sábado, 29 de agosto de 2020

Horas extras

 

¡Muy buenas amig@s! Lo que os voy a contar ya hace algún tiempo que pasó pero no podía dejar de contaros cómo me empecé a follar a Miriam, mi jefa…

Como os conté en Twitter, actualmente tengo una relación con mi jefa que está caracterizada por nuestros altos y bajos, sobre todo derivados de que además de ser mi jefa y trabajar juntos, ella está casada y tiene su familia, de hecho en el momento en el que escribo esto, nos encontramos en lo más bajo y creo que inexistente, pero bueno, eso es otra historia, y como todo final tiene un principio, aquí os cuento cómo empezó todo.

Hace ya bastante tiempo, y como también os he ido contando, cambié de ciudad y cambié de trabajo. Actualmente sigo en el mismo sitio desarrollando labores de oficina, y allí conocí a mi jefa, a Miriam.

En un primer momento me pareció una persona muy seca, desagradable, muy borde, en pocas palabras, reunía todas las características que no te gustaría que tuviera un superior.

No obstante, con el paso de los meses y sobre todo tras su vuelta de su segunda maternidad, y a pesar de “sus recaídas”, su actitud cambió por completo y en especial conmigo, se volvió mucho más cercana, mucho más abierta, mucho más dispuesta a compartir su día a día, y poco a poco fue más receptiva a mis bromas, pero si su cambio en el trato fue radical, su cambio físico no se quedó atrás.

Cuando yo llegué a la oficina, llevaba unas gafas que no la favorecían nada, su ropa no la quedaba bien, el maquillaje brillaba por su ausencia… tanto llamó la atención el cambio que no pasó desapercibido a nadie y menos a mí, y es que llegó el momento en el que no solo usaba rimmel y sombra de ojos, iba perfectamente maquillada, jubiló sus gafas para sustituirlas por unas lentillas, comenzó a usar ropa mucho más ajustada, más escotada, mucho más actual y mucho más sexy (un día mientras estaba sentada, me sorprendió ver que llevaba unas bragas rojas…), y claro, viendo este claro caso de patito feo convertido en cisne, no pude evitar sentirme atraído.

Miriam tiene 43 años, es más bien delgada y mide alrededor del 1,65, es decir, es bastante más baja que yo, lleva el pelo rizado de color castaño y con mechas rubias oscuras a la altura del hombro, ojos castaños claros, pómulos prominentes y unos labios finos que encierran una dentadura perfecta en la que destacan unos colmillos del tipo drácula que la confieren un aspecto agresivo, a lo cual ayuda su ganchuda nariz.

Su aspecto físico bastante aceptable y el morbo de que fuera mi jefa, supusieron para mí un reto intentar conquistarla, por eso atendiendo a que cada vez resultaba más accesible y extrañamente simpática conmigo, seguí bromeando regularmente con ella, interesándome por su vida privada…sobre todo intentando conocerla mejor, y es que en cada uno de mis avances en este sentido encontraba una buena acogida por su parte, incluso era ella la que además de reírse bromeaba conmigo y aún más, llegaba a la fase de contacto físico, de tocar mi mano con naturalidad… y claro, viendo la evolución tan sumamente satisfactoria que seguía nuestra relación, no hacía más que buscar esa oportunidad que siempre se da en la que te la juegas a todo o a nada.

Y esa oportunidad llegó.

Un buen día estaba en su despacho comprobando unos expedientes, ella sentada en su sillón y yo detrás de ella ayudándola a encontrar los datos necesarios, y en el momento en el que se estaba fijando en un detalle junto a mí, ella se acercó para observarlo mejor, y al girar la cabeza para comentar conmigo, al sentirla tan cerca de mí, me dije, ahora o nunca, así que me lancé y la besé en los labios. Ella no hizo ningún ademán de alejarse, así que introduje mi lengua en su boca, y en ese instante de duda, esas décimas de segundo en las que besas una boca inerte y no se tiene claro si es efecto de la sorpresa o es síntoma de rechazo, noté que Miriam empezó también a mover su lengua al mismo compás que la mía durante unos instantes eternos en los que aproveché para apoyar mi mano en su muslo, pero todo lo bueno tiene su fin, y aquello acabó cuando Miriam dio un respingo, sacó su lengua de mi boca, apartó su silla de mí y mirándome con cara de ¿Qué he hecho? añadió un apesadumbrador: “Sal del despacho, por favor”.

Así que eso hice, salir y volver a mi puesto, turbado por la reacción de mi jefa, pero por otro lado extraordinariamente contento y excitado por lo que acababa de pasar, y expectante ante lo que podría ocurrir.

Y así pasaron un par de semanas, saltó a la vista de todos mis compañeros que algo había cambiado, Miriam se volvió totalmente fría y la situación en la que nos encontrábamos no me gustaba, así que un día que estaba reunida con ella por motivos profesionales, fui yo el que sacó el tema:

- ¿No crees que deberíamos de hablar?

- No, no hay nada de qué hablar, yo soy tu superior y tú mi subordinado. Además soy una mujer casada y con dos hijas, lo que pasó, nunca debió de ocurrir- me respondió con firmeza en sus palabras, si bien dirigía su mirada al vacío, síntoma de inseguridad, lo cual me animó.

- Eso no es verdad – Continué mientras me acercaba a ella- Sé que te gustó y sé que lo deseabas- dije mi frase mientras bordeaba la mesa – Mírame a los ojos y dime que no querías hacerlo.

- A ver…no es eso…me gustas… -me contestó mientras yo atrapaba sus manos entre las mías- pero esto no puede ser…estoy casada – me dijo de nuevo mirando al vacío.

- ¿No puede ser porque estás casada? Tú misma dices que te gusto…simplemente te pido que nos conozcamos, nadie tiene por qué saber lo nuestro… - decía mientras acercaba mi boca a la suya para finalizar mi frase en el momento en el que mis labios se posaron en los suyos con cariño, acariciando su pelo… y ella no se apartó, recibió mi beso aceptándolo y acariciando mi cara, y ahí me di cuenta de que era mía, había conseguido conquistarla.

Y así pasaron  las semanas, viéndonos a escondidas encerrados en su despacho cuando no había nadie ya trabajando, besándonos, conversando, abrazándonos, Miriam necesitaba a alguien que la escuchara, alguien a quien contarle sus problemas laborales, sus problemas con su marido, sus problemas personales… aquello la hacía sentir bien, pero cada día que pasaba crecían mis ganas de mantener sexo con ella, y es que esa parecía una frontera que no quería traspasar, cada vez que intentaba acariciarla más “íntimamente”, ella se evadía, pero por fin llegó el gran día.

Entré en su despacho, y tras tomar la precaución habitual de cerrar la puerta con llave, se acercó a mí sonriente y me besó en los labios. Como siempre, comenzamos a charlar, ella sentada en su sillón y yo frente a ella apoyado en la silla, y como siempre, la besé y la acaricié, y mientras la besaba, una de mis manos se apoyó en su muslo. Ante la ausencia de respuesta por su parte, decidí que era un buen momento para que esa mano subiera un poco más y un poco más…hasta que llegó a palpar sus bragas y Miriam reaccionó riéndose, apartando mi mano y levantándose del sillón, se dirigió hacia la ventana.

La observé divertido porque ella me miraba sonriendo de forma pícara, mirándome de esa forma que tanto me excitaba, y dijo:

- Bueno, como has venido hoy, parece que hoy tienes la mano un poco larga…- y se echó a reír divertida.

No quería presionarla, pero ya llevábamos un par de semanas de “relación” y aún no había habido nada de sexo, y ante esta novedad me pareció que debía de seguir tirando del hilo, así que me levanté de la mesa, y mientras me acercaba a ella, la susurré:

- Es difícil pasar tanto tiempo con una mujer tan guapa como tú sin nada más que besos…-

Tras lo cual la abracé por detrás, empecé a besarla en el cuello y a mordisquear el lóbulo de su oreja, ella cogió para sí uno de mis brazos y echó su cabeza hacia atrás como incitándome a que siguiera, por lo que mi otra mano se dirigió más al sur, de nuevo a su muslo, para de este modo ascender por debajo del precioso y sugerente vestido negro de algodón que llevaba puesto, suelto por debajo y ajustado desde la cintura hasta arriba, de tal forma que mi mano se encontró con sus braguitas con el fin de introducirse debajo de ellas y encontrar el tesoro del pelo que adornaba su coño.

Mis dedos se introdujeron por debajo de sus braguitas para traspasar el bosque de pelo que se escondía debajo de ellas y encontraron cierta humedad cuando llegaron a la zona más placentera de su entrepierna. Miriam tenía los ojos cerrados y aprovechando que mi otra mano se encontraba cercana a sus pechos, comencé a manosearlos por encima del vestido ante su complicidad, ya que ella seguía sujetando mi brazo.

Seguí toqueteando sus pechos y con la otra mano seguía acariciando su clítoris desde detrás de ella, de modo que cuando la humedad inicial se convirtió ya en más que eso, la di la vuelta, la miré a los ojos provocando que ella abriera los suyos a la expectativa de lo que iba a hacer, que no fue otra cosa que aprovechar para besarla apasionadamente y levantar su vestido, terminando por sacárselo por completo, acercarla hacia su escritorio y tumbarla sobre el mismo, para una vez allí, pasar a darla pequeños besos por el cuello y pasar mi lengua por todo su cuerpo hasta llegar a sus bragas negras de licra, las cuales agarré firmemente entre mis dientes y con firmeza se las quité deslizándolas por sus piernas.

Y así estábamos, yo con las bragas de Miriam en la boca y ella mirándome tumbada en el escritorio con su sostén negro de licra con aros y un par de zapatos negros con un poco de tacón como únicas prendas, cuando ante la sugerente vista de su oscuro coño, me vi obligado a ponerme de rodillas ante ella y comenzar a lamerlo.

A pesar de que saltaba a la vista que lo retocaba, ya que no sobresalía ningún pelo de su ropa interior, su coño era más bien peludo, y en cuanto a lo demás, sobresalían un tanto los labios internos sobre los externos, pero lo que me dejó verdaderamente sorprendido fue que casi al momento de comenzar a lamer su clítoris, éste adquirió unas dimensiones más que considerables, lo que acompañado de que no tardó en agarrar mi cabeza con una de sus manos, era signo inequívoco de que Miriam era clitoriana, razón por la cual seguí por esa vía, lamiendo su clítoris de arriba abajo, haciendo círculos a su alrededor, cambiando el sentido así como la velocidad, y cuando sustituí mi lengua por mis dedos para así darla un descanso, no pude dejar de mirar hacia arriba para corroborar que estaba acertando, sospecha que tenía a la vista de que su coño estaba chorreando, y pude observar a Miriam con los ojos cerrados, mordiéndose los labios de placer y con su mano libre acariciando sus pezones, que en ese momento ya estaban asomados por encima del sostén.

Estaba tan excitado que no veía el momento de utilizar mi pene, así que me aparte ante la mirada inquisitiva de Miriam y me comencé a quitar el jersey, acompañado de la camiseta, y hubiera continuado con los pantalones, pero mi querida jefa reaccionó hábilmente y fue ella la que se puso a desabrochar el cinturón, los botones del pantalón, los bajó hasta donde estimó necesario, y sacó mi pene casi erecto para ponerse a masturbarme. No obstante, su ayuda no fue necesaria, ya que en un par de sacudidas mi polla estaba dura como una roca, así que la indiqué que se volviera a tumbar, me coloqué un condón y la penetré, reaccionando ella instantáneamente con una sacudida, por lo que en un principio se la introduje solo a medias.

En cualquier caso, la fui penetrando con gran delicadeza consiguiendo que ella se relajara, estaba de nuevo tumbada encima del escritorio completamente abierta y yo de pie sujetando sus piernas a la altura de los codos, cada vez podía llegar más dentro de ella ayudado por la extraordinaria lubricación de su coño, pero me cansaba de sujetar sus piernas y no tardé en colocarlas en posición vertical y de forma perpendicular a mi pecho para lograr mayor apoyo, y aprovechando para besar sus tobillos, aún enfundados en sus zapatos.

A pesar de que me encontraba más cómodo de esa forma, tenía deseos de introducir mi polla aún más dentro de ella, con lo que definitivamente me tumbé encima, rodeándome con sus piernas y practicando el misionero encima del escritorio. En esa postura ya sí que logré penetrarla por completo, reaccionando ella entrecerrando los ojos, agarrando mi cara con ambas manos, haciendo fuerza con los labios y volviendo a tensarse, pero seguí penetrándola y esta vez a más velocidad, ella seguía tensa, pero me quedó claro que no la estaba haciendo daño, al contrario, la estaba encantando, ya que en un momento soltó una gran cantidad de aire, agarró mi culo con una extraordinaria fuerza, y se puso a hiperventilar, con lo cual aceleré aún más mi ritmo, penetrándola todo lo que podía mi polla, hasta que llegó un momento en el que se tensó por completo, agarró con ambas manos mi culo como si de ello dependiera su vida, se puso una mano en la boca y se puso a temblar ante mí en vertiginosas acometidas.

Miriam se había corrido.

Una vez que se relajó por completo y constaté que había finalizado su orgasmo, me puse en pie casi con prisa, la agarré del brazo y me senté en su sillón:

- Ahora fóllame tú…

No hizo falta que se lo dijera dos veces, la ayudé a que se acoplara encima de mí colocando sus rodillas en los espacios vacíos del sillón y se introdujo mi polla en su coño entrando con una extraordinaria facilidad y empezando a cabalgarme y a besarme.

En ese momento me encontraba sentado con mi jefa follándome encima de mí y con sus tetas en la cara, por lo que comencé a besarlas y a lamerlas, desabrochando definitivamente el sujetador para tener una mayor comodidad. Debo decir que los pechos de Miriam me encantan por salir de lo común. No son excesivamente grandes, pero supongo que como consecuencia de su última maternidad, habían quedado algo caídos y con unos pezones verdaderamente amenazantes por grandes y puntiagudos, de color amarronado, eran preciosos…e incluso retadores, por lo que era un verdadero placer succionarlos y disfrutar de ellos porque era como tener un chupete en la boca, y de hecho acerté en ello, en succionarlos, porque notaba que Miriam se estaba excitando muchísimo, habíamos estado follando hasta ese momento casi en un total silencio, solamente interrumpido por amortiguados jadeos y el sonido de nuestras respiraciones aceleradas, pero en ese momento ella estaba empezando a exhalar el aire por la boca con una extraordinaria fuerza, echando la cabeza hacia atrás, agarrando mi cabeza y estrujándola contra sus pechos…hasta que paró y mirándome a los ojos y con una sonrisa de circunstancias:

- Puffff…no puedo más…- dijo casi como excusa para parar

Pude comprobar simplemente mirando su cara roja y sudorosa que se refería a cansancio.

- Pues tenemos que terminar, yo casi estoy a punto…- la dije mientras la ayudaba a levantarse.

Miriam se puso en pie apartándose el sudor de la cara, desorientada porque no sabía qué hacer, pero yo sí que lo tenía claro y sin pensarlo dos veces, la indiqué que se acercara al escritorio y en cuanto hice que apoyara los codos de espaldas a mí, comprendió perfectamente lo que quería hacer, así que con ella de pie y flexionada, la di un azote en su trasero y se la metí por el coño sin muchos preámbulos, tras lo cual fui yo el que exhaló una sonora respiración y añadí:

- Joder qué mojada estás…que bien te entra…me encanta…

Y seguí penetrándola mientras la sujetaba por la cadera, cada una de mis profundas penetraciones eran seguidas por jadeos mutuos, ambos estábamos excitadísimos, yo de vez en cuando volvía a darla algún cachete en el culo y ella estaba totalmente echada sobre la mesa para ofrecerme una mayor facilidad en mi labor, rozándose con una mano sus pechos y con la otra tapándose la boca, disfrutando de esta manera hasta que se estiró, volvió la rigidez al cuerpo de Miriam, y tras disfrutar un nuevo orgasmo, lanzó un gigantesco resoplido entrecortado por mis ahora ya vertiginosas acometidas porque estaba a punto de terminar, así que extraje mi pene de su vagina, me quité el condón y en voz baja para no llamar la atención, pero para que ella lo supiera:

- Me corro, me corrooooo….-

Y acompañado de un entrecortado gemido de placer, me corrí en su espalda, cubriendo mi semen la parte baja de misma y bajando hacia su precioso culo…con el que terminé de correrme frotando mi polla.

Tras finalizar, suspiré y tras apartar un poco de sudor de mi cara y acercarme a su boca, la pregunté:

- ¿Te ha gustado?-

- ¡Mucho!- respondió Miriam sonriendo y besándome, aún apoyada en la mesa y tras besarme dijo con cara de circunstancias.

- Ahora déjame limpiarme…me está escurriendo por el culo…-

Riéndome alegremente la observé como rebuscaba en su bolso unos clínex, si bien yo fui más rápido y caballerosamente me puse a limpiar su espalda y su culito con uno de mis pañuelos.

Un vez terminamos de asearnos, de vestirnos y tras peinarse un poco Miriam, nos dispusimos a abandonar la oficina por separado, no sin antes volver a besarnos apasionadamente…