martes, 21 de marzo de 2017

Anal sí, por supuesto


¡Muy buenas amig@s¡ Al contaros mis aventuras y desventuras sexuales me gustaría guardar una cierta coherencia cronológica, así que después de contaros como perdí mi virginidad, os voy a contar mi primera vez practicando sexo anal.

Como os he contado anteriormente, la forma en la que perdí mi virginidad no fue ni mucho menos la más convencional, todo lo contrario al modo en el que probé lo delicioso que resulta el sexo anal, y es que no hay nada más tradicional que hacerlo con la pareja con la que te encuentras en ese momento.

Tras pasarme el verano follando con mi tía, volví a la cruda realidad de la abstinencia sexual, mi tía pasó un larguísimo tiempo sin volver a follar conmigo (en otro post os contaré nuestro reencuentro sexual...) y con las chicas de mi edad no llegaba a pasar de pajas, intentos de sexo oral y demás tocamientos. A medida que fui creciendo ya se fueron sucediendo las novias más o menos formales, o todo lo formales que pueden ser las relaciones de pareja durante la adolescencia, así como el sexo con ellas, experimentando nuevas posturas, nuevas sensaciones, perfeccionando mi conocimiento sobre el cuerpo y la forma de dar placer a las mujeres, pero siempre tenía una espina, y es que cada vez que proponía a una novia practicar sexo anal, poco más o menos que me miraban como a un bicho raro y la respuesta era siempre no, hasta que por fin llegó Carmen.

La conocí en mi primer año de universidad cuando ambos teníamos 18 años. Ella estudiaba económicas, así que como os podéis imaginar era una “niña pija”, siempre llevaba zapatos con más o menos tacón, casi siempre de la marca “Mustang”, pantalones tipo pitillo, camisetas y faldas todas ellas de las marcas más caras que podía haber en el mercado. Carmen siempre llevaba su pelo negro azabache suelto y cortado con el flequillo a su derecha, sus ojos eran negros oscuros, el mismo color de su pelo, su nariz era respingona pero de tamaño normal y sus dientes eran tan blancos como una perla, aunque lo que resaltaba sobre todo el conjunto eran sus entrañables hoyuelos, lo que la confería un aire infantil que a día de hoy sigue manteniendo.

En cuanto a su cuerpo, era del tipo pera, es decir, de caderas anchas, algo que no concordaba para nada con el resto de su cuerpo, pero que a mi vista la hacía más que deseable.

Pues como os decía, comenzamos a salir juntos y fue todo un acierto, no solo en el plano personal, sino también y sobre todo, en el plano sexual, y es que por un lado disfrutaba de un piso de estudiante para ella sola, lo cual nos daba toda la libertad necesaria para disfrutar del sexo cuando lo deseáramos, y por otro lado nos juntamos el hambre con las ganas de comer, si yo siempre tenía ganas de sexo, ella tenía las mismas o incluso más que yo, así que viendo esta gran afinidad, en cada uno de nuestros incontables polvos no dudaba en proponerla el sexo anal y aunque mi sugerencia era rechazada una y otra vez, no dejaba de insistir y perseverar hasta que por fin un día conseguí que aceptara.

Era una noche de invierno, Carmen lucía con su habitual elegancia unos pantalones vaqueros de pitillo, zapatos rojos de tacón, chaqueta negra y una camiseta de tirantes escotadísima, lo cual unido a sus abundantes pechos, hacía que fuera imposible apartar la vista de ella. Llegamos a su casa y como todas las noches, fuimos directos a su dormitorio. Ese día habíamos estado bebiendo, con lo cual nuestras caricias y besos fueron acompañados de la urgencia y falta de habilidad propias de esos momentos, ella empezó a besarme introduciendo su lengua casi hasta mi garganta a la vez que me iba desabrochando los pantalones, yo respondía a sus besos de igual forma, aunque mis manos se centraban más en quitarla su camiseta y desabrochar su precioso sujetador negro con relleno (trucos de mujer...) para dejar al descubierto sus maravillosos pechos, algo caídos, raro para una chica de su edad, aunque encantadores por sus oscuras aureolas y sus pezones siempre erectos.

Cuando liberé sus pechos de su prisión de tela, aparté mi lengua de la suya para emplearla en chupar y mordisquear sus pezones, pero por poco tiempo, ya que al desabrochar mis pantalones su mano derecha buscó mi pene dentro de mis calzoncillos para sacarlo, y tras darle un par de sacudidas para terminar de endurecerlo, se arrodilló y comenzó a chuparlo. Ya por aquella época siempre llevaba mi entrepierna totalmente depilada, lo cual agradecí nada más conocer a Carmen porque era una experta feladora, disfrutaba chupando pollas, y aquel día debo decir que fue un auténtico recital. Nada más arrodillarse me bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos, tras lo cual dio un tirón a la piel de mi verga hasta su tope para pasar su lengua por mi capullo en toda su inmensidad y posteriormente introducírselo en su boca, comenzando así el movimiento de su cabeza cerrando sus labios para hacer que yo disfrutara. Con su habitual inquietud practicando mamadas,  trasladó su lengua de mi polla a mis huevos para chuparlos y absorberlos, mientras que con la otra mano me masturbaba para posteriormente efectuar un nuevo cambio, de tal modo que en ese momento con una mano agarraba mi polla para unir este movimiento al de sus labios y con la otra me masajeaba los huevos, y es que solamente los hombres que me leéis podéis entenderme, porque solo vosotros sabéis lo placentero que es.

Como os decía, Carmen era una auténtica maestra de las mamadas, a lo que se unía mi gran afición por esta práctica, pero ese día quería darla auténtico placer y pensé que lo mejor era ir entrando en materia, así que muy a mi pesar, aparté su cabeza de mis bajos, acabé de quitarme la ropa y, tras ponerla en pie, la abracé por detrás para quitarla su pantalón y su precioso tanga rojo. Una vez me hube puesto el condón, la apoyé en la cama para acariciar su coño por detrás y comprobar que tampoco hacía falta mucho más para que mi enfundado pene pudiera penetrar en su interior, así que de esta forma, con Carmen de pie flexionando su cuerpo hacia adelante, buscando el apoyo de sus codos en la cama, introduje mi polla en su vagina por detrás. Como siempre, y aunque su coño estaba bastante lubricado, la penetré poco a poco y siguiente sus sordas indicaciones, y es que era de las que en estas posturas utilizaba su mano rozando mi cuerpo para señalar hasta donde se la podía meter. De esta forma se la fui metiendo hasta que por fin gran parte de mi yo estuvo dentro de su húmedo habitáculo, momento en el que empecé a avivar el ritmo, primero poco a poco, siguiendo sus gestos, para ir acelerando después, y para conseguir que ella se sintiera más cómoda y solo se dedicara a disfrutar, acabé colocándola a cuatro patas encima de su cama.

Siempre me ha encantado la postura del perrito, me gusta observar por detrás como “mi pareja de baile” disfruta del sexo casi en la intimidad, ya que tengo comprobado que todas las mujeres que sienten algún reparo en entregarse totalmente al placer, en esta postura se liberan de las ataduras de la compostura y Carmen no era una excepción, sabía que esa postura la volvía loca y se lo notaba tanto en sus gestos faciales como en su comportamiento, moviendo su cuerpo adelante y detrás para conseguir una penetración más profunda, sobre todo cuando su coño estaba ya más que mojado, tal y como en ese momento estaba.

El único fallo que tenía esta chica es que era prácticamente muda en la cama. No quiero decir sosa ni mucho menos, pero a mí siempre me han gustado las chicas que gimen o que se dedican a decir guarradas, algo que al menos a mí me pone a mil y me ayuda a manejar la situación. Ella no era de esas, casi siempre se corría en silencio, pero su indicador de orgasmos venía precedido siempre por una necesidad imperiosa de acelerar el ritmo casi hasta lo vertiginoso para  posteriormente expresar su orgasmo con su típico gesto de cara, con los ojos cerrados y con su bella cara contraída como si acabara de comer el limón más ácido del mundo. Y una vez más pasó esa noche, viéndola a cuatro patas notaba como empezaba a mover su cuerpo hacia mí tratando de introducirse mi polla más y más dentro y cada vez más rápido, casi con ansiedad, con lo que yo la dejaba hacer, agarrando con mis manos su culo hasta que al correrse quedó semiparalizada ralentizando su ritmo y manteniéndolo yo mientras hacía su gesto de cara, esta vez mordiéndose el labio inferior.

Tras el primer orgasmo de Carmen decidimos cambiar de posición, así que me tumbé en la cama para que fuera ella quien me cabalgara. Esa era su postura favorita, sabía que la volvía loca y esa noche quería que disfrutara al máximo, de modo que se colocó encima de mí y se introdujo la polla poco a poco hasta que casi la entró en su totalidad. Debo reconocer que esta postura no es precisamente la que más me guste, pero me encantaba observar la cara de placer de Carmen, cuando se ponía a montarme mientras con una mano sujetaba mi pene para fijarlo a su vagina hasta que se lo metía totalmente y se lanzaba a besarme marcándose su propio ritmo ayudándola a mejorar su placer mis continuos manoseos y lametazos a sus pechos, algo que también la volvía loca.

Mientras ella se complacía montándome, yo aprovechaba para agarrar su culo con fuerza y al igual que otros días, también aprovechaba para acariciar con mis dedos su ano, sin embargo ese día era especial, y es que pocas veces había visto a Carmen tan excitada, algo que podía comprobar fácilmente por el extraordinario flujo vaginal que emanaba de su coño, así que mientras ella seguía follándome, aproveché este lubricante tan natural para pasar mis dedos por las afueras de su vagina y utilizarlo para después acariciar su agujero del culo.

Estas pequeñas caricias y juegos en las afueras de su ojete, lubricando la zona, poco a poco fueron convirtiéndose en penetración, cada movimiento de Carmen servía para introducir un poco más mi dedo, lo cual, teniendo en cuenta la falta de protesta por su parte, consideré una buena señal, así que seguí introduciendo mi dedo todo lo que pude dada la incómoda posición y una vez que no podía llegar más lejos de esa forma, se lo dejé en su ano haciendo movimientos similares a los que haría un pequeño vibrador, lo cual fue todo un acierto, y es que ante mi sorpresa, no solo inició su ritual preorgásmico, sino que pude observar como sus movimientos buscaban introducirse mi dedo más a fondo y llegar a correrse de forma irremediable.

Aquello pintaba bien, pero la noche no me hacía presagiar que ante mi insistente petición de sexo anal Carmen fuera a ceder justo ese día, pero acabó siendo la noche y para mi deleite, no fui yo quien se lo pedí, fue ella quien tras correrse y medio jadeando me dijo:

- Fóllame por el culo.

Y por supuesto que lo hice. Ella se colocó a cuatro patas y yo me coloqué detrás de ella para preparar su ano ante lo que iba a introducirse en él, así que comencé lamiendo su agujero trasero a la vez que introducía mis dedos por su chorreante coño para darla a Carmen una buena ración de placer antes de que perdiera la virginidad de su culo. Mis dedos estaban totalmente mojados, así que utilicé su propio flujo vaginal como lubricante y la penetré en su agujero negro con uno de mis dedos, poco a poco pero con firmeza hasta que mi dedo índice desapareció en su ojete, tras lo cual empecé a moverlo dentro de ella y a lamer los alrededores. Cuando comprobé que el primer dedo se introdujo sin ningún problema, introduje otro dedo, esta vez con una mayor dificultad, aunque finalmente también entró en su totalidad gracias a mi empuje pero también al de Carmen, que parecía ansiosa por tenerlo dentro.

De esta forma pensé que era el momento de sustituir mis dedos por mi polla, así que me posicioné detrás y metí la punta, recibiendo cierto rechazo de Carmen, diciéndome que no la cabía, así que volví a intentarlo y recibí la misma respuesta. Se me pasó por la cabeza abandonar mi intento de follarla el culo, pero en ese momento se me encendió la bombilla y fui a buscar gel de manos, no era el momento de echarse atrás, y ante la sorpresa de Carmen por mi ocurrencia, la esparcí una más que generosa ración de gel por su culo, volviendo a introducirla ambos dedos. Esta vez sí, los dos dedos desaparecieron totalmente y con una facilidad pasmosa, esa lubricación sí que iba a funcionar, los movía dilatando su ano como pensé que no podría hacer, pero para asegurarme de que mi polla cabría dentro de su culo, introduje un nuevo dedo, ahora eran tres los que estaban alojados en su cavidad anal, y en ese punto, pensé que era el momento de excitarla, así que entre el alago y la sorpresa comencé a decirla:

- Ahora te caben tres dedos... te voy a meter la polla... ¿Quieres que te folle ya el culo?...

Todo ello sin la esperanza de que me respondiera, pero para mi sorpresa, Carmen estaba tan lanzada que me respondió.

- Sí... métela entera...

Así que no me hice de rogar, de nuevo sustituí mis dedos por mi polla, y aunque muy ajustado, esta vez sí que entró al menos la punta en su culo. Carmen dio un pequeño respingo tratando de apartarse como consecuencia de verse penetrada de esa forma, pero una vez que había conseguido metérsela en su cavidad anal no iba a dejar pasar de nuevo la oportunidad, así que agarré sus generosas caderas con fuerza y la volvía a atraer hacia mí, penetrando aún más en su interior. En ese momento pareció aceptar que no iba a poder librarse de que me follara su culo, porque cerrando sus ojos inició un movimiento tranquilo y constante introduciéndose mi extraordinariamente duro pene hasta donde ella consideró aceptable dada su virginidad anal. No obstante, no era un ritmo suficiente para mí, necesitaba acelerar el ritmo, así que agarrando de nuevo sus caderas aceleré el ritmo ahondando en su interior hasta que por fin se la metí entera, recibiendo como respuesta la boca abierta y los ojos como platos de Carmen. Creo que Carmen no esperaba que pudiera alojar en su recto la totalidad de mi falo, y no sabía si esa expresión era de sorpresa o de placer, aunque no tardé en comprobar que era resultado de lo segundo, ya que poco a poco volvió de nuevo a su ritmo monótono, si bien esta vez fue ella la que fue acelerando el ritmo excitándose aún más de lo que ya estaba.

En estas estábamos, yo con mi polla introducida por completo en su trasero y ella moviéndose cada vez más rápido mientras se acariciaba su arreglado coño, cuando para mi sorpresa comenzó a hablarme de una forma que nunca había imaginado en ella, girando la cabeza y decirme cosas como:

- Ahora sí, ahora me la has metido entera, fóllame así, así me gusta, toda, hasta dentro, me está encantando ¿Te gusta follarme por el culo?

Carmen se estaba lanzando como nunca y cuando pude ver sus dedos introducidos en su vagina moviéndose vertiginosamente, vi que era el momento en el que se iba a correr, así que yo mismo aceleré mi penetración anal a puro golpe de riñón y no tardó en volverse a correr con dos de sus dedos en su coño, un extraño gemido y unos pequeños espasmos, pero ese no era el momento de parar, ya que entre unas cosas y otras yo también estaba a punto de descargar el producto de mis huevos, por lo que coincidió su orgasmo con un nuevo aumento de mi ritmo de tal forma que Carmen quedó casi a mi merced y dejándose llevar, acabé corriéndome dentro de su coño mientras mi chica volvía a emitir esos extraños y desconocidos gemidos.

Una vez que me corrí, saqué mi polla aún erecta y no pude evitar lanzar una mirada de satisfacción hacia la anchura que había alcanzado el ano de Carmen, era verdaderamente sorprendente que un agujerito tan pequeño que ni siquiera podía alojar mi falo se hubiera convertido en el inmenso boquete que tenía delante de mí, aunque lo que sí que me causó verdadero placer fue el momento en el que pude observar cómo mi abundante semen asomaba por su ano, derramándose y cayendo hacia su coño...

Este polvo siempre lo recordaré con cariño, ya que desde entonces practico habitualmente sexo anal con todas mis parejas, de hecho para Carmen fue un auténtico antes y después, y aunque no duramos mucho como pareja, nuestros contactos sexuales sí han perdurado en el tiempo y siempre me ha pedido desde ese día que la follara por detrás.

Espero que os haya gustado este nuevo relato sobre mis peripecias sexuales.

¡Hasta pronto!