¡Muy buenas amig@s¡ Al
contaros mis aventuras y desventuras sexuales me gustaría guardar una cierta
coherencia cronológica, así que después de contaros como perdí mi virginidad,
os voy a contar mi primera vez practicando sexo anal.
Como os he contado anteriormente,
la forma en la que perdí mi virginidad no fue ni mucho menos la más
convencional, todo lo contrario al modo en el que probé lo delicioso que
resulta el sexo anal, y es que no hay nada más tradicional que hacerlo con la
pareja con la que te encuentras en ese momento.
Tras pasarme el verano
follando con mi tía, volví a la cruda realidad de la abstinencia sexual, mi tía
pasó un larguísimo tiempo sin volver a follar conmigo (en otro post os contaré
nuestro reencuentro sexual...) y con las chicas de mi edad no llegaba a pasar
de pajas, intentos de sexo oral y demás tocamientos. A medida que fui creciendo
ya se fueron sucediendo las novias más o menos formales, o todo lo formales que
pueden ser las relaciones de pareja durante la adolescencia, así como el sexo
con ellas, experimentando nuevas posturas, nuevas sensaciones, perfeccionando
mi conocimiento sobre el cuerpo y la forma de dar placer a las mujeres, pero
siempre tenía una espina, y es que cada vez que proponía a una novia practicar
sexo anal, poco más o menos que me miraban como a un bicho raro y la respuesta
era siempre no, hasta que por fin llegó Carmen.
La conocí en mi primer
año de universidad cuando ambos teníamos 18 años. Ella estudiaba económicas,
así que como os podéis imaginar era una “niña pija”, siempre llevaba zapatos
con más o menos tacón, casi siempre de la marca “Mustang”, pantalones tipo
pitillo, camisetas y faldas todas ellas de las marcas más caras que podía haber
en el mercado. Carmen siempre llevaba su pelo negro azabache suelto y cortado
con el flequillo a su derecha, sus ojos eran negros oscuros, el mismo color de
su pelo, su nariz era respingona pero de tamaño normal y sus dientes eran tan
blancos como una perla, aunque lo que resaltaba sobre todo el conjunto eran sus
entrañables hoyuelos, lo que la confería un aire infantil que a día de hoy
sigue manteniendo.
En cuanto a su cuerpo,
era del tipo pera, es decir, de caderas anchas, algo que no concordaba para
nada con el resto de su cuerpo, pero que a mi vista la hacía más que deseable.
Pues como os decía,
comenzamos a salir juntos y fue todo un acierto, no solo en el plano personal,
sino también y sobre todo, en el plano sexual, y es que por un lado disfrutaba
de un piso de estudiante para ella sola, lo cual nos daba toda la libertad
necesaria para disfrutar del sexo cuando lo deseáramos, y por otro lado nos
juntamos el hambre con las ganas de comer, si yo siempre tenía ganas de sexo,
ella tenía las mismas o incluso más que yo, así que viendo esta gran afinidad,
en cada uno de nuestros incontables polvos no dudaba en proponerla el sexo anal
y aunque mi sugerencia era rechazada una y otra vez, no dejaba de insistir y
perseverar hasta que por fin un día conseguí que aceptara.
Era una noche de
invierno, Carmen lucía con su habitual elegancia unos pantalones vaqueros de
pitillo, zapatos rojos de tacón, chaqueta negra y una camiseta de tirantes
escotadísima, lo cual unido a sus abundantes pechos, hacía que fuera imposible
apartar la vista de ella. Llegamos a su casa y como todas las noches, fuimos
directos a su dormitorio. Ese día habíamos estado bebiendo, con lo cual
nuestras caricias y besos fueron acompañados de la urgencia y falta de
habilidad propias de esos momentos, ella empezó a besarme introduciendo su
lengua casi hasta mi garganta a la vez que me iba desabrochando los pantalones,
yo respondía a sus besos de igual forma, aunque mis manos se centraban más en
quitarla su camiseta y desabrochar su precioso sujetador negro con relleno
(trucos de mujer...) para dejar al descubierto sus maravillosos pechos, algo
caídos, raro para una chica de su edad, aunque encantadores por sus oscuras
aureolas y sus pezones siempre erectos.
Cuando liberé sus
pechos de su prisión de tela, aparté mi lengua de la suya para emplearla en
chupar y mordisquear sus pezones, pero por poco tiempo, ya que al desabrochar
mis pantalones su mano derecha buscó mi pene dentro de mis calzoncillos para
sacarlo, y tras darle un par de sacudidas para terminar de endurecerlo, se
arrodilló y comenzó a chuparlo. Ya por aquella época siempre llevaba mi
entrepierna totalmente depilada, lo cual agradecí nada más conocer a Carmen
porque era una experta feladora, disfrutaba chupando pollas, y aquel día debo
decir que fue un auténtico recital. Nada más arrodillarse me bajó los
pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos, tras lo cual dio un tirón a
la piel de mi verga hasta su tope para pasar su lengua por mi capullo en toda
su inmensidad y posteriormente introducírselo en su boca, comenzando así el
movimiento de su cabeza cerrando sus labios para hacer que yo disfrutara. Con
su habitual inquietud practicando mamadas,
trasladó su lengua de mi polla a mis huevos para chuparlos y
absorberlos, mientras que con la otra mano me masturbaba para posteriormente
efectuar un nuevo cambio, de tal modo que en ese momento con una mano agarraba
mi polla para unir este movimiento al de sus labios y con la otra me masajeaba
los huevos, y es que solamente los hombres que me leéis podéis entenderme,
porque solo vosotros sabéis lo placentero que es.
Como os decía, Carmen
era una auténtica maestra de las mamadas, a lo que se unía mi gran afición por
esta práctica, pero ese día quería darla auténtico placer y pensé que lo mejor
era ir entrando en materia, así que muy a mi pesar, aparté su cabeza de mis
bajos, acabé de quitarme la ropa y, tras ponerla en pie, la abracé por detrás
para quitarla su pantalón y su precioso tanga rojo. Una vez me hube puesto el
condón, la apoyé en la cama para acariciar su coño por detrás y comprobar que
tampoco hacía falta mucho más para que mi enfundado pene pudiera penetrar en su
interior, así que de esta forma, con Carmen de pie flexionando su cuerpo hacia
adelante, buscando el apoyo de sus codos en la cama, introduje mi polla en su
vagina por detrás. Como siempre, y aunque su coño estaba bastante lubricado, la
penetré poco a poco y siguiente sus sordas indicaciones, y es que era de las
que en estas posturas utilizaba su mano rozando mi cuerpo para señalar hasta
donde se la podía meter. De esta forma se la fui metiendo hasta que por fin
gran parte de mi yo estuvo dentro de su húmedo habitáculo, momento en el que
empecé a avivar el ritmo, primero poco a poco, siguiendo sus gestos, para ir
acelerando después, y para conseguir que ella se sintiera más cómoda y solo se
dedicara a disfrutar, acabé colocándola a cuatro patas encima de su cama.
Siempre me ha encantado
la postura del perrito, me gusta observar por detrás como “mi pareja de baile”
disfruta del sexo casi en la intimidad, ya que tengo comprobado que todas las
mujeres que sienten algún reparo en entregarse totalmente al placer, en esta
postura se liberan de las ataduras de la compostura y Carmen no era una excepción,
sabía que esa postura la volvía loca y se lo notaba tanto en sus gestos
faciales como en su comportamiento, moviendo su cuerpo adelante y detrás para
conseguir una penetración más profunda, sobre todo cuando su coño estaba ya más
que mojado, tal y como en ese momento estaba.
El único fallo que
tenía esta chica es que era prácticamente muda en la cama. No quiero decir sosa
ni mucho menos, pero a mí siempre me han gustado las chicas que gimen o que se
dedican a decir guarradas, algo que al menos a mí me pone a mil y me ayuda a
manejar la situación. Ella no era de esas, casi siempre se corría en silencio,
pero su indicador de orgasmos venía precedido siempre por una necesidad
imperiosa de acelerar el ritmo casi hasta lo vertiginoso para posteriormente expresar su orgasmo con su
típico gesto de cara, con los ojos cerrados y con su bella cara contraída como
si acabara de comer el limón más ácido del mundo. Y una vez más pasó esa noche,
viéndola a cuatro patas notaba como empezaba a mover su cuerpo hacia mí
tratando de introducirse mi polla más y más dentro y cada vez más rápido, casi
con ansiedad, con lo que yo la dejaba hacer, agarrando con mis manos su culo
hasta que al correrse quedó semiparalizada ralentizando su ritmo y
manteniéndolo yo mientras hacía su gesto de cara, esta vez mordiéndose el labio
inferior.
Tras el primer orgasmo
de Carmen decidimos cambiar de posición, así que me tumbé en la cama para que
fuera ella quien me cabalgara. Esa era su postura favorita, sabía que la volvía
loca y esa noche quería que disfrutara al máximo, de modo que se colocó encima
de mí y se introdujo la polla poco a poco hasta que casi la entró en su
totalidad. Debo reconocer que esta postura no es precisamente la que más me
guste, pero me encantaba observar la cara de placer de Carmen, cuando se ponía
a montarme mientras con una mano sujetaba mi pene para fijarlo a su vagina
hasta que se lo metía totalmente y se lanzaba a besarme marcándose su propio
ritmo ayudándola a mejorar su placer mis continuos manoseos y lametazos a sus
pechos, algo que también la volvía loca.
Mientras ella se
complacía montándome, yo aprovechaba para agarrar su culo con fuerza y al igual
que otros días, también aprovechaba para acariciar con mis dedos su ano, sin
embargo ese día era especial, y es que pocas veces había visto a Carmen tan
excitada, algo que podía comprobar fácilmente por el extraordinario flujo
vaginal que emanaba de su coño, así que mientras ella seguía follándome,
aproveché este lubricante tan natural para pasar mis dedos por las afueras de
su vagina y utilizarlo para después acariciar su agujero del culo.
Estas pequeñas caricias
y juegos en las afueras de su ojete, lubricando la zona, poco a poco fueron
convirtiéndose en penetración, cada movimiento de Carmen servía para introducir
un poco más mi dedo, lo cual, teniendo en cuenta la falta de protesta por su
parte, consideré una buena señal, así que seguí introduciendo mi dedo todo lo
que pude dada la incómoda posición y una vez que no podía llegar más lejos de
esa forma, se lo dejé en su ano haciendo movimientos similares a los que haría
un pequeño vibrador, lo cual fue todo un acierto, y es que ante mi sorpresa, no
solo inició su ritual preorgásmico, sino que pude observar como sus movimientos
buscaban introducirse mi dedo más a fondo y llegar a correrse de forma irremediable.
Aquello pintaba bien,
pero la noche no me hacía presagiar que ante mi insistente petición de sexo anal
Carmen fuera a ceder justo ese día, pero acabó siendo la noche y para mi
deleite, no fui yo quien se lo pedí, fue ella quien tras correrse y medio
jadeando me dijo:
- Fóllame por el culo.
Y por supuesto que lo
hice. Ella se colocó a cuatro patas y yo me coloqué detrás de ella para
preparar su ano ante lo que iba a introducirse en él, así que comencé lamiendo
su agujero trasero a la vez que introducía mis dedos por su chorreante coño
para darla a Carmen una buena ración de placer antes de que perdiera la
virginidad de su culo. Mis dedos estaban totalmente mojados, así que utilicé su
propio flujo vaginal como lubricante y la penetré en su agujero negro con uno
de mis dedos, poco a poco pero con firmeza hasta que mi dedo índice desapareció
en su ojete, tras lo cual empecé a moverlo dentro de ella y a lamer los
alrededores. Cuando comprobé que el primer dedo se introdujo sin ningún
problema, introduje otro dedo, esta vez con una mayor dificultad, aunque
finalmente también entró en su totalidad gracias a mi empuje pero también al de
Carmen, que parecía ansiosa por tenerlo dentro.
De esta forma pensé que
era el momento de sustituir mis dedos por mi polla, así que me posicioné detrás
y metí la punta, recibiendo cierto rechazo de Carmen, diciéndome que no la cabía,
así que volví a intentarlo y recibí la misma respuesta. Se me pasó por la
cabeza abandonar mi intento de follarla el culo, pero en ese momento se me
encendió la bombilla y fui a buscar gel de manos, no era el momento de echarse
atrás, y ante la sorpresa de Carmen por mi ocurrencia, la esparcí una más que
generosa ración de gel por su culo, volviendo a introducirla ambos dedos. Esta
vez sí, los dos dedos desaparecieron totalmente y con una facilidad pasmosa,
esa lubricación sí que iba a funcionar, los movía dilatando su ano como pensé
que no podría hacer, pero para asegurarme de que mi polla cabría dentro de su
culo, introduje un nuevo dedo, ahora eran tres los que estaban alojados en su
cavidad anal, y en ese punto, pensé que era el momento de excitarla, así que
entre el alago y la sorpresa comencé a decirla:
- Ahora te caben tres
dedos... te voy a meter la polla... ¿Quieres que te folle ya el culo?...
Todo ello sin la
esperanza de que me respondiera, pero para mi sorpresa, Carmen estaba tan lanzada
que me respondió.
- Sí... métela
entera...
Así que no me hice de
rogar, de nuevo sustituí mis dedos por mi polla, y aunque muy ajustado, esta
vez sí que entró al menos la punta en su culo. Carmen dio un pequeño respingo
tratando de apartarse como consecuencia de verse penetrada de esa forma, pero
una vez que había conseguido metérsela en su cavidad anal no iba a dejar pasar
de nuevo la oportunidad, así que agarré sus generosas caderas con fuerza y la
volvía a atraer hacia mí, penetrando aún más en su interior. En ese momento
pareció aceptar que no iba a poder librarse de que me follara su culo, porque
cerrando sus ojos inició un movimiento tranquilo y constante introduciéndose mi
extraordinariamente duro pene hasta donde ella consideró aceptable dada su
virginidad anal. No obstante, no era un ritmo suficiente para mí, necesitaba
acelerar el ritmo, así que agarrando de nuevo sus caderas aceleré el ritmo
ahondando en su interior hasta que por fin se la metí entera, recibiendo como
respuesta la boca abierta y los ojos como platos de Carmen. Creo que Carmen no
esperaba que pudiera alojar en su recto la totalidad de mi falo, y no sabía si
esa expresión era de sorpresa o de placer, aunque no tardé en comprobar que era
resultado de lo segundo, ya que poco a poco volvió de nuevo a su ritmo
monótono, si bien esta vez fue ella la que fue acelerando el ritmo excitándose
aún más de lo que ya estaba.
En estas estábamos, yo
con mi polla introducida por completo en su trasero y ella moviéndose cada vez
más rápido mientras se acariciaba su arreglado coño, cuando para mi sorpresa
comenzó a hablarme de una forma que nunca había imaginado en ella, girando la
cabeza y decirme cosas como:
- Ahora sí, ahora me la
has metido entera, fóllame así, así me gusta, toda, hasta dentro, me está encantando
¿Te gusta follarme por el culo?
Carmen se estaba
lanzando como nunca y cuando pude ver sus dedos introducidos en su vagina
moviéndose vertiginosamente, vi que era el momento en el que se iba a correr,
así que yo mismo aceleré mi penetración anal a puro golpe de riñón y no tardó
en volverse a correr con dos de sus dedos en su coño, un extraño gemido y unos
pequeños espasmos, pero ese no era el momento de parar, ya que entre unas cosas
y otras yo también estaba a punto de descargar el producto de mis huevos, por
lo que coincidió su orgasmo con un nuevo aumento de mi ritmo de tal forma que
Carmen quedó casi a mi merced y dejándose llevar, acabé corriéndome dentro de
su coño mientras mi chica volvía a emitir esos extraños y desconocidos gemidos.
Una vez que me corrí,
saqué mi polla aún erecta y no pude evitar lanzar una mirada de satisfacción
hacia la anchura que había alcanzado el ano de Carmen, era verdaderamente
sorprendente que un agujerito tan pequeño que ni siquiera podía alojar mi falo
se hubiera convertido en el inmenso boquete que tenía delante de mí, aunque lo
que sí que me causó verdadero placer fue el momento en el que pude observar cómo
mi abundante semen asomaba por su ano, derramándose y cayendo hacia su coño...
Este polvo siempre lo
recordaré con cariño, ya que desde entonces practico habitualmente sexo anal
con todas mis parejas, de hecho para Carmen fue un auténtico antes y después, y
aunque no duramos mucho como pareja, nuestros contactos sexuales sí han
perdurado en el tiempo y siempre me ha pedido desde ese día que la follara por
detrás.
Espero que os haya
gustado este nuevo relato sobre mis peripecias sexuales.
¡Hasta pronto!
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