martes, 13 de diciembre de 2016

Mi tía me desvirgó

¡Hola amigos! Hoy empiezo con una sección en la que os iré contando episodios de mi vida sexual, espero que os guste, o al menos os resulte interesante.

Hoy, por ser el primer post de este tipo, lo voy a inaugurar contándoos como fue mi primera vez.

Lo normal es perder la virginidad con alguna novia de la adolescencia, pero en mi caso fue bastante diferente, y es que mi primera experiencia sexual fue con alguien de mi propia familia, mi tía Merche, cuando tenía casi catorce años y ella treinta y cinco, en un maravilloso e inolvidable verano en el que se convirtió en mi maestra sexual.

Por aquella época era bastante pardillo. Estaba en la primera parte de mi adolescencia y era muy tímido e inseguro, sobre todo con las chicas, tenía un miedo atroz a que me rechazaran y ese miedo me llevaba a no terminar de lanzarme y, por lo tanto, a “no comerme un rosco”, entrando en un círculo vicioso en materia de ligoteo del que no saldría hasta aproximadamente los dieciséis años, cuando empecé a tomar conciencia de que no era tan feo como pensaba, y de que tenía un cierto atractivo para las mujeres, pero como os decía, aún quedaba para que llegara a ese punto.

En estas circunstancias, llegaron las vacaciones de verano, y como acostumbrábamos a hacer en mi familia, fuimos a pasarlo al pueblo. Esa época me encantaba, eran tres meses de libertad, sin horarios, cambiando de aires, con los amigos de allí, y, sobre todo, las amigas, que consideraba bastante más fáciles de tratar que las chicas de ciudad, y más en concreto, ese verano llegué bastante esperanzado, porque había una chica en especial que me gustaba, y sabía que a ella también la gustaba yo, así que…

Pero todas esas ilusiones se fueron al traste cuando me dijeron mis padres que ese verano iban a realizar unas obras de importancia en nuestra casa, con lo que tendríamos que repartirnos entre las casas de los familiares para poder dormir. Tenía la sensación de que mis planes se habían ido a freír espárragos, ya que las cosas interesantes pasan por la noche, y si me alojaba en la casa de alguien, estaba obligado a seguir unos horarios razonables, lo que veía incompatible con poder enrollarme con la chica que me gustaba.

Lo único bueno del asunto, es que dormiría en la misma casa de mi tía Merche. Sobra decir que a esa edad, como creo que todos, estaba salidísimo, todos los días me hacía una o dos pajas sin necesidad de ver revistas o películas porno, lo único que utilizaba para excitarme y masturbarme era mi imaginación, y en mi caso, ella ocupaba un lugar muy destacado en esas fantasías sexuales.

Ella era la mujer de mi tío carnal, por aquellos entonces tenía 35 años, y para resumirlo, estaba buenísima. Era alta y con curvas, cabello moreno y de piel muy pálida, con ojos azules, nariz respingona y boca grande con labios finos, como os decía, un bellezón que entraba en la madurez, y con quien tenía una relación muy especial, porque siempre me trató con dulzura y con cariño, casi como si fuera su propio hijo, gestos que en esa preadolescencia, acrecentaban mi deseo sexual.

Pues bien, inicié las vacaciones de verano y partimos al pueblo, repartiendo personas y maletas en cada una de las casas en las que íbamos a estar. En mi caso fue mi tío el que me acompañó, me enseñó la habitación, me dio un juego de llaves para que entrara y saliera cuando quisiera, fue todo amabilidad, y cuando ya casi me iba a ir, llegó mi tía:

-        ¡R…! ¿Qué tal estás? – me saludó efusivamente, dándome dos sonoros besos.

-        ¡Hola! ¡Bien!– respondí

-        ¡Pero qué grande y qué guapo estás! – prosiguió casi con admiración – Te llevarás a todas chicas de calle, ¿eh? – preguntó provocadora.

-        No…- la contesté cabizbajo e inseguro ante su comentario.

-        ¡Anda! Seguro que ya tienes alguna novia, ¿a que sí? – siguió provocándome.

-        Pues no…no tengo…- volví a contestar de la misma forma, ahora ya casi molesto ante la actitud preguntona y picajosa de mi tía.

-        No me lo puedo creer…no sé en qué piensan las chicas de hoy…pero mira, si no tienes novia, ellas se lo pierden, ya vendrán – por fin zanjó.

-        Pues sí…- terminé contestando, agradeciendo que acabara con ese tema.

-        Ya verás que sí…bueno, me voy, por la noche te veo – se despidió y me dio otro fuerte beso en la mejilla.

Mis hormonas estaban a esa edad tan en ebullición, que esos fraternales besos en la mejilla ya me fueron suficientes para que esa misma noche, una vez me fui a la cama, soñara con Merche, y por supuesto, me masturbara pensando en ella.

Al día siguiente de mi llegada, me desperté temprano, y Merche y yo nos encontrábamos solos en casa. Era una de esas situaciones con las que había fantaseado en infinidad de ocasiones y en las que nos terminábamos acostando, no dejaban de ser fantasías, pero aun así, simplemente estar los dos solos, ya me excitaba. Ella se encontraba haciendo las tareas de la casa, la di los buenos días y cuando me dirigí a la cocina para desayunar, ella misma insistió en preparármelo, se lo agradecí, y tras dejarme ocupado con el desayuno, se fue a duchar.

Mientras desayunaba, no dejaba de pensar en ella, escuchaba el sonido del agua caliente en el baño justo al lado de donde me encontraba, me la imaginaba desnuda, enjabonándose, frotándose… a mis catorce años me excitaba cualquier cosa, ya de por sí estaba incluso nervioso por estar los dos solos, pero imaginarla en la ducha me provocaba un deseo irrefrenable de masturbarme para aliviarme.

Precisamente, en eso estaba cuando se abrió la puerta del baño, inmediatamente retiré la mano de mi pito abultado, escuché salir a Merche y entró en la cocina, ataviada con una toalla en el pelo, y otra cubriendo escasamente su cuerpo.

-        Ya he terminado de ducharme, por si quieres entrar tú- me propuso mientras pululaba por la cocina.

Verla así, no ayudaba en nada a aliviar el calentón que tenía, mi cara debía de ser un auténtico poema al ver a mi tía tan ligera de ropa, no perdía detalle de la figura de su cuerpo, la escueta toalla que portaba dejaba al descubierto hasta la mitad de sus muslos y gran parte de sus pechos, y todo ello en un equilibrio que parecía tan precario que daba la impresión de que en cualquier momento podría saltar al exterior alguna parte más de su cuerpo, por lo que no la quitaba la vista de encima.

-        Sí…ahora voy…- acerté a decir, embobado como estaba a causa de mi tía.

-        Pues entra cuando quieras, rey- y me plantó un beso en la mejilla, tras lo cual, salió de la cocina.

Eso ya sí que fue superior a mí, recogí la taza y los restos del desayuno, y me dispuse a preparar los utensilios para ducharme y, desde luego, hacerme una paja que en ese momento era ya indispensable para mí, pero crucé por el dormitorio de mi tía, y lo que vi ya sí que fue lo que faltaba para terminar de rematar el tremendo calentón que ya tenía: con la puerta abierta de su habitación, mi tía se encontraba aplicándose crema hidratante en sus piernas.

Me quedé sin saber qué hacer, obnubilado por lo que tenía delante de mí, pero afortunadamente tomé la decisión correcta, que fue la de quedarme observándola a escondidas desde el pasillo de la casa, donde podía verla de espaldas con la pierna semiflexionada sobre la cama y aún con la toalla puesta, pasándose la crema, acariciándose, esparciendo la crema por toda su longitud hasta llegar a su glúteo, comprobando el resultado de su cuidado. Una vez que terminó esta labor de belleza, se dirigió a su mesilla, cogió unas bragas negras, y con una habilidad que me resultó pasmosa, se las subió por debajo de la toalla, tras lo cual se la quitó, y se dispuso a colocarse el sujetador también negro.

No me quedé a observar más, con una gran erección hui al baño por temor a que mi tía me descubriera y tuviera que dar unas explicaciones que no deseaba dar, y como no podía ser de otra forma, me desfogué con una buena paja.

El primer día en casa de mis tíos había ido muchísimo mejor de lo que esperaba, la imagen de mi tía primero recién salida de la ducha, y después dándose crema en las piernas, me persiguió durante todo el día y toda la noche con tal intensidad, que esa misma noche volví a fantasear con ella, y tuve que volver a masturbarme.

El segundo día me desperté igual de excitado que me había acostado, tenía grabada en la mente a mi tía semidesnuda, no dejaba de pensar que el salir de la ducha solamente con una toalla puesta y ponerse a pasearse por la cocina de esa guisa, no era una casualidad, igual que tampoco lo podía ser que dejara la puerta de su habitación abierta cuando se encontraba casi desnuda, me gustaba imaginar que aquello lo había hecho a posta, y aquello me llevó a idear planes para seducirla, algunos verdaderamente atrevidos, pero me topaba siempre con el mismo problema, tenía que tomar yo la iniciativa y mi timidez me lo impedía, tan pronto como decidía lanzarme al vacío, me echaba atrás, incluso llegué a abrir la puerta de mi habitación completamente desnudo para que ella me viera, pero justo en el último momento, me arrepentí, así que finalmente, derrotado por mi vergüenza, hice lo mismo que el día anterior, levantarme de la cama e ir a desayunar.

-        ¡Buenos días cariño! – me saludó Merche en la cocina - ¿Qué tal has dormido?

Empezaba bien el día. Con lo cachondo que me volvía a levantar, y enfadado conmigo mismo por ser tan tímido, mi tía me recibía con unos pantalones blancos extraordinariamente cortos y una camiseta negra de tirante ancho extremadamente escotada, que me hicieron desear ir al baño a desfogarme.

-        Muy bien, estaba cansado y tenía sueño. ¿Y tú? - ¿A qué venía esa pregunta? Pensé inmediatamente,

-        Yo también he dormido muy bien, rey – contestó ella riendo - ¿Quieres desayunar lo mismo que ayer? – preguntó.

-        Sí…-

-        Pues si quieres, vete a ver la televisión, que te lo preparo y te lo llevo, ¿quieres? – me propuso dulcemente.

Acepté su propuesta, me gustaba ver las series veraniegas de esas horas y agradecí que ella fuera tan servicial. No tardó en llegar mi tía con una bandeja con el desayuno y depositarlo encima de la camilla del salón.

-        Ufff…qué calor va a hacer hoy, me he puesto esta ropa para estar un poco más fresca…- comentó de pasada Merche.

¿Qué quería que dijera? Era algo evidente que hacía calor y no se me ocurría nada políticamente correcto que decir con respecto a su ropa, y como me resultaba violento no decir nada, solté:

-        Te queda muy bien. Estás muy guapa, bueno, es que eres muy guapa –

¿Qué respuesta era esa? ¡Estaba llamando guapa a mi propia tía! Una vez más mi timidez apareció y de repente sentí un calor que antes no tenía. Afortunadamente, Merche se lo tomó muy bien, simplemente se rio y me dijo:

-        Muchas gracias, rey ¡Qué rico es mi niño! – y me dio un fuerte beso en la mejilla.

Aquella reacción de mi tía me relajó, pero me dispuse a ingerir mi desayuno en silencio para no decir más tonterías, bastante mal rato había pasado ya, tenía la esperanza de que Merche, que estaba limpiando el polvo del salón, no me diera mucha más conversación para no meter más la pata, de hecho, miraba la tele sin siquiera atreverme a mirarla, lo cual acabó siéndome imposible, porque se puso a limpiar justo al lado de la televisión y los ojos se me fueron a su culo, me quedé hipnotizado por el movimiento de su trasero, en especial cuando se agachó y quedó en una postura muy poco decorosa, en la que debido a la finura de sus pantalones cortos, se la transparentaban las bragas.

Me quedé tan absorto en su culo, que cuando Merche volvió a su posición natural, me pilló. No tenía ninguna duda, me había pillado. De nuevo me subieron todos los calores, notaba como me ponía rojo por momentos, y de repente mi tía me miró, sonrió, y siguió a lo suyo.

Otra vez me moría de vergüenza, mi tía me había pillado babeando con su culo, al menos no me había dicho reñido ni se había enfadado, y para tranquilizarme, intentaba convencerme de que esa sonrisa suya había sido por otra cosa, que no se había dado cuenta.

Una vez más durante esa mañana, me propuse no mirarla, no cagarla más, estaba teniendo mucha suerte de que no me regañara o pensara que soy tonto.

-        ¿Has terminado ya? - interrumpió Merche mi proceso mental.

-        ¿Qué? – otra pregunta estúpida, si quería que mi tía pensara que era tonto, lo estaba consiguiendo con creces.

-        Que si has terminado ya – repitió Merche riéndose.

-        ¡Ah, sí! – respondí como volviendo en mí, y me levanté del sofá como un resorte, dispuesto a ayudar a mi tía a recoger.

-        No te preocupes, que ya lo recojo yo, tú sigue con la tele – propuso sonriendo.

Estando yo de pie, ella medio agachada, y gracias al gran escote de la camiseta, se presentaba ante mí una panorámica de toda la delantera de mi tía, un par de tetas desbordando el sujetador negro que llevaba puesto. Una vez más, me quedé atontado, no podía apartar la mirada de su descuidada pose, observando inmóvil el movimiento hipnótico de sus pechos mientras ella recogía las migas que quedaban en la mesa.

-        ¿Me estás mirando las tetas? –

-        ¿Qué? – Mi tía me miraba sonriendo de lado a lado, con unas migas en la mano y aún medio agachada sobre la camilla.

Volví de golpe a la realidad, no sentí que me subieran los calores, ni sentí ponerme colorado, era algo más, el corazón me empezó a palpitar como si quisiera salírseme del pecho, y noté un latigazo en el estómago como si me hubieran pegado un puñetazo.

Mi tía finalmente me había pillado mirándola las tetas.

-        No, no, de verdad, no…- negaba compulsivamente, no podía con la vergüenza.

Merche se irguió totalmente, y con una amplia sonrisa continuó acosándome.

-        No pasa nada, me las puedes mirar, ¡No te pongas así! –rio divertida

-        Bueno…sí te las estaba mirando – terminé confesando lo obvio – Eres muy guapa – añadí de nuevo como un tonto.

-        ¡Pero qué rico eres! – reaccionó mi tía, cogiéndome la cara en sus manos, y dándome un sonoro beso en la frente.

En ese momento seguía encontrándome de pie frente a frente con Merche, más tranquilo, pero totalmente desconcertado.

-        Y… ¿Quieres tocarlas? –

¿Qué? ¿Aquello estaba pasando de verdad? ¿Mi tía me estaba preguntando si quería tocarla las tetas?

-        Sí…- respondí sin saber cómo iba a acabar aquello.

Por suerte, mi tía tenía mucha más iniciativa que yo, y dulcemente cogió entre sus manos mi mano derecha y la plantó justo en su teta. Mi total inexperiencia en materia sexual me llevó a no saber muy bien qué hacer, había soñado muchas veces con aquello, pero ahora que pasaba en la vida real, no sabía como seguir, e infantilmente, empecé a apretársela como si estuviera comprobando la madurez de una fruta.

-        Nunca habías tocado una teta, ¿verdad? – quiso saber, con la misma sonrisa que no había dejado de tener.

-        No…- respondí tímidamente, ensimismado en el tacto- ¿Puedo vértelas?

Merche se echó a reír a carcajadas, encogiéndose sobre sí misma, riéndose de mi pregunta, aquello me estaba pareciendo muy cruel por su parte, parecía que estaba disfrutando riéndose de mí.

-        Te las enseño, pero con una condición: no le digas a nadie que te he enseñado las tetas, ¿vale? Es un secreto entre nosotros.

-        ¡Vale! – respondí ilusionado.

Inmediatamente después de responder, mi tía se despojó de su camiseta, mi corazón latía a borbotones por la excitación, que ya había hecho crecer mi pequeño pene infantil, delante de mí estaba mi tía Merche ahora desabrochándose el sujetador negro cuya observación me había tenido embobado, se bajaba los tirantes, y finalmente lanzaba su prenda interior sobre una silla, para aparecer un par de tetas grandes y preciosas.

-        ¿Qué te parecen? ¿Te gustan? – me preguntó interesada, moviendo el torso y agitando sus pechos, sonriente.

-        Sí, me gustan muchísimo…son muy bonitas – respondí

Y ni corto ni perezoso, teniendo en cuenta que ella misma me había dado permiso, puse mis manos en sus tetas, adaptando las palmas al volumen de sus pechos, y de nuevo empecé a apretarlas comprobando su textura y la suavidad de la piel de Merche.

-        Tócalas así, mira, déjame –

Y con sus manos guiando las mías, me las dirigió por toda la plenitud de su delantera, haciendo que las acariciara y apretara en el punto adecuado, recuerdo que lo que más me llamó la atención fue la forma en la que crecieron sus pezones ante mi tacto, no pudiendo ceder al impulso de acariciarlos y girarlos suavemente, para evitar hacerla daño.

Tras un buen rato sobando sus tetas con sus manos como cómplices, las retiró dejándome solo en esa aventura, creo que convencida de que ya había aprendido lo que tenía que saber en la materia. Se las acariciaba con un interés desatado, esa era la primera vez que veía unas tetas en directo, la primera vez que me las dejaban tocar, y no quería que aquello acabara, no me cansaba de sobarlas, y Merche, que ya no reía, sino que seguía mis progresos en su cuerpo ahora más seria y con los labios semiabiertos, no tenía intención de que parara.

Pero me paró.

-        Ven, vamos al dormitorio – me ordenó más que me propuso, tras un fuerte suspiro, cogiéndome de la mano y llevándome casi a rastras.

A pesar de lo que estaba viviendo, seguía sintiéndome extraordinariamente nervioso, mi corazón seguía a mil, y la sensación de peso en el estómago no había desaparecido, y no solo eso, sino que ese nerviosismo se acrecentó mientras mi tía me llevaba de la mano a través del pasillo, dejándome llevar como un pelele, cuando de repente, antes de entrar en la habitación, se dio la vuelta:

-        Ya te lo he dicho antes, pero te lo repito, no le digas nada a nadie, ¿eh? Ni a tus amigos ni a nadie, esto es un secretito entre nosotros, ¿vale? – me volvió a advertir seria, con un dedo en alto para darlo más énfasis.

-        No, no le voy a decir nada a nadie – me había hipnotizado con sus tetas y en ese momento hubiera firmado hasta mi sentencia de muerte con tal de que me las dejara seguir tocando otro poco.

-        ¡Ese es mi niño! – gritó sonriente de nuevo y llena de júbilo tras mi respuesta, recompensándome con un abrazo y otro fuerte beso en la frente.

-        Pues ven, que tu tiíta te va a enseñar unas cositas – continuó, ahora llevándome dentro de su dormitorio.

Una vez dentro del sacrosanto espacio de la intimidad de mis tíos, me quedé parado al lado de la cama no sabiendo qué hacer, ahora incluso más excitado de lo que ya lo estaba, pensando en qué cositas eran las que me iba a enseñar Merche, lo cual no tardé en averiguar, ya que mi tía se desabrochó los pantalones, y acto seguido se bajó las bragas negras que llevaba.

Me quedé boquiabierto. Mi tía se mostraba ante mí totalmente desnuda, en el esplendor de sus 35 años, y yo no podía apartar la vista de su coño, era la primera vez que veía uno en directo y se me quedó grabada en la mente la imagen de ese manojo de pelo negro en su entrepierna.

Ella no paraba de reír, y tal y como estaba, completamente desnuda, se tumbó sobre las sábanas de la cama.

-        Túmbate conmigo, anda, no te quedes ahí – me animó mi tía graciosamente, señalando con unos pequeños golpecitos con la palma de su mano el lugar en donde deseaba que me colocara.

Di la vuelta a la cama y, tras descalzarme, me tumbé junto a ella obediente, acurrucado a su lado.

-        Qué rico eres – y me dio un fuerte beso, esta vez en los labios – Te voy a enseñar a hacer un dedo, ¿Sabes lo que es?

-        Sí…es lo que hacen las chicas cuando están solas…- respondí sin dudar, como si fuera el alumno empollón de la primera fila de clase.

-        ¡Eso es! – corroboró mi respuesta entusiasmada, cogiendo suavemente mi mano derecha – Se hace así…-se llevó mi mano junto con la suya a su entrepierna - ¿Notas esto? – me preguntó como la mejor de las profesoras.

-        Sí…- contesté acariciándolo con las indicaciones gestuales de Merche.

-        Esto es el clítoris…y a tu tiíta la encanta que se lo acaricien así…-

Bajo su tutela, la empecé a acariciar su “botoncito” con suavidad, de la forma que me estaba indicando, mientras la observaba con interés científico, su esbelto cuerpo tumbado junto a mí, sus generosos pechos desparramados, su coño peludo, y su mano unida a la mía, enseñándome a masturbar a una mujer.

-        ¿Notas como está mojándose la rajita? – dijo llevando mi mano a las profundidades de su coño, e introduciéndose un dedo en la vagina.

-        Sí…antes no estaba así- respondí inocentemente.

-        Eso es porque a tu tía la estás poniendo muy cachonda…- añadió suspirante, sin dejar de utilizar mi mano como masturbador.

-        Yo también lo estoy…- comenté a modo de cumplido.

-        Eso me gusta…- y, tras recostarse en la cama, me dio un tremendo beso con lengua que me dejó paralizado, si bien, una vez me hice cargo de la situación, notando su lengua moviéndose en mi boca, correspondí como había hecho ya con alguna chica, y tras este apasionado beso, volvió a tumbarse otra vez, con las piernas totalmente abiertas, siguiéndose masturbando con mi mano.

En silencio seguimos durante un momento que se me empezó a hacer eterno porque no sabía qué más podía hacer, simplemente la observaba a ella, ahora con la cara echada hacia la izquierda, la boca medio abierta, abriéndola y cerrándola como un pescado fuera del agua.

-        ¿Te haces pajas? – me preguntó a bocajarro.

-        Sí…me hago muchas…y la mayoría de las veces pienso en ti…- reconocí.

Merche en ese momento empezó a mover mis dedos más rápido.

-        ¿Sí? ¿Te las has hecho estos días? – quiso saber.

-        Sí, ayer me hice dos…te vi después de la ducha…y luego te vi en la habitación…y tuve que irme a la ducha – confesé.

Merche estaba empezando a jadear, hacía moverse mis dedos en su clítoris a una velocidad aún más rápida y tras mi respuesta solo hacía eso, jadear, su silencio me hizo incluso pensar que mi respuesta no la había satisfecho, pero tras agarrarse con fuerza uno de sus pechos, dejó libre mi mano y con voz susurrante e interrumpida por jadeos ahogados.

-        Mueve los dedos más rápido, así, así…- mis dedos tras su orden se movían vertiginosamente alrededor de su clítoris – tu tía se va a correr, sigue así, me voy a correr…me voy a correr...

Y ya no dijo más, simplemente empezó a gemir como solo había visto en las películas porno, hasta que tras callar un momento que aprovechó para introducirse lo que me pareció un dedo o dos en su vagina, estiró sus piernas repetidamente como si estuviera sufriendo un shock, y sus gemidos cambiaron de tonalidad, más agudos y desesperados, manteniendo sus dedos dentro de su vagina, y los míos, a pesar de que ya sufría calambres en los mismos, no dejando de acariciar su clítoris como ella me había enseñado, hasta que de nuevo su mano se unió a la mía, indicándome que parara con un simple gesto, mientras que Merche, que seguía con la cara girada, los ojos cerrados, y la boca totalmente abierta, intentaba recuperar la respiración.

Una vez que volvió en sí, se me quedó mirando apreciativamente con sus ojos azules, y creo que pensó que después de lo que estábamos haciendo, no tenía sentido parar ahí, así que decididamente, me dio otro tremendo beso con lengua, y tras hacer que me volviera a tumbar por completo en la cama, me dijo:

-        Ahora te toca a ti…vamos a ver que tenemos por aquí…-

Con suavidad me quitó los pantalones junto con los calzoncillos, dejándome desnudo de cintura para abajo.

-        No está mal…- y se puso a acariciar mi infantil polla – no está nada mal…- comentó por segunda vez, mirándome con ojos maliciosos.

Yo guardaba silencio, lo único que deseaba era que me hiciera una paja, pero una vez más, el día me tenía reservada una nueva sorpresa.

-        Tienes el pito perfecto…- comentó ahora cascándomela suavemente, sin quitarme la vista de encima – Vamos a hacer una cosa…

Y Merche saltó de la cama, completamente desnuda, dirigiéndose a una mesilla de noche, donde la veía rebuscar algo en los cajones, hasta que por fin pareció que lo encontró, cogió una caja y un pequeño sobrecito, el cual abrió con sumo cuidado. Era un preservativo.

-        Hoy vas a dejar de ser virgen…te vas a folla a tu tía…-

Aquello lo dijo de forma enunciativa, no admitía ninguna discusión, y con una gran maestría, colocó el condón en mi pene, y sin soltarlo, se colocó en cuclillas sobre mí, dirigiéndolo a su vagina, y finalmente introduciéndoselo.

-        No pensaba que tuvieras esta polla…- comentó ya penetrada, volviéndome a besar efusivamente con la lengua, y moviendo sus caderas.

Tras este largo beso, mi tía se apartó para cabalgarme lentamente, apoyándose en mi torso, y viendo sus tetas moviéndose tan a mano, tomé la iniciativa de acariciarlas como había estado haciendo no hacía mucho tiempo, aunque tras todo lo que estaba aconteciendo, ya me parecía un mundo.

Mi tía empezaba a moverse más rápido y su rostro, en un principio sonriente, se había vuelto serio, cerraba los ojos y esporádicamente abría la boca para exhalar aire.

-        Chúpame las tetas…como si fuera un biberón…- me susurró mi tía echándose hacia adelante y apoyando sus brazos en el cabecero de la cama, colocando sus pechos a la altura de mi cara.

Me gustó su sugerencia, agarré una de sus tetas con ambas manos y eso hice, chupar su teta, notando como su pezón crecía en mi boca y se volvía duro.

De nuevo mi tía aceleraba el ritmo, yo seguía “amamantándome” con una de sus tetas, la otra la acariciaba con manos inocentes, mi tía empezaba a respirar fuertemente:

-        Avísame antes de terminar, ¡eh! … cuando no aguantes más díselo a tu tía ¡eh! – exigía Merche jadeante.

-        Sí, te aviso – respondí inocente.

Tenía una sensación extraña, tenía muchísimas ganas de perder mi virginidad y sobre todo de hacerlo con mi tía, pero estaba tan tenso por hacerlo bien, que no veía ni de lejos la posibilidad de correrme, ella me estaba cabalgando con fuerza con su rotundo cuerpo saltando sobre mí, lo hacía con tantas ganas que yo botaba y rebotaba en el colchón, y se escuchaban tremendos golpes del cabecero de la cama contra la pared.

-        Me vas a hacer correr otra vez…otra vez…-

Me plantó otro tremendo beso con lengua, salvaje, chocando nuestras dentaduras, tras el cual se volvió a erguir y empezó a gemir con los ojos cerrados y la boca abierta de par en par, con sus preciosos pechos botando a la velocidad en la que sus caderas se movían sobre mí en un movimiento totalmente sincronizado, y en medio del sonido de orquesta formado por la voz solista de mi tía con sus gemidos y los golpazos del cabecero de la cama contra la pared, hasta llegar al final del acto, que fue cuando mi tía agarró mis manos y se las llevó a sus pechos, y metiendo la cabeza entre mi cuello y mi oreja, empezó a susurrarme al oído con ansiedad:

-        Me corro, me corro, me corro…-

Palabras interrumpidas por un sonido como de sorber los mocos y unos movimientos reflejos, espasmódicos de su cadera, y unos gemidos que casi me dejan sordo, el primero más largo, el resto más cortos, tras los cuales permaneció inmóvil sobre mí, moviendo ligeramente sus caderas. Mi tía se había vuelto a correr.

Una vez más, no sabía como actuar, estaba atrapado bajo ella y mis manos ahora sobaban el trasero más bien blandito de mi tía, pero afortunadamente, volvió en sí regalándome un nuevo beso con lengua, acariciándome el cabello:

-        Ya verás lo que te va a hacer tu tía ahora…- se apartó de mí, se sacó mi polla de su interior, y se tumbó a mis pies, para acto seguido, retirar el condón que me había colocado, para agarrarme el pene y metérselo en la boca.

Esa ya sí que fue una sensación maravillosa, la mejor de la mañana, el placer de mi polla en su boca era algo que me causó especial morbo.

-        ¿Te gusta como te la chupo? – me preguntó mi tía, cascándomela con ganas, frotándose las tetas y mirándome esperando mi respuesta.

-        Muchísimo, me está gustando mucho…lo haces muy bien…- no pude por menos que contestarla.

-        No te lo habían hecho nunca, ¿verdad? – siguió.

-        No…

-        Por eso te la chupa tu tía, para que sepas como te lo tienen que hacer…-

Y acto seguido se la volvió a meter en la boca entera, si bien por aquellos entonces tampoco era un gran mérito.

Notaba como tenía el glande totalmente al descubierto, su lengua masajeándomelo, sus labios a lo largo del tronco de mi pene.

-        Me voy a correr- avisé a mi tía obediente, de acuerdo con lo que me había pedido hacía un rato.

Como alarmada, apartó su boca de mis partes y meneándomela con fuerza y movimientos cortos, me dijo:

-        Dale tu lechita a tu tía…córrete…-

Sin embargo, cuando pensé que quería que me corriera así, cambió de opinión y de nuevo se puso a chupármela, esta vez cubriendo el glande con su boca, y sin parar de cascármela, a una velocidad vertiginosa, era la primera vez que me hacían una mamada y la primera vez que me iba a correr de esa forma, notaba cómo dentro de mí se preparaba una descarga que no terminaba de salir…hasta que terminé.

Me corrí.

Mi tía no se apartó un ápice, recibió todo mi semen juvenil en su boca, dejándome descargar de esta forma, mientras masajeaba mi pene con su mano para que no me dejara nada dentro.

Una vez que comprobó que había completado mi orgasmo, con la boca repleta de mi semen, se lo tragó mirándome fijamente, y a continuación, abrió la boca sonriente, para que pudiera comprobar que no había hecho ninguna trampa.

No pude evitar sonreír, satisfecho por cómo había sido mi primera vez, no tardando Merche en acompañar mi gesto, echándose sobre mí y dándome un casto beso en los labios.

-        ¿Te ha gustado, mi rey? – preguntó curiosa.

-        Si…muchísimo…lo haces genial, estás buenísima- respondí, pleno de satisfacción ante la hazaña que acababa de realizar, perder mi virginidad con mi propia tía.

-        Pues mañana repetimos…tu tía te tiene que enseñar todavía muchas cosas…- tras lo cual me volvió a besar, y desapareció de la habitación rumbo a la ducha, sin que yo apartara la vista de su culo hasta que salió de la habitación.

Así amig@s, así perdí la virginidad, y de esta forma mi tía Merche se convirtió en mi gran maestra sexual, gracias a ese maravilloso verano y sus “clases diarias”