de su muslo, alcancé la tela de su ropa interior. Una vez ahí, mi dedo índice fue dibujando la forma de la vagina de María Luisa lentamente, sin prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo, sintiendo como poco a poco su flujo vaginal humedecía su ropa interior.

Aquello la estaba excitando sobre manera, reaccionaba a mis avances con apretones en mi pierna, y sabía que había sustituido su inicial interés por la película por algo mucho más cercano…

Amor, sentada a nuestra izquierda y con aspecto alcoholizado, seguía inmersa en la película con un inusitado interés y no se estaba enterando de lo que estaba ocurriendo a apenas un metro de ella, estaba excitadísimo y totalmente desmelado, quería que aquello fuera a más, y aprovechando que llevaba ya un buen rato con una terrible erección, agarré dulcemente la mano de María Luisa y me la llevé a la entrepierna.

Eso la hizo volver en sí, me miró inicialmente con aire sorprendido, pero inmediatamente sonrió y volvió a girar la cabeza hacia la televisión, como avergonzándose de lo que estaba empezando a hacer, que no era otra cosa que acariciarme la polla por encima del pantalón.

Aquello me la puso aún más dura, sentía que en cualquier momento iba a reventar el pantalón, empezaba a sentir que no había nada más en el mundo que aquella habitación, y ahora ya sí, mi mano atravesó la última frontera, sorteé la tela de la ropa interior de mi novia y sentí el tacto de su coño, primero acariciándolo de arriba abajo, comprobando su lubricación, y después introduciendo un dedo en su vagina, que estaba chorreante.

En cuanto se sintió penetrada, María Luisa se estremeció, pero siguió tratando de mantener la compostura, lo cual empezó a resultarla complicado cuando mis dedos se aproximaron a su clítoris y empezaron a acariciarlo suavemente, esparciendo con movimientos circulares su líquido vaginal por tan sensible parte. No tardó en cerrar lo ojos y dejarse llevar, su mano desabrochó hábilmente varios botones de mi pantalón y se coló por debajo de mis calzoncillos para agarrar firmemente mi durísima polla y empezar a acariciármela, como queriendo cerciorarse de su tamaño y estado.

A esas alturas, era imposible que Amor siguiera sin enterarse de lo que estaba pasando justo a su lado, pero, por increíble que parezca, seguía enfrascada en la película pornográfica de la televisión sin prestarnos atención.

Pero no tardó en llegar un punto en el que ya fue imposible que siguiera ajena a nosotros.

María Luisa, con la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados y con las piernas abiertas de par en par, sacó mi pene del pantalón por la abertura de la bragueta y empezó a masturbarme con fuerza y decisión, sabía que en ese momento ella ya se había rendido al placer y mis caricias se hicieron mucho más rápidas y precisas en torno a su clítoris, de tal forma que al ruido originado por las pulseras de mi novia al cascármela, se unió el sonido líquido de su coño, una sinfonía que finalmente había hecho que Amor se fijara en nosotros, y de repente, como si pretendiera evitar que su amiga pudiera decir nada, María Luisa lanzó un terrible gemido que por un momento la hizo volver en sí.

Con los ojos semicerrados y el rostro contraído por el placer, miró a su amiga, ésta la miró a ella, después me miró a mí, y sintiendo la aprobación del jurado, se abalanzó a mi polla para mamármela.

La agarró y echando hacia atrás el prepucio todo lo que pudo, pasó la lengua por mi glande, interrumpiéndose para besarlo, mientras que yo, para facilitarla el trabajo, me terminé de desabrochar el pantalón y me lo bajé como pude hasta los tobillos junto con mis calzoncillos, ansioso por recibir una de las extraordinarias mamadas de mi novia bajo la atención de un público escogido, y es que Amor, tras un primer momento de sorpresa, no se escandalizó, no protestó, ni siquiera abrió la boca, simplemente observaba a su amiga cómo me la chupaba.

María Luisa se aplicó a lo suyo, se metió en la boca toda la polla que pudo y empezó a mamarla sin ayuda de las manos, cabeza arriba y cabeza abajo, sus labios se cerraban en torno a mi pene de una forma perfecta, para posteriormente colocar sus labios en torno a mi glande y seguir succionando, dándose pequeños descansos para lamer la punta con su lengua sin sacársela de la boca, y pasar de nuevo a metérsela tan adentro como pudo, sintiendo como su saliva empezaba a recorrer el tronco de mi polla.

Tras este primer atracón, mi novia se apartó, mirándome retadoramente mientras se limpiaba sus propias babas de la boca, y acepté el reto, eché abajo la parte superior de su vestido y saqué de su negro sujetador sin tirantes sus turgentes tetas recién salidas de la adolescencia para llevarme a la boca el anaranjado pezón de una, y sobar a mi gusto la otra.

Este primer contacto provocó en ella un nuevo estremecimiento seguido de un suave gemido, sabía que la encantaba que la trabajara las tetas, así que me mantuve un buen rato acariciándolas y lamiéndolas, haciendo endurecer sus pezones, dejándola disfrutar con este pequeño placer.

Tras un rato demorándome en su delantera, me puse en pie y me terminé de desnudar ante su atenta e inquisitiva mirada, si bien noté como sus ojos terminaron desviándose a su izquierda, llevándose su dedo índice a la boca y dándose un aire misterioso.

Yo también miré a la izquierda, donde estaba Amor.

Se encontraba en el mismo hueco del sofá donde llevaba toda la noche, pero su postura no era la de una entusiasta espectadora, estaba recostada en el sofá, con las piernas abiertas de una forma muy poco decorosa, y acariciándose las tetas por encima del vestido sin perder detalle de lo que hacíamos María Luisa y yo.

Satisfecho con lo que vi, me agaché ante mi novia y, mientras besaba la cara interna de sus generosos muslos, metí mi mano entre las costuras del tanga negro llevaba y se lo saqué.

María Luisa me esperaba con las piernas abiertas de par en par y el vestido recogido por la cintura, así que volví a recorrer con mi lengua el camino de sus piernas y los alrededores de su completamente depilado coño y empecé mi faena, abriéndoselo y lamiendo lentamente su clítoris, de arriba abajo, y después en movimientos circulares, para seguir recorriendo con mi lengua la línea horizontal de su coño y terminar dejándola dando vueltas en su vagina, degustando el abundantísimo flujo vaginal que emanaba del mismo como si de una fuente se tratase.

Tras esta primera ronda, introduje dos dedos en su vagina para preparar el hueco que iba a albergar mi polla, los cuales entraron resbalando perfectamente acompañados de un gemido de mi novia, quien acompasó su respiración a los movimientos de mis apéndices dentro de ella.

Mi lengua acudió en ayuda de mis dedos, trabajando firmemente el clítoris de María Luisa, quien la recibió con un nuevo gemido que se hizo reiterado a medida que mi lengua aceleraba sus movimientos alrededor de su clítoris y  de mis dedos en su vagina.

Simultáneamente a que plantara ambas manos en mi cabeza, los gemidos de mi pareja no tardaron en ser sustituidos por sus característicos “¡Ay!”, unos lamentos de placer cortos, agudos y sugerentes al principio, que subieron en volumen y longitud rápidamente.

-        Métemela, métemelaaaaaaa…-

Me propuso repetidamente María Luisa, aunque a la vista de la presión que ejercía en mi cabeza contra su coño, sus palabras contradecían sus verdaderos deseos, por lo que seguí con lo que estaba, lamiendo su clítoris a toda velocidad, sin saber cuento podría aguantar, y agitando los tres dedos que la habían cabido en la vagina, todo lo cual originó que el conjunto de mi saliva con su extraordinario flujo vaginal resonara e incluso me salpicara la barbilla.

De repente, se interrumpió su placentero lamento, y tras un segundo de silencio, llegó un enorme suspiro, y sin dejar de masturbarla vaginalmente, aproveché que vertiginosamente retiró las manos de mi cabeza para observar cómo se corría.

Agarrando fuertemente el sofá con ambas manos, abrió la boca en forma de “o”, cerró los ojos, y emitió dos entrecortado “o” que parecían dejarla sin aliento, unidos a una serie de estremecimientos que la hicieron doblarse sobre sí misma.

No tenía sentido permanecer agachado ante ella, así que me puse en pie para observarla disfrutar de su orgasmo, que terminó con ella medio girada en el sofá, inmóvil y en un estado de completo relax, como si se hubiera quedado dormida tras un ataque fulminante de sueño, pero de repente, recuperó la verticalidad y se abalanzó violentamente a por mi polla, se la tragó casi entera y empezó a mamármela ansiosamente sin la ayuda de sus manos, como si deseara que me corriera instantáneamente.

Este ataque sorpresivo me hizo gemir, lo que pareció animarla a la vista de la aceleración de su cabeza, no hacía más que ver su melena yendo hacia adelante y hacia atrás formando una corriente de pelo sobre mi pene, hasta que paró y lentamente apartó su boca de mi polla, dejando un hilo de saliva entre mi miembro y sus labios.

En ese punto, me la empezó a cascar lentamente, mirando nuevamente a nuestra izquierda.

Por un momento había olvidado que Amor nos acompañaba en el salón…

Yo también miré, y lo que vi me excitó aún más de lo que ya lo estaba.

Nuestra amiga se encontraba totalmente abierta de piernas, repantingada en el sofá, y sin ningún pudor, algo que a estas alturas de la noche ya hacía tiempo que había desaparecido, tenía el vestido de punto recogido por encima de las caderas y su mano derecha agitándose por debajo de unas bragonas oscuras, mientras que la izquierda se movía por debajo de la parte superior de su ropa, sin duda, acariciándose sus tetas, y todo ello observándonos fijamente.

Tras estas mágicas vistas, me entraron unas ganas mortales de tenerla dentro de mi novia, así que la eché hacia atrás en el sofá, la abrí las piernas con cierta brusquedad, y sin ninguna ayuda, mi polla encontró el camino deseado.

No pude evitar emitir un largo gemido de placer al sentir mi polla entrando hasta el fondo de la vagina de María Luisa, quien al verse penetrada tan profundamente, me acompañó a coro, interrumpiendo su gemido:

-        Jooooooodeeeeeer…pero qué gorda está…

No respondí, simplemente me empecé a mover dentro de ella lentamente, sintiendo como las paredes de su vagina acariciaban mi pene, gimiendo a dúo con mi novia en cada una de estas primeras acometidas.

Poco a poco fui acelerando, escuchando el líquido sonido producido por el roce de mi polla en su interior, totalmente lubricado con su flujo vaginal.

-        Joder cómo tienes el coño…hoy te voy a follar como nunca te han follado…

Y con este comentario, me eché hacia adelante y aceleré un poco más. Mi novia había encontrado acomodo para sus piernas colocándolas en el borde de la mesa del salón y ahora los dos estábamos bien enganchados, María Luisa había cerrado los ojos y gemía entrecortadamente producto de mis embestidas, disfrutando de mis penetraciones y de los cuidados que estaba profesando a sus preciosos pechos, pero nos vimos interrumpidos por un ruido que había sonado a nuestra izquierda, y ambos miramos para saber qué lo había causado.

Era Amor.

En ese momento se encontraba de pie, el vestido de punto había desaparecido mostrando al mundo las redondeces de su cuerpo, y con las bragonas a la altura de las rodillas y el sujetador negro por debajo de sus tetas, había tropezado haciendo sonar el tacón de sus botas en el suelo al dirigirse a duras penas hacia nosotros, terminando por caer como un saco de patatas justo a nuestro lado, producto de la enorme borrachera que llevaba.

Aquella iniciativa de nuestra amiga me sorprendió gratamente, y a mi novia aún más, ya que con los ojos semicerrados no quitaba la vista de Amor, como a la espera de qué sería lo siguiente.

Por mi parte, y a la espera de los acontecimientos, volví a penetrar a María Luisa tal y como lo estaba haciendo, tratando de recuperar el ritmo perdido, y producto de ello, mi novia volvió a emitir ahogados gemidos, pero sin apartar la mirada de Amor, quien tras recomponerse como buenamente pudo, volvió a acariciarse el peludísimo coño y a sobarse sus generosas tetas mirando al infinito, como si ahora la diera vergüenza hacerlo a nuestro lado.

Sin embargo, si la vergüenza era la causa de lo que hacía, pronto la perdió.

En un momento dado, las miradas turbias de placer y alcohol de María Luisa y Amor se cruzaron, y como si a través de sus ojos llegaran a un acuerdo tácito, Amor se puso a acariciar los pechos de María Luisa, y ésta, al sentir que su amiga la estaba metiendo mano, no dudó en hacer lo mismo, agarrando uno de los pechos de Amor.

Viendo a las dos amigas toqueteándose las tetas, no quise ser menos, y también me uní a la fiesta, ocupándome del pecho que mi novia había dejado libre.

Por unos instantes, pareció que se paraba el tiempo, los tres explorábamos los cuerpos de los demás, todos nos mirábamos con caras desconcertadas, preguntándonos qué estaba pasando y qué hacíamos los tres metiéndonos mano de una forma tan imprevista, pero ninguno dejamos de hacerlo.

Lamenté ser yo el que interrumpiera ese momento mágico, pero mi postura sobre María Luisa no era nada cómoda, así que, tras ponerme de pie ante las miradas curiosas de mis compañeras, que no dejaban de tocarse entre ellas, me senté en el sofá y le dije a mi chica:

-        Fóllame como sabes…

No se lo pensó mucho, y como si estuviera bajo los efectos de un hechizo, lentamente se colocó sobre mí, y sujetando firmemente mi polla, ella misma se la metió hasta el fondo, lanzando un largo y sonoro gemido como banda sonora del recorrido de mi pene dentro de su vagina hasta llegar a su destino final.

María Luisa empezó a cabalgarme despacio, como tratando de acomodar mi polla en sus entrañas, y abstraída de lo que la rodeaba, miraba al techo con los ojos cerrados y gimiendo cada vez que ella misma se penetraba, mientras que yo acariciaba y lamía sus deliciosos y firmes pechos.

A nuestro lado, Amor se masturbaba en silencio, como pretendiendo quedarse al margen, pero una vez atravesada la frontera de disfrutar del tacto de su cuerpo, aquello estaba fuera de lugar, así que agarré uno de los pechos de María Luisa sin dejar de sobar el otro, y la miré fijamente ofreciéndoselo con ese gesto.

Amor fue hábil de entendederas, y tras un mínimo momento de desconcierto, se lanzó ávidamente a por la teta que la ofrecía, recostándose de lado para sobarla con ambas manos y pasar su lengua por el pezón con verdadera ansia, como si estuviera deseando que yo la diera la autorización para aquello.

Al sentirse atacada de esta forma, María Luisa volvió en sí y nos miró, como cerciorándose de lo que pasaba, y parece ser que aquello la agradó, porque automáticamente volvió a cerrar los ojos, y mirando al techo sin ver, lanzó un terrible gemido seguido de otros entrecortados al acelerar el ritmo con el que me cabalgaba.

Amor se masturbaba sin dejar de tocar y lamer la teta de María Luisa, y yo  tenía mis manos totalmente ocupadas, una sobaba una teta de María Luisa y la otra las de Amor, redondas, generosas, suaves, pero a la vista de que todo estaba consentido, mi mano se dirigió más al sur, en concreto al peludísimo coño de nuestra amiga, quien nada más sentir el contacto de otra persona en sus partes, abrió las piernas todo lo que pudo, dándome libre acceso para que la tocara lo que tuviera a bien, y eso hice, así que una vez orientado en la selva de pelo que era su coño, empecé a frotarla firmemente el clítoris.

Entre tanto, María Luisa no había dejado de cabalgarme, sus pechos turgentes rebotaban ante su ahora vertiginosa cabalgada, sus gemidos se habían vuelto extremadamente cortos y agudos, yo me centré en darla placer lamiendo su pecho y absorbiendo su extremadamente duro pezón, y Amor se había volcado con ansia sobre su otro pecho, hasta que, tras quedarse quieta y en silencio con mi polla bien dentro de ella durante un instante, se echó hacia delante y emitió un terrible gemido pegado a mi oreja que por poco me quedó sordo, seguido de otros gemidos más cortos y discretos, hasta acabar en hondas respiraciones, tratando de recuperar la compostura tras su segundo orgasmo.

Aquello era un tren que había descarrilado.

Tras correrse, las miradas de las amigas volvieron a cruzarse y esta vez fue María Luisa la que tomó la iniciativa, quien, tras acariciar con su mano el rostro de Amor a modo de aviso, se lanzó hacia ella para besarla.

Amor no la rechazó y las dos se fundieron en un apasionado beso que por un momento me dejó descolocado, pero aprovechando la ocasión, continué con la tarea que había dejado pendiente en el coño de Amor, quien de nuevo, al sentir mis caricias, me abrió de par en par la puerta de su tesoro más íntimo, y no solo eso, sino que apartó su boca de la de mi novia abriéndola como si fuera a gritar de placer, aunque ese grito se quedó en silencio.

María Luisa, tras observar que estaba masturbando a su amiga, y comprobar que a ésta la estaba encantando, se levantó y nos dio la espalda. Por un momento pensé que se había arrepentido de lo que estaba pasando, que follar con su novio y su mejor amiga había sido demasiado, pero no tardé en descubrir su verdadera intención cuando se sentó sobre mí de espaldas y se introdujo mi polla en el coño para cabalgarme en posición de vaquera inversa.

Me quité un peso de encima, y viendo que mi novia era autosuficiente suministrándose placer, me centré en Amor.

La estaba masturbando con fuerza, intercalando mis caricias en su clítoris con la introducción de dos de mis dedos en su vagina, algo que creo que la estaba encantando, ya que pronto su respiración se volvió agitada, cada vez más fuerte y arrítmica, ella me estaba dejando hacer lo que quisiera en su coño porque sus manos estaban ocupadas en acariciarse las tetas y estirarse los pezones, hasta que de repente, surgieron de su boca unos gemidos cortos y agudos, y simultáneamente, en un movimiento relámpago, dos dedos de su mano izquierda se introdujeron en su vagina y su mano derecha fue a agarrar el muslo de María Luisa, que se mantenía cabalgando mi pene lentamente, pero que no pudo evitar girarse para saber qué le pasaba a su amiga.

-        Más rápido, más rápido – me suplicó ansiosa.

Obedecí y mi frote en su clítoris pasó a ser vertiginoso, al igual que la salvaje forma en la que Amor se metía sus dedos en la vagina, hasta que por fin llegó su orgasmo.

Sus dedos quedaron clavados en sus entrañas, inmóviles, su otra mano se aferró con fuerza al muslo de María Luisa como quien necesita un apoyo para aguantar un gran dolor, y su boca y sus ojos se abrieron por completo, emitiendo un extraño lamento, como si en ese momento sintiera un enorme alivio tras un esfuerzo sobrehumano.

Tras correrse, Amor se quedó en reposo tratando de recuperarse de este fuerte orgasmo, y María Luisa volvió a menearse lentamente sobre mi polla, otra vez sentía cada uno de los recovecos de su vagina traspasados por mi pene, y volví a sobarla las tetas desde mi posición.

Mi novia volvía otra vez a gemir lentamente sin dejar de mirar hacia atrás, pendiente de su amiga, que yacía junto a mí tratando de recuperar la respiración…y no tardó en conseguirlo.

Sin que ninguno lo esperásemos, recuperó la vida y con extraordinarias dificultades se puso en pie, hasta tal punto que, tratando de quitarse las bragas, dio un traspiés y cayó sobre la mesa del salón en una posición muy poco decorosa, apoyándose como buenamente pudo en el borde de la mesa con las bragas por los tobillos.

Con anterioridad a todo lo que estaba pasando, nos hubiéramos partido de risa, pero a esas alturas de la noche ya no, todo se había escapado de nuestro control.

Sin embargo, viendo el estado de su amiga, que casi no podía tenerse en pie, María Luisa se levantó y se acercó a ella tratando de ayudarla, o eso creía, o tal vez Amor entendió mal su intención, porque al acercarse en su auxilio y conseguir ponerla en pie, Amor la plantó un morreo salvaje.

Y ahí estaba yo, con la polla durísima y reluciente del flujo vaginal de mi novia, observando boquiabierto la escena.

María Luisa sujetaba a su amiga por las caderas, mientras que Amor, con las bragas cómicamente por los tobillos, la manoseaba nerviosamente, sus manos tan pronto agarraban sus tetas como su culo sin dejar de meter su lengua hasta el fondo de la boca de mi novia, hasta que su mano fue hacia su coño.

María Luisa estaba en un punto en el que no le hacía ascos a nada, y en cuanto sintió el tacto de su amiga en sus partes más íntimas, colocó su pierna semiflexionada en el sofá para dejarla pleno acceso, lo que aprovechó Amor para empezar a frotar su coño con vigor, haciendo gemir a María Luisa, señal de que lo estaba haciendo bien.

Durante un tiempo me mantuve al margen, limitándome solamente a acariciar sus cuerpos, sobre todo sus culos, besándolos y lamiéndolos, dejándolas que se divirtieran solas, pero pronto me puse en pie deseoso de intervenir.

En ese momento, Amor se encontraba besando a mi novia y chupándola las tetas alternativamente, como inmersa en un éxtasis nervioso en el que no fuera capaz de decidirse por una cosa u otra, y masturbando a mi novia con verdadera saña, el movimiento de sus dedos en el coño de María Luisa era vertiginoso y Amor estaba arrancando a mi novia unos gemidos realmente escandalosos, trabados por los repetidos besos de Amor.

Mi novia estaba tan absorta en el placer que la estaba brindando su amiga que la pillé por sorpresa.

Ella estaba con una pierna sobre el sofá, con el coño totalmente abierto para Amor y echada hacia adelante dada la diferencia de altura con su amiga, cuando me acerqué a ella por detrás, y, haciendo que se echara un poquito más hacia adelante, se la metí.

Mi polla había resbalado totalmente dentro de su vagina, adaptándose perfectamente a mi pene y con un sonido líquido.

-        Aaaaaaaaaaaaaaaah – gritó María Luisa, echando hacia atrás la cabeza al verse penetrada de una forma tan brutal e inesperada.

De esta forma me empecé a mover dentro de ella sin ningún preámbulo, sujetando sus caderas con fuerza, el gozo tanto de María Luisa como mío era tal que ambos empezamos a gemir en distintas tonalidades, sus Ah de placer eran contestados con Oh por mi parte, como si estuviéramos haciendo el juego del eco.

Y ahí estaba Amor.

Por un instante se quedó cortada al ver que mi polla había sustituido a sus dedos para terminar lo que ella con tanto esfuerzo venía preparando, pero no tardó en reaccionar, agarrando las tetas de mi novia, acariciándolas y estirando sus pezones, ante lo cual María Luisa reaccionó gimiendo como una loca, de una forma desacompasada con mis penetraciones.

En la habitación solamente se escuchaban mis gemidos, el sonido de mi vientre golpeando rítmicamente el trasero de María Luisa, un sonido repetitivo y cada vez más rápido a medida que los gemidos de placer de María Luisa anunciaban un nuevo orgasmo, mientras que Amor ahora repartía nerviosamente sus caricias entre su amiga y ella misma, acariciando y lamiendo las tetas de mi novia, y frotándose alternativamente su coño y sus propias tetas.

Y como ya venía anunciándonos, llegó el orgasmo de María Luisa.

En esta ocasión la empezaron a temblar las piernas, obligándome a sujetar aún con más fuerza sus caderas para evitar que perdiera el equilibrio, y tras inspirar todo el aire que cabía en sus pulmones, gritó “¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!” expulsando todo el oxígeno que había retenido, seguido de otros alaridos de placer más cortos y menos audibles.

Poco a poco sentí que no podía sujetarla más, así que la solté, y sin dejar de emitir gemidos de placer, se fue escurriendo lentamente en el sofá, como si de repente la faltaran todas las fuerzas, para terminar cayendo tumbada de una forma incómoda.

-        Joder…joder…- susurraba para sí misma María Luisa.

Tras ser testigo del tremendo orgasmo que acababa de disfrutar mi novia, mis ojos fueron a parar a Amor, quien con una medio sonrisa difícil de descifrar, observaba a su amiga acariciándose las tetas con una mano y frotándose el coño con la otra, hasta que desvió su mirada hacia mí sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.

Ahora solo quedábamos nosotros, así que hice lo que me ordenaba mi instinto más animal.

Di un paso al frente y la pegué un morreo salvaje agarrando sus tetas con firmeza. Ella no se quedó atrás, respondió a mi acercamiento con la misma ferocidad, introduciendo su lengua en mi boca con rudeza, y agarrando mi polla para masturbarme con auténtico ímpetu.

Estaba como loco por tenerla dentro de Amor, así que, manejándola como una muñeca de trapo, debido a los problemas para mantener la verticalidad que sufría derivados de la gran ingesta de alcohol tomada, y de que aún mantenía las bragas por los tobillos, la puse contra la mesa del salón, y tras comprobar que tenía el coño chorreando, me dispuse a penetrarla.

Había colocado a Amor de pie y con el tronco doblado sobre la mesa, pero debido a la gran diferencia de altura, tuve que adoptar una posición muy forzada.

Aun así, se la metí poco a poco, comprobando hasta donde podía llegar, resbalando mi polla en su interior gracias a la excelente lubricación natural de su vagina, hasta que Amor emitió un extraño sonido, similar al que hacen las tenistas al golpear la bola.

Entendí que no era necesario ahondar más en ella, así que me puse a follarla de esta manera, lentamente, adaptando su coño a la anchura de mi polla, a lo que ella respondía con ese extraño sonido a cada una de mis lentas acometidas, aunque sus muestras de placer pronto cambiaron a puros gemidos al acelerar mi ritmo.

Y sin esperarlo, sentí una mano acariciándome el culo.

Estaba tan ensimismado en el rollizo cuerpo de Amor esparramado encima de la mesa y en su pequeño ojete, deformándose ante las penetraciones de mi polla en su coño, que me había olvidado de que mi novia seguía entre nosotros.

Al sentir su mano, me volví a mirarla. Estaba sentada en el sofá con las piernas abiertas, acariciándose lentamente el coño, y al sentirse observada, me devolvió una mirada torva, ausente, con los labios semiabiertos, su expresión reflejaba que la gustaba lo que estaba haciendo con su amiga, así que, dada su permisividad, renové briosamente mis penetraciones a Amor, arrancándola inmediatamente una especie de gruñidos desconocidos, intercambiándolos al poco por nuevos gemidos de placer.

Amor se notaba que estaba a punto de correrse, pero cuando María Luisa empezó a acariciarme los genitales desde detrás, me dio tal placer que pensé que me iba a correr yo antes, así que opté por tomarme un pequeño descanso.

Quería que aquello durara todo lo posible…

Me libré de la presa que había hecho mi novia en mis genitales y saqué mi polla de dentro de Amor, dejando un largo hilillo entre mi pene y su coño como si fuera un cordón umbilical que nos mantuviera unidos, y sustituí el hueco que anteriormente ocupaba mi polla por dos de mis dedos, con la intención de masturbarla de esta forma.

Amor no se había movido, seguía sobre la mesa agarrando fuertemente con sus manos el borde de la misma, dejándose hacer, pero lo que no sabía era que no iba a ser el único que jugara con ella.

Estaba masturbando a Amor mirando fijamente a mi novia, retándola a que participara, y no se hizo de rogar, porque de pronto, en un movimiento reflejo, se echó hacia adelante y empezó a frotar el clítoris de su amiga con verdadera energía y sin molestarse en hacer ningún preliminar.

Fue como soltar el agua de la bañera, María Luisa conquistó por completo el coño de Amor y me obligó a dejarla sola y trasladarme un poco más arriba para ocupar su ojete, al cual dediqué unas suaves caricias, tomándome un merecido descanso y observando tremendamente excitado como mi novia se empezaba a masturbar tan salvajemente como lo estaba haciendo con su amiga.

Amor empezó a gemir inmediatamente al igual que mi novia, que ya empezaba otra vez a sobreexcitarse con su masturbación salvaje y mis caricias en sus tetas, y viendo como se encontraban ambas, decidí que era el momento de volver a jugar yo también.

Sentí interrumpirlas, pero a pesar de que quería que aquello durase indefinidamente, empezaba a tener unas ganas terribles de correrme, así que, ante la confusión de mis dos compañeras, levanté de nuevo a Amor como un fardo inerte, y la indiqué cómo quería que se colocara.

-        Ponte a cuatro patas y cómela el coño a María Luisa – la dije tajantemente.

Las dos me miraron con cara de despiste, parecía que ninguna de ellas se pudiera creer lo que las estaba proponiendo, pero Amor parecía no tener voluntad propia y mi novia no parecía tener la menor voluntad de protestar, así que, con ciertos problemas para no caerse, y gracias a mi ayuda, se colocó a cuatro patas ante María Luisa, pero sin llegar a hacer lo que yo la había pedido.

Estaba en un punto de excitación en el que me traía sin cuidado lo que hiciera, eso era problema suyo, así que me coloqué de rodillas tras ella, la terminé de sacar las bragas, sujeté sus caderas, y se la metí tan adentro como pude de un solo movimiento.

El placer que sentí al volverla a tener dentro de ella fue tal, que me fue imposible no gemir, a lo que Amor respondió encogiendo el cuerpo y emitiendo un gemido similar al mío.

Me empecé a mover poco a poco dentro de ella. Amor parecía que se hubiera quedado congelada, se mantuvo inmóvil, con la cabeza echada hacia atrás sin emitir ningún sonido, de tal forma que era yo el que lo estaba haciendo todo follándola a cuatro patas.

Miré a María Luisa. Mi novia nos observaba, nos miraba alternativamente con cara de curiosidad mientras se acariciaba el coño lentamente, era increíble que después de lo que llevábamos haciendo ya un buen rato, el improvisado trío que estábamos haciendo fuera a terminar de una forma tan sosa, pero pronto se desencadenaron los acontecimientos.

Estaba gimiendo en voz baja, sumido en mis pensamientos y observando a mi novia masturbarse, cuando de pronto salió de la boca de Amor una voz casi tenebrosa, un “aaaaaaaaaaaaaaaaaaaah” entrecortado, un signo de placer que salía desde lo más profundo de su alma, tras lo cual su cuerpo se relajó por completo, siguiéndole otros gemidos de placer más normales.

Vi a Amor mirando a mi novia sin dejar de gemir, a mi novia mirando a su amiga, y tras este intercambio, María Luisa se deslizó en el sofá, sujetó suavemente la cabeza de Amor, y ésta, vencida por completo a su verdadero deseo, empezó a lamerla el coño desesperadamente.

Amor parecía haber perdido la cabeza, la estaba comiendo el coño a mi novia con ansiedad y sus gemidos ante mis acometidas se escuchaban amortiguados dentro de la vagina de María Luisa, quien, por su parte, se había rendido a este placer lésbico, acariciándose los pechos con una mano y sujetando la cabeza de su amiga con la otra, apoyando una pierna en el canto de la mesa del salón y otra en el reposabrazos del sofá para facilitarla el trabajo a Amor.

Aquella habitación se había convertido en la representación máxima del placer, solamente se escuchaban el sonido líquido de mi polla entrando y saliendo del coño de Amor, el sonido acuoso de la lengua de Amor trabajando el clítoris de María Luisa, y un extraordinario coro de gemidos de diferente volumen e intensidad en el que no tardó en destacar mi novia, quien aceleró sus gemidos hasta el extremo de parecer que sufría un ataque de hipo, que terminó cuando apartó sutilmente el rostro de su amiga para introducirse hasta tres dedos en su vagina.

-        Me corro otra vez, me corro, me corro….Aaaaaaaaah –

Con los ojos cerrados, la boca cerrada con fuerza y las piernas temblando, María Luisa tuvo su tercer orgasmo.

Con mi novia de nuevo fuera de combate mientras disfrutaba de su nuevo desahogo, Amor y yo seguímos a lo nuestro.

Nuestra amiga, liberada de la tarea que tenía encomendada, ahora gemía libremente con la cabeza apoyada sobre María Luisa y yo me encontraba en un estado indeterminado en el que en cualquier momento iba a entrar en la rampa final de despegue.

Mis manos acariciaban las caderas de Amor, sus pechos, yo estaba en un punto de máximo movimiento, gemía sin parar por el enorme sentimiento de lujuria que me había poseído, sentía que estaba a punto de correrme, pero llegó una inesperada interrupción.

De pronto sentí que Amor se me escapaba y levanté la vista.

María Luisa había vuelto en sí y había atraído a su amiga, quien en un movimiento relámpago, había ascendido hasta colocarse de rodillas en el sofá para besarla con una pasión inusitada, sus lenguas parecía que habían adquirido vida propia, y las caricias mutuas volvieron, convirtiéndose en dos jóvenes cuerpos cubiertos de manos.

Pero yo no me quedé atrás y me uní a ellas.

Me coloqué de rodillas, y con cierta colaboración de Amor, que pareció darse cuenta de que necesitaba una polla, la penetré con toda fuerza.

Amor lanzó un nuevo gemido y me puse a follarla.

Ahora nuestros cuerpos parecía que formaran uno solo. Mis manos tan pronto acariciaban las tetas de María Luisa como las de Amor, los encontronazos entre nuestras extremidades era la regla general, incluso en ocasiones había dos manos sobando las mismas tetas, sentía azotes de una mano anónima en mi culo y alguna mano agarrándolo con fuerza, como animándome a seguir con lo que estaba haciendo, y todo mientras mis dos compañeras no dejaban de unir sus lenguas, hasta que Amor no pudo más.

De pronto apartó el rostro de su amiga y volvió a emitir unos sonidos guturales que pretendían ser gemidos, un sonido que se entrecortaba a medida que era penetrada, y de pronto, echó su culo un poco hacia atrás con la clara intención de recibir mi polla más cómodamente, y tras una serie de gemidos cortos y agudos, por fin se corrió.

Lo hizo con un gemido lastimero, como salido de lo más profundo de su cuerpo, que nos sorprendió tanto a mi novia como a mí por su elevada amplitud y tonalidad.

Me quedé inmóvil dentro de Amor, observándola.

Se había quedado parada, con los ojos cerrados, como concentrada en algún pensamiento, un aspecto que venía reforzado porque una vez que terminó de gemir, movía lentamente los labios, como si quisiera contarnos algo y no pudiera hablar, hasta que de pronto, con cara de acabarse de despertar de un largo sueño, miró a su alrededor, como tratando de ubicarse, y con mirada somnolienta se encontró con los de María Luisa, quien de nuevo se lanzó a ella, besándola con desatada pasión y llevándose sus pechos a la boca casi con desesperación.

Esta reacción de Amor me puso a cien y volví a follarla con vigor e intensidad, agarrando sus caderas firmemente, sentía que estaba cerca de correrme y sin darme cuenta empecé a gemir ante la atenta mirada de mi novia, quien, a su vez, no tardó también en hacer lo mismo gracias al placer facilitado por las manos y los labios de Amor, la mujer que ambos estábamos compartiendo.

Y por fin, llegó el momento de mi clímax.

El gustazo que me estaba dando follar a Amor casi a cuatro patas sobre mi novia era tal que me costó retirarme de ella, pero prefería acabar de otra forma.

Me retiré de Amor dejando un rastro de flujo vaginal entre mi polla y su coño tremendamente viscoso, y me situé de pie al lado del sofá en el que se encontraban ambas mirándome con cara de desconcierto, justo al lado de mi novia.

María Luisa adivinó perfectamente mi intención, y rápidamente agarró mi polla con una mano y empezó a pasar su lengua por la punta de mi pene, echando hacia atrás por completo la pielecilla de mi prepucio y lamiendo todos los bordes, jugando con su lengua sobre mi polla, hasta que de pronto se la metió en la boca casi en su totalidad.

Y mi chica me sorprendió una vez más.

Mientras me mamaba la polla, acariciaba el pelo de su amiga, que seguía lamiéndola las tetas con efusividad, y muy sutilmente, fue empujando su cabeza hacia abajo, hasta que por fin Amor cayó en lo que realmente deseaba su amiga, que no era otra cosa que la comiera el coño, y con una rapidez pasmosa, como si tuviera miedo de que María Luisa cambiara de opinión, se colocó de rodillas ante ella y se puso manos a la obra.

Los primeros lametazos de Amor en el coño de mi novia la provocaron una pequeña sacudida y que su respiración se volviera más pesada, pero a pesar de ello, no solo no dejó de chupármela, sino que renovó sus esfuerzos, meneándomela con una mano y aplicando sus labios en mi glande, para posteriormente masajearme los huevos y chupármela con la maestría que la caracterizaba.

Otra vez volvía a estar a punto de correrme, pero sospechaba que no era el único. Y no me extrañó.

Desde mi punto de observación privilegiado, María Luisa estaba sentada con las piernas abiertas por completo y podía ver a Amor centrada al máximo en el depilado coño de mi novia, lamiéndola el clítoris, frotándoselo con los dedos, penetrándola con ellos…tal variedad de caricias, junto a las mías sobándola las tetas, provocaron que María Luisa empezara a gemir, incapaz de contener más su placer, masturbándome y chupándomela como buenamente podía.

-        Joder, chúpamela, que estoy a punto…- susurré jadeante.

Y María Luisa no me falló.

Inmediatamente se la metió en la boca y se puso a mamármela dispuesta a que me corriera, agarrándome los genitales con fuerza, como si temiera que se fueran a escapar, y aplicándose con creces a la felación.

-        Joder, ya casi estoy, sigue así, sigue así…- casi la imploré

Sentía que mi semen empezaba a reagruparse en la base de mi polla, María Luisa agarraba con fuerza mi culo con una mano, y con la otra mis huevos, la potencia que imprimía a su felación tenía como claro objetivo que me corriera, miré hacia abajo, solo podía ver la oscura melena de mi novia balanceándose a todo ritmo, y un poco más allá Amor, mirándome atenta desde la entrepierna de su amiga, claramente interesada por ver cómo terminaba aquello.

-        Dios…joder…sigue chupándomela así…que bien la chupas, que bien…me voy a correr, me voy a correr… - trataba de compartir mi sentimiento de placer.

Y por fin me corrí.

Sé que lancé un tremendo gemido entre el placer y el alivio, y sé que sentí como mi semen recorría mi polla en repetidas ráfagas para depositarse dentro de la boca de mi novia, tal y como me gustaba hacer, tras lo cual, mirándome fijamente, mi novia se tragó el semen que la había facilitado,

Peor aquello no había terminado.

Ya totalmente perdidos los papeles, tras ver cómo me corría, Amor había vuelto a hacer de las suyas, y ahora estaba totalmente volcada en mi novia, su cabeza estaba dentro de las piernas de María Luisa y ella no tardó en volver a gemir, totalmente indiferente a que quien la estuviera comiendo el coño fuera una mujer.

Adiviné que quería correrse sin que la dejase de mirar, así que, sin dejar de acariciarla las tetas, no la quité el ojo de encima, mi novia ahora gemía aceleradamente, emitiendo cada vez gemidos más cortos y agudos, sabía que su nuevo orgasmo no iba a tardar en llegar.

Y no fallé.

María Luisa colocó su mano sobre la cabeza de su amiga, y ésta redobló sus esfuerzos, lo que se tradujo en que de repente los gemidos de mi novia se elevaron en intensidad, y tras echar una ojeada para comprobar que la estaba observando, lanzó un terrible y prolongado gemido de placer, que, tras un par de movimientos espasmódicos, la dejó de nuevo fuera de combate.

Tanto Amor como yo nos quedamos expectantes observando a María Luisa, parecía que todos habíamos terminado, pero ambos, sin necesidad de debatir nada, habíamos cedido la última palabra a mi novia.

Una vez que se recuperó, nos miró a ambos y sonrió a Amor, quien, satisfecha, se incorporó sobre su amiga para darla un beso, esta vez lleno de cariño.

-        Uffffff….ha estado muy bien…me ha encantado… ¿y a vosotras? – comenté, tratando de encontrar una confirmación a todo lo que acababa de ocurrir en ese salón.

Ambas se miraron y sonrieron

-        ¡Ha estado muy muy bien! – contestó Amor con verdadero énfasis.

-        Sí…me ha gustado mucho…. – añadió María Luisa, que se vio obligada a reconocerlo.

-        Pues habrá que repetir, ¿no?

Y sí, volvimos a repetir.

Tan solo lo hicimos dos veces más, pero en esta tumultuosa relación descubrí que hay que tener la cabeza muy bien amueblada para asumir lo que implica mantener un trío, ya que en la relación tan íntima que los tres tejimos esa noche, no tardaron en surgir pequeños roces que provocaron nuestra separación, primero de Amor, y no mucho más tarde, la ruptura de la pareja que formábamos María Luisa y yo…aunque unos años más tarde, volvimos a reencontrarnos…y se convirtió en la protagonista de muchas otras prácticas sexuales novedosas para los dos.